El deporte ,envilecido
El tema es tan lamentable que uno teme ensuciarse sólo al escribir. Pero no queda otro remedio que dejar clara la postura de repulsa total. El deporte, en su más excelso ejemplo del profesionalismo como es el fútbol, se envilece cada vez más con los presentes ejemplos. La semana pasada el final del Campeonato de Liga en Primera División provocó nuevamente las mayores suspicacias sobre la increíble corrupción del deporte del balón redondo en nuestro país. El escándalo ha llegado a extremos insospechados. Presidente de club ha habido que no se ha recatado en declarar que «si los demás lo hacen por qué no vamos a primar nosotros». U otro caso: «En fútbol, mire, hay tanta corrupción al menos como en otros órdenes de la vida. »
Camus, defensa del Santander, sin perdón posible por el nerviosismo, dijo que el árbitro Santana estaba comprado. Son los extremos a los que se llega por errores propios. Una Liga es un torneo de regularidad y el que se salva del descenso en el último partido es que merecía perder la categoría tanto corno el que desciende, aun aparte de los números fríos. Todo es un síntoma de lo podrido que está el fútbol, porque hay que ganar al precio que sea, bien en billetes, bien en la ofensa.
Mañana se decide gran parte del ascenso a Primera División. Los equipos implicados priman por doquier al «amigo» apropiado que pueda hacerles el favor indirecto de derrotar a un rival directo. Como mínimo, 50.000 pesetas por jugador. Y ya no es secreto. El presidente del Rayo, con la mayor de las impunidades reglamentarias ya ha declarado que «ha primado» en anteriores ocasiones. Ahora, con más razón aún. Y no es sólo este ejemplo. Son todos.
Pero lo más lamentable al final es que no hay reglamento oficial que sancione esto. Si se barajan cantidades tan astronómicas -que luego, naturalmente, debe reponer el socio pagando y la maltratada entidad «a la que tanto se quiere- cualquier multa o sanción parece ridícula.
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