El plan que nunca existió
«El nuevo ordenamiento económico español se basa en los principios de iniciativa privada, libre competencia y ausencia de dirigismo. La política económica a medio plazo deberá encaminarse a moderar la inflación, etcétera». Pudo leer el amado pueblo en los periódicos del 23 de febrero de este año, que anunciaban el nuevo plan económico del Gobierno.-Hombre, esto va a estar bien -se dijo el ciudadano medio-. Por fin va a terminar el tinglado que se traen con los precios controlados, las producciones de excedentes, las industrias protegidas y la regulación de la economía a toque de cornetín.
-Además, es natural -razonó el guardacoches- Antes teníamos autocracia e intervención. Si ahora vamos a tener democracia, pondrán liberalismo.
Pues bien, no hay nada de eso. Parece que vamos a tener democracia, pero desde luego no van a poner liberalismo en el sistema económico. Sólo en el mes de marzo de 1977, seis ministerios han promulgado, entre todos, dieciséis medidas de subida de precios, algunas de ellas muy considerables. O sea que se encaminan a moderar la inflación.
El Ministerio de Industria no se ha quedado atrás. Con hábil encadenamiento ha subido los precios del fuel para lam arina mercante, del carbón nacional para las centrales térmicas y las tarifas eléctricas para usos industriales.
Impasible el ademán, el Ministerio de la Presidencia se pone y alza los precios de la leche al productor y luego los de la leche en venta al público. Eleva después los precios del algodón en un 31,4 % y, para terminar, asegura que subirá pronlo los precios de la carne y de los productos avícolas.
Prietas las filas, el Ministerio de Trabajo triplica los complementos que se pagan a los profesionales en los sitios donde no hay consultorios de la Seguridad Social; el Ministerio de Obras Públicas sube las tarifas del transporte de viajeros por carretera, y el Ministerio de Hacienda aumenta los precios de los productos petrolíferos que se había olvidado de elevar con ocasión de la última elevación de los productos que noeleva ahora, pero que ya veréis.
Sin duda para que la cosa no se complique, el Ministerio de Comercio va y prorroga, ya en abril, el decreto de octubre de 1976 por el que se aumentaban los aranceles en un 20 %. Y a todo eso, no se sabe muy bien cómo interpretar una orden de Información y Turismo que deja en libertad los precios de los hoteles.
Sería demasiado fácil criticar con dureza una política económica cuyo desarrollo está en una contradicción tan evidente con sus propios postulados. Claro que, en realidad, nadie había esperado nada. Ahora, esto, hay que decirlo, subir los precios por un lado y obstaculizar por otro la publicación de los índices que miden la subida es un sarcasmo un poco excesivo, incluso en la situación actual.
En el fondo, estamos ante un problema de política de la máxima importancia. Es el problema de decidir si la regulación de la vida económica va a hacerse en favor de cualquier sector ineficiente, con las debidas agarraderas o en favor de los intereses de la comunidad nacional.
Actualmente vivimos un proceso de normalización de la vida del país que posterga todas las demás cuestiones. Por eso el observador de la política económica, tiene que ser generoso y tolerante.
De todas formas, sin embargo, se puede ir anotando ya que esta política de la concesión y el abandono no hace más que agravar el terrible problema de inflación que padecemos, sin contribuir de ninguna manera al arreglo de los defectos radicales de la economía. Es un ejemplo de la política que no debe hacerse. Y esta es una lección que va. a tener su utilidad después de las elecciones.
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