"Con el eurocomunismno, la Iglesia marxista, se ha dividido"
Milovan Djilas. No soy antimarxista, como dicen mis enemigos, porque eso sería estúpido. Ser antimarxista equivale a ser antiaristotélico. Defiendo, simplemente, el liberalismo activo, como Khoestler, y sigo siendo, en buena medida, socialista. Veo también con interés el fenómeno eurocomunista, y creo que hombres como Carrillo son sinceros. Pero pienso que el marxismo no es una doctrina científica, sino utópica. Lo es, sí, su metodología. La síntesis es religiosa.EL PAIS. ¿Cree usted que el eurocomunismo pondrá fin a la influencia ideológica de la Unión Soviética?
M. D. Sí, con el eurocomunismo la influencia de la URSS se ha terminado. La Iglesia se ha dividido. El eurocomunismo ya no podrá echarse atrás ni estafar a las sociedades en las que actúa, porque se trata de sociedades fuertes, alertas, con una conciencia profunda de sus derechos y de su contenido histórico.
E. P. ¿Existe el peligro de una nueva guerra fría si fracasa la segunda etapa de la próxima Conferencia sobre Seguridad y Cooperación Europea?
M. D. No se llegará a grandes resultados en esa conferencia. La polémica ideológica y la carrera armamentista continuarán. Pero Europa occidental tiene ahora la oportunidad de convertirse en un partenaire igualitario de Estados Unidos. Por lo demás, el segundo y el tercer Helsinki no podrán impedir la intervención soviética, sobre todo en Africa y en general en los países del Tercer Mundo. Los regímenes reaccionarios favorecen a los movimientos revolucionarios apoyados por la URSS. Si en España por ejemplo, hubiera continuado el franquismo diez años más, al final se habría impuesto la extrema izquierda, esto es, los grupos que están mucho más a la izquierda que Carrillo. Y los militares no habrían podido impedirlo, porque su propio dogmatismo los acerca a los comunistas.
E. P. ¿Cómo ve usted el futuro inmediato del liberalismo europeo?
M. D. Creo que en Europa terminará por imponerse el socialismo democrático. Las diferencias de clases, no pueden provocar ya grandes crisis, y la derecha carece de perspectivas. En general, el conflicto con el marxismo-leninismo beneficia a la democracia. Yo no creo en la tesis de Sajarov sobre la aproximación social y política entre los bloques.
E. P. ¿No teme usted una reacción derechista en Europa occidental si la Unión de la Izquierda, por ejemplo, triunfa en Francia?
M. D. Sí, en ese caso soy más reservado. Mucho más que en el de Italia. Allí, ni Chirac ni Giscard d'Estaing son eficaces. Giscard es hombre inteligente, pero incapaz de unificar...
E. P. ¿Deben seguir insistiendo Estados Unidos y Europa en sus planteamientos sobre los derechos humanos en el Este, o tratar de encontrar una vía de coincidencia con la URSS?
M. D. En ese aspecto, la actual política norteamericana es positiva. En Helsinki la URSS comprendió que Occidente es débil. Washington y el Mercado Común deben hacerle comprender lo contrario.
E. P. ¿Existe, a su juicio, la posibilidad de una insurrección en el Este?
M. D. No, de ninguna manera. En Occidente muchos piensan que todos los países de Europa orienta son iguales. Se equivocan. Bulgaría, y en parte Alemania del Este constituyen los únicos Estados ver claderamente prosoviéticos. Por otra parte, en el mundo desarrolla do no existen ya muchas posibilidades de insurrección generalizada, tanto en el Este como en el Oeste. Pero en el caso de Europa oriental sí creo que las presiones populares y las necesidades históricas contribuirán a ampliar elespectro de la libertad. En fin, lo importante es que aquí se vaya consiguiendo más libertad intelectual y filosófica.
E. P. ¿Y en Occidente?
M. D. Occidente tendrá que superar su materialismo, su pasión consumista. Ese es su principal problema de orden moral. Deberá resolver también su crisis económica y hacer todo lo. posible por consolidar la detente. Yo apoyo totalmente la detente. No hay otro camino razonable para el mundo actual.
E. P. ¿Cuál debe ser, a su criterio, el papel de los países del Mediterráneo en esa tarea?
M. D. España es, sin duda, el más importante de esa área. El fascismo ya no es fuerte en España y el país podrá proporcionarle ideas, elementos nuevos a Europa. Nunca olvido al Quijote, el héroe más humano y original de la historia europea.
E. P. ¿Podrá Yugoslavia seguir manteniendo su neutralidad después de la muerte de Tito?
M. D. Creo que sí. Por lo menos, deberá mantenerla. Pero la transición aquí no será fácil. Este régimen dificulta la neutralidad. Al mismo tiempo la URSS piensa que en Yugoslavia tiene derechos ideológicos adquiridos.
E. P. ¿Existe aún algún sector prosoviético significativo en el país?
M. D. No. Pero aparte de Tito, aceptado por todo el partido, faltan dirigentes con concepciones claras y poder de decisión.
E. P. ¿Y Kardelj o Dolanc?
M. D. Disponen de autoridad, pero no de poder suficiente.
E. P. ¿Y los grupos eurocomunistas?
M. D. No son importantes en el país. Hay, seguramente, alguna influencia eurocomunista en el partido yugoslavo, aunque el partido ha empezado ya a distanciarse de los eurocomunistas occidentales. En general, el eurocomunismo no puede cambiar la naturaleza del comunismo,
E. P. ¿Tiene usted contactos con grupos opositores yugoslavos, corno el de «Praxis» o el de los «Sesenta»?
M. D. Sí, indirectamente. «Praxis» apareció en 1968, a raíz de los movimientos estudiantiles en Europa occidental. Son marxistas puritanos, o si usted quiere, «puros». En principio, hombres como yo no somos para ellos más que herejes. Pero en los últimos tiempos, con las persecucciones, han cambiado, y ahora algunos empiezan a estimarme. También hay un grupo de «liberales», los «liberales de Zagreb». Pero éstos son completamente pasivos.
E. P. ¿Vive, pues, aislado?
M. D. Políticamente, aislado. Pero el partido, al parecer, no me olvida. Hace unas semanas detuvieron a un primo mío (Vitomir Djilas) por «propaganda hostil». Ultimamente el régimen ha intensificado la represión de los disidentes. Actúa, de nuevo, a mi alrededor.
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