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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los líderes de la moderación

LOS SONDEOS de opinión sobre actitudes preelectorales son concluyentes al menos en un punto: los futuros votantes se inclinan, en la inmensa mayoría de las circunscripciones provinciales, por la moderación y también por la consolidación de las instituciones democráticas. Pero en cambio, las preferencias específicas de esa amplísima franja del espectro -como mínimo más del 50% de los ciudadanos con derecho a voto- por opciones partidistas individualizadas resultan, según esos mismos estudios, imprecisas y fluctuantes. Tras la aprobación de la ley de Reforma Política, la hipótesis de que los votos de esa mayoritaria clientela moderada y democrática se repartirían en dos grandes constelaciones, una de cetatro-derecha y otra de centro-izquierda, parecía la más sensata y fundada. Si hoy existen dudas sobre lo correcto de la previsión, gran parte de la responsabilidad recae sobre quienes han dificultado la formación de esos dos grandes ejes que necesita la política española para reflejar adecuadamente las actitudes y opiniones de la sociedad postfranquista.

Son varios los factores que han contribuido al abortamiento del centro-izquierda, cuyo núcleo aglutinador no hubiera podido ser otro que el PSOE. Aunque la política unitaria de Felipe González ha logrado éxitos parciales (los acuerdos con el PSC en Cataluña y con CS en Madrid), el personalismo, el patriotismo partidista y el cantonalismo siguen atestando disturbadoramente el panorama electoral, con siglas que invocan al socialismo. No han sido ajenas a esta disgregación las maniobras del propio Gobierno, que ha resucitado el cadaver de los llamados «históricos», alienta las manipulaciones diversionistas de oscuros grupos autodenominados social demócratas, y creó de la nada a esa Federación Social Independiente que los humoristas llaman «SEU renovado». Y tampoco se halla libre de culpas el propio PSOE, cuya imagen se ha visto seriamente deteriorada por el deseo de algunas de sus Federaciones de arrebatar clientela y militantes al Partido Comunista.

Con todo, mucho más preocupante y descorazonador es el panorama del centro-derecha, también como resultado de la destructora acción combinada de las maniobras de¡ Gobierno y de la irresponsabilidad de la Oposición. Porque mientras los intentos del Partido Comunista para atraerse al electorado de centro-izquierda están condenados -al menos en el sufragio de junio- al fracaso, el lamentable espectáculo de incompetencia, desorganización, arribismo y luchas tribales que están ofreciendo al país las formaciones políticas de centro-derecha tal vez puedan desviar a un sector no desdeñable de su posible clientela hacia Alianza Popular o inclinarlo a la abstención.

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Y, sin embargo, la consolidación de la democracia en España necesita una opción política de centro-derecha que refleje electoralmente las actitudes, opiniones y sentimientos de muchos millones dé simples ciudadanos que, desde la sociedad, se inclinan por una solución a la vez moderada y pluralista. Esto es, resulta imprescindible la existencia de un partido (o alianza de partidos) que no se nutra sólo de representantes de las altas finanzas y de la gran propiedad, que no aspire a la perpetuación de los privilegios del franquismo, que sepa asumir las conquistas de la izquierda y acepte la participación de ésta en el Poder, que no persiga el voto del miedo agitando el espantajo del anticomunismo y desenterrando los dolorosos recuerdos de la guerra civil, que defienda con razones, y sin gritos los valores de una cultura y un sistema de Gobierno que, a la postre, ha hecho posible la paz, la prosperidad y la libertad de la Europa de la postguerra.

Frente a esa necesidad histórica de un centro-derecha eficaz y organizado, forzoso es reconocer que los hombres públicos que han asumido la tarea de estructurarlo no están dando la talla política mínimamente exigible. Tras la defenestración del señor Areilza y la negativa de la FDC a suscribir una alianza global con el Centro Democrático, los dirigentes del centro-derecha no parecen tener otro norte que llegar a un rápido pacto con el señor Suárez para capitalizar en su provecho el prestigio del presidente y los recursos del Poder.

Desde las páginas de este periódico llamamos en su día la atención sobre los peligros que encerraba la presentación del señor Suárez a las elecciones a la cabeza de un Partido Institucional sin más coherencia interna que la lealtad personal al presidente y más ideología que la conquista del poder. Una operación de ese género hubiera tenido el elevado precio de hipotecar el carácter constituyente de las futuras Cortes y de instalar la simulación y el fingimiento en los pilares mismos de la vida política. En este sentido, la dimisión del señor Calvo Sotelo como ministro y el anuncio de que se presentará a las elecciones para defender, con el respaldo del presidente Suárez, una opción moderada y democrática resulta parcialmente tranquilizadora y una cierta garantía de que el presumible apoyo gubernamental al Centro Democrático ni castrará el programa electoral necesariamente constituyente de esta alianza ni tendrá como contrapartida la inundación de las listas de candidatos de azules y amarillos.

Pero no es ésta la única operación de salvamento en marcha. Hay todavía una segunda, que puede resultar Contradictoria con la primera. El acuerdo firmado el pasado miércoles entre el PSOE y la FDE para la presentación de listas conjuntas en las elecciones al Senado, abierto a otras formaciones políticas de centro-derecha y centro-izquierda, puede transformar la situación del tablero de juego. Porque, de prosperar esa iniciativa, de adherirse el CD y los partidos socialistas marginales al acuerdo, la opinión pública moderada y democrática podría enviar al Senado una cómoda mayoría de representantes de centro-derecha y centro-izquierda, comprometidos a que las futuras Cortes tengan carácter constituyente.

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