El usuario como víctima
Una breve huelga (no ha durado veinticuatro horas) de parte del personal de las líneas aéreas Iberia, ha demostrado una vez más -antes fueron los carteros o los empleados de las empresas de transporte municipal-, que la auténtica víctima, ajena a los intereses en pugna, es siempre el usuario en los conflictos laborales que se plantean en el sector del servicio público en nuestro país.Incómodos retrasos, aplazamientos o suspensión de reuniones o negocios, pérdidas de enlaces con otras líneas aéreas, han sorprendido desagradablemente al indefenso usuario. La justeza o no de las reivindicaciones laborales que las han provocado, la existencia de una inadecuada legislación sobre huelgas en los servicios públicos, son temas
-en el mejor de los casos- inatribuibles al usuario, que indirectamente paga las consecuencias.
El preaviso, práctica normal en este tipo de conflictos en los países democráticos, aquí es letra muerta. La espada de Damocles de la siempre factible militarización, tratamiento usual en la dictadura franquista, donde el Gobierno salía en defensa de las empresas públicas en nombre de los sacrosantos derechos del usuario -aunque la auténtica motivación fuera la ocultación de una realidad problemática-, pesa mucho en la decisión de los trabajadores de sorprender con la huelga y no dar facilidades al rompimiento de su acción reivindicativa.
La efectividad del factor sorpresa ha quedado constatada en este reciente conflicto. Iberia, inflexible en las negociaciones con sus trabajadores mientras sus aviones han seguido funcionando, ha aceptado unas deliberaciones de urgencia y unas reivindicaciones en cuanto sus servicios han quedado afectados por el conflicto. Ello, sin embargo, no puede justificar la huelga salvaje como norma, aunque demuestre la necesidad de una regulación más idónea y menos amenazante para los trabajadores de los conflictos laborales en los servicios públicos.
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