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Un filme polémico antes de estrenarse: "Los amores de Hitler y Marlene"

Marlene Dietrich está dispuesta a querellarse

En su primer encuentro con el amor secreto de su vida, según un filme satírico, Adolfo Hitler se arranca el bigote postizo y mastica la alfombra para expresar su pasión.Durante su último encuentro, Marlene Dietrich, vistiendo uniforme norteamericano, sonríe desde un jeep, entre las ruinas de Berlín, al pasar ante el cuerpo carbonizado del dictador a quien despreció.

Estas dos escenas sacadas del filme Adolfo y Marlene, una sátira de humor negro, que Ulli Lommel (32 años), director y productor alemán, dice haber rodado pese a las amenazas de Marlene Dietrich, que quiere iniciar las correspondientes acciones legales.

La película, cuyo estreno mundial se celebrará el próximo viernes en Munich, es la primera de una serie que la industria cinematográfica alemana espera aproveche el reciente interés actual por la era nazi. Los críticos alemanes predicen que el filme será probablemente considerado como el peor de la serie.

«De mal gusto», «lleno de lugares comunes», «peligrosa y frívola burla del fascismo», «irreflexivo», son algunos de los calificativos empleados por los críticos.

«No cuenta con el ingenio sarcástico demoledor de El gran dictador, de Charles Chaplin, ni con el de Ser o no ser, de Ernest Lubitsch, dice el Westdeutsche Agemeine.

Lomel dice que el filme se basa en un viejo rumor en el sentido de que Hitler estaba secretamente enamorado de Marlene Dietrich e intentó hacerla volver a Alemania desde Hollywood.

La conocida actriz y cantante jamás visitó Alemania durante la era nazi, pero en la película Marlene y Hitler se encuentran durante la segunda guerra mundial y él cumple la condición impuesta por la actriz en cuanto a masticar la alfombra.

Quitándose el bigote, Adolfo Hitler explica: «Sólo me lo pongo en actos oficiales.»

Lomel declara haber desafiado las amenazas de pleito de la actriz, que ha expresado objeciones a ver sus nombre unido al del dictador nazi.

«A Marlene no le parece que eso tenga ninguna gracia» -dice Lommel-. «No entiende mis propósitos. »

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