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Barre se niega a dialogar con los sindicatos franceses

La atmósfera social francesa se ensombrece. Anteayer, el primer ministro, Raymond Barre, fiel a su táctica de «intransigencia» con los sindicatos, se negó a recibir a delegaciones de las dos centrales más potentes, la CGT, comunista, y la CFDT, socialista autogestionaria. Las huelgas y ocupaciones se extienden por todo él país. La fracción más numerosa de la mayoría, el RPR, gaullista, parece jugar la carta de las reivindicaciones sindicales, sobre todo, en materia de empleo.

El Gobierno, por su lado, parece no temer el «caos» de una explosión social, la cual, a su juicio, sólo provocaría una reacción favorable en el momento de las legislativas, como ocurrió en mayo de 1968.El anuncio de más de 3.000 despidos en la fábrica Usinor (Lorena) ha revelado la grave situación en que se encuentra la siderurgia en Francia. Las manifestaciones unitarias de los sindicatos se multiplican en esta región. Los paros y las ocupaciones de fábricas se extienden poco a poco por todo el país. La policía ha tenido que intervenir en varios casos para evacuar los locales ocupados. A nivel nacional, después del portazo del primer ministro a las delegaciones de la CGT y la CFDT, estos sindicatos preparan, según indicaron, una acción de gran envergadura. El calendario de movilización sería anunciado hoy, después de la reunión en la cumbre de los dos líderes de dichas sindicales, Georges Seguy y Ediriond Maire.

Barre, imperturbable

El señor Barre, como ya anticipó al formar su nuevo Gobierno, piensa continuar aplicando al pie de la letra su plan de saneamiento económico, basado en la austeridad y dando por descontado que el desempleo debe ser una consecuencia «coyuntural». De ahí su actitud imperturbable ante los sindicatos. Los patronos, por su lado, siguen sus consejos y no ceden, ni a las reivindicaciones salariales, ni ante el problema del paro. Se explica así su determinación de licenciar obreros sin miedo a las ocupaciones y a los paros.

Los partidos, preocupados

A pesar del «apoliticismo» que han venido predicando el presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing, y el primer ministro, señor Barre, la actitud del Gobierno, consistente. en aplicar su plan económico sin tener en cuenta la opinión de los sindicatos, preocupa a todos los partidos. Las consecuencias políticas, es decir, electorales, de esa actitud son más evidentes cada día. El consejo directivo del RPR (Unión por la República), que preside Jacques Chirac, publicó ayer un comunicado afirmando que «la mejora del empleo debe constituir una prioridad absoluta de la política económica».

El primer ministro, que también ayer reiteró que el programa común de la izquierda «arruinará en seis meses los esfuerzos de veinte años», parece estar jugando la carta de la «serenidad» ante los sindicatos, porque cree que éstos no están dispuestos a desencadenar huelgas que, en estos momentos, precipitarían el país al abismo.

Por otra parte, a la actitud «autoritaria» del señor Barre frente a los sindicatos se le atribuye una intención electoralista, que respondería al siguiente análisis: si los sindicatos, a pesar de sus amenazas crecientes, no reaccionan, el plan económico, para marzo de 1978 habrá triunfado o, por lo menos, habrá probado sus méritos. En tal caso, los franceses no cambiarían de mayoría. Por el contrario, si los sindicatos provocan una explosión social se produciría una situación inquietante que, como ya ocurrió a la hora de las barricadas del 68, amedrentará a los franceses, que así volverían a buscar amparo en la «seguridad» de la derecha.

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