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Arias espió telefónicamente a sus ministros

Juan Cruz

, Arias Navarro ordenó a los servicios especiales de la Policía del Gobierno que grabaran las conversaciones telefónicas de sus ministros, y escuchaba las cintas más interesantes cada mañana, de acuerdo con la información que The Economist, de Londres, da en uno de los artículos que publica en su suplemento especial sobre España, aparecido ayer en la capital británica.

Ray Alan, el autor del informe, revela también los rumores que existen acerca del control que había sobre los teléfonos del actual Rey de España, cuando era Príncipe, al principio de los años 70. Las órdenes de grabación de las conversaciones de Juan Carlos las había dado, según Alan, Franco o un miembro de su familia.Alan no cita las fuentes de sus informaciones, que inscribe dentro de un ensayo sobre la policía española, en el que comienza diciendo que «en el infierno, de acuerdo con fuentes informadas, los cocineros son ingleses, los periodistas son rusos y la policía es española».

Las actividades de Arias Navarró seguirían, de acuerdo con la interpretación de Alan, las líneas marcadas por Franco, al dar a la policía un papel poIítico tras la guerra civil. Los servicios de seguridad estaban diseñados para ejercer «total vigilancia, esencial para la vida de un Estado totalitario».

Esa vigilancia que Franco quería que se aplicara fue, sin duda, dice el articulista, la que llevó a la policía a arrestar a un niño de diez años, en Zaragoza, José Alberto Moreno, y enviarle a un reformatorio, por haber escrito un poema en defensa de los prisioneros políticos. «Y la que llevó a los policías, el asado mes de septiembre, a matar por error a en su propia casa a José Bartolomé García, un estudiante tinerfeño, de buena reputación, que se asemejaba a un delincuente.» A pesar de todo, dice Alan, España no es un Estado policiaco. Parece, incluso, en algún sentido, más relajada que Gran Bretaña. Es más fácil -concluye el articulista- entrar a un Ministerio en Madrid que en Londres.

Alan describe, sin embargo, antes de llegar al episodio de las cintas magnetofónicas de Arias Navarro, la fuerza de los servicios de vigilancia y su disposición dentro del Ejército, la Marina, las Fuerzas Aéreas y la Guardia Civil, organismos que tienen cada uno su propio servicio de inteligencia.

La Dirección General de Seguridad es la que, de todos modos, guarda la más completa información política, que la mantiene en un sistema electrónico de cuarenta terminales.

Alan dice que Presidencia, donde estaban colocados los servicios de Arias, comprobaba la lealtad de oficiales y de otros personajes. En tiempos de Carrero Blanco controlaba un grupo antisubversivo que disponía de oficiales en ministerios clave, para prevenir un golpe militar.

Franco, -dice Alan- utilizó los servicios secretos unos contra los otros, como usó también a los poderes políticos, como los falangistas, los monárquicos y los hombres del Opus Dei. Alan recoge la impresión de que Martín Villa, «el brillante joven ministro del Interior», ha conseguido cierto éxito de llevar a la policía a la línea que el presente Gobierno desea llevar a los servicios de seguridad. Dice el articulista que el ministro puede contar en los buenos deseos de muchos oficiales jóvenes, en su intención de reorganizar las fuerzas de seguridad y reducir su papel político, el que Franco le confirió hace cuarenta años.

La redacción de EL PAIS intentó ayer ponerse en comunicación con Carlos Arias Navarro, para que éste confirmara o desmintiera los términos de la información de The Economist y no fue posible, por encontrarse fuera de su domicilio. Una hermana del señor Arias nos informó que éste se hallaba fuera de Madrid y que no podía facilitar información sobre su paradero, dirección o teléfono.

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