La CEE celebra hoy en Roma su vigésimo aniversario
El vigésimo aniversario de la firma del Tratado de Roma, que dio. origen a la Comunidad Económica Europea (CEE), más conocida como el Mercado Común, y a la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA), denominada también Euratom, se celebra hoy en esta capital, con asistencia de los nueve jefes de Estado o de Gobiernos de los Estados miembros. Al margen del acto protocolario en el Capitolio romano, los nueve de las comunidades europeas dedicarán sus dos jornadas de estancia en Roma para tratar de los problemas más importantes de la actualidad europea: la crisis económica y monetaria, la ampliación hacia el Sur, las relaciones exteriores y la representación o no de la Comunidad como tal en la próxima de países industrializados, prevista para el 7 y 8 de mayo, en Londres.
La cronología de esa integración europea es larga. Existen fechas, sin embargo, difíciles de olvidar. Desde 1950, cuando Robert Schuman, ministro francés de Relaciones Exteriores, lanzó la idea de fundar la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) para superar los antagonismos franco-germanos, hasta la actualidad, la construcción europea conoció la lluvia y el buen tiempo.Entre la firma del Tratado de la CECA, en abril de 1951 en París, y la firma del Tratado de Roma, que quiso ir más lejos, Europa vivió la primera, crisis importante de la postguerra con el fracaso de la idea de una comunidad europea de defensa. La asamblea francesa votó en contra, en agosto de 1954, por razones de «soberanía nacional». Desde entonces se alejó la posibilidad de sustituir la protección norteamericana, que mucho tiene que ver con las disputas europeas.
Cinco meses después de haber entrado en vigor, en enero de 1958, los tratados de Roma, un hombre, que marcaría toda una época del edificio europeo, llegó al poder en Francia: el general Charles de Gaulle.
Conocido por sus ideas «reservadas» sobre Europa, De Gaulle lo demostró con actos cuando, el 14 de enero de 1963, anunció que Gran Bretaña no estaba todavía preparada para entrar en el Mercado Común.
Las diferencias sobre la política agrícola común, uno de los pilares de la Comunidad, originó un nuevo portazo gaullista a Europa, con la práctica de la «silla vacía» en todas las reuniones de la CEE, en julio de 1965. El Gobierno francés sólo aceptó volver a la mesa de negociaciones tras el denominado «compromiso» de Luxemburgo, por el que se acordó que los países miembros decidieran por unanimidad todas las reglas europeas. De esta forma París se garantizaba el derecho de veto. Derecho que usan -y del que abusan-, todos los países de la CEE, en perjuicio de los ideales europeos.
Francia moderó su postura con la salida del general De Gaulle de la escena política. Tras cuatro años de conversaciones complejas, la Comunidad se amplió de seis a nueve miembros con la llegada, en enero de 1973, de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca. Fue otra de las fechas eufóricas para los promotores de la «idea europea».
La crisis del petróleo y la recesión económica representó, por el contrario un golpe duro del que la Comunidad sufre todavía sus consecuencias.
Además de su propia crisis interna, económica y política, de la que Europa busca nuevos horizontes para salir, la decisión de ampliar la Comunidad será la próxima prueba de fuego para la, idea europea.
Los nueve discutirán en Roma si la Comunidad deberá o no estar presente en la cumbre occidental de países industrial izados, de primeros de mayo, en Londres. Francia se opone a una participación de la CEE. Quiere reservar, como en Rambouillet, en 1974, y en Puerto Rico, en 1975, la asistencia al club de los grandes: Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania Federal, Gran Bretaña, Italia y, naturalmente, Francia.
¿Dónde está la Comunidad si cuando hay que discutir problemas capitales, se dejan una parte de sus miembros en la cuneta? Tal es el interrogante que se plantean los pequeños de la Europa de los nueve, como Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Irlanda y Dinamarca. Si no hay acuerdo en Roma, o promesas formales para encontrarlos antes de mayo, el vigésimo aniversario de la firma de los tratados puede ser el inicio de una nueva crisis de confianza entre los Estados miembros.
Como futuro de la Comunidad, las apuestas van todas en dirección de la ampliación. ¿Cómo integrar a países con economías débiles, pero a los que hay que decir sí, por razones políticas? Se habla de la perspectiva de la Europa de los doce, con la llegada de Grecia, Portugal y España,
Francia, una vez más, podría plantear sus reservas a la ampliación durante el Consejo Europeo de hoy y mañana en esta capital. La respuesta confirmará el conocido sí político, pero multiplicará las reservas de rigor en lo económico. Y es que la construcción europea, a pesar de sus veinte años de historia, es todavía un embrión de los nacionalismos estrechos de la pequeña Europa, que no dejan desarrollar.
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