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Ciudades de ancianos una dudosa "obra social" / 1

Desde diferentes medios se ha acusado a las ciudades de ancianos de ser exponente de una mentalidad y una forma de abordar los problemas triunfalistas. La mayoría de los barrios no tienen locales de ancianos, la asistencia geriátrica prácticamente no existe, pero se construye un hotel de cinco estrellas, como gustan denominarlos en la misma Diputación, para quinientos privilegiados ancianos «con suerte».Actualmente existen nueve residencias de este tipo, localizadas en el kilómetro trece de la carretera de Colmenar, Aranjuez, Alcalá de Henares, Colmenar Viejo, Arganda del Rey, Villaviciosa de Odón, Torrelaguna, San Martín de Valdeiglesias y Las Rozas, ésta última a punto de ser inaugurada. El número total de personas acogidas asciende a unas 4.000.

La primera de ellas, la de la carretera de Colmenar, fue inaugurada en 1970, por el entonces jefe de Estado, Francisco Franco, acompañado de su esposa y del presidente de la Diputación, Carlos González Bueno. En una memoria publicada ese año se expone que «la idea que ha movido su. construcción es cIara: el hombre y la mujer que han trabajado durante toda su vida tienen el derecho, cuando ésta entra en su fase última, a una seguridad decorosa, tranquila y alegre, y la sociedad tiene el deber de proporcionárselo».

Coherente-mente con este principio, la admisión de residentes debe tener en cuenta la situación económica de los solicitantes «con el fin de evitar situaciones antisociales y de que, lógicamente, sea preferido el anciano sin familia al anciano con hijos, el sin vivienda al que la tiene, el desvalido económicamente al que no lo es tanto y el de mayor al de menor edad».

Magnificencia

Las residencias se han construido a todo lujo. Utilizando la primera citada como ejemplo, diremos que consta de siete pabellones de cuatro plantas, dos de ellos con habitaciones individuales y los cinco restantes con habitaciones dobles, para matrimonios. Todas ellas con televisor, frigorífico, cocina e, incluso teléfono particular (aunque la desproporción de este gasto fue tal que sólo se instalaron en los dos primeros pabellones construidos).

La residencia cuenta con una clínica, atendida por cuatro médicos, con servicios de radiografía y análisis, salas mortuorias, para acoger a los ancianos fallecidos y permitir la visita de sus familiares, capilla. religiosa con capacidad para todos ellos, una cafetería, peluquería para señora y caballero, tienda de comestibles ligeros, estanco y tintorería (estos servicios no son gratuitos).

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Hay también una biblioteca bien equipada, una sala de juegos con dotaciones de billares, ping-pong, mesas para juegos de cartas, salón de actos, donde se proyectan películas o se dan representaciones de teatro, ballet, con frecuencia. Un servicio de microbuses de la Diputación traslada a los ancianos que lo deseen a Madrid.

Todas las habitaciones tienen aire acondicionado. Además de estos servicios materiales, la residencia cuenta con el personal que les atiende y un servicio de asistentas sociales.

El rematado de la construcción, así como el mobiliario y múltiples detalle! y objetos, de adorno son todos de buena calidad, casi de lujo, de ahí la calificación de hoteles de cinco estrellas para ancianos.

Todo ello ha supuesto una inversión de cientos de millones y unos gastos de mantenimiento muy fuertes. En el resto de las ciudades, se ha procurado aliviar un poco los gastos de ornamentación, y los servicios que se pueden ofrecer también a nivel colectivo, como es el caso de los teléfonos.

Antes de continuar, queremos aclarar que todos los medios consultados, sociólogos, pensionistas, trabajadores de las residencias, no se oponen en absoluto a que cualquier anciano goce de las comodidades mencionadas. Las reservas se orientan al hecho de que mientras a unos pocos se le han destinado unas cantidades muy importantes, a la gran mayoría, los 17.000 que esperan desde hace años, se les mantiene en una también absoluta carencia.

Lo que se denuncia es el sistema paternalista seguido, y se señala que si las personas gozaran durante su vida de trabajo de unos salarios suficientes, que permitieran el ahorro, si las pensiones fueran proporcionadas al coste de la vida, no sería necesario construir estas residencias, o las utilizarían sólo aquéllos ancianos que libremente lo eligieran así.

Sistema de admisión

Por otra parte, y esta es la segunda crítica que se plantea, existe una dada muy seria de que los sistemas de admisión favorezcan realmente a las personas más necesitadas.

Según las normas, se elegirá a los ancianos que no tengan más de 6.000 pesetas mensuales de pensión, y 12.000 en el caso que sean matrimonio. De la cantidad que cobren, 1. 500 pesetas se quedan para sus gastos personales, y también el 25 % del resto. Es decir, si un anciano tiene una pensión, de 4.000 pesetas, por. ejemplo, se queda con 1.500 más el 25 % de las restantes 2.500. La diferencia, 1.875, es lo que entrega a la residencia.

Las solicitudes se envían a la: Diputación, y allí un equipo de asistentes sociales elige los casos más necesitados y los remite a la ciudad con plazas disponibles.

En un principio, y según las apreciaciones que hemos podido recoger, dado que sobre este aspecto no hay datos concretos, los admitidos fueron personas necesitadas, y que tampoco tenían recomendación alguna. Pero inmediatamente el sistema de influencias comenzó a predominar. En todas las ciudades de ancianos se encuentran personas que por su fortuna personal, o por sus lazos familiares directos con personajes políticos, de la aristocracia Y de instituciones como el ejército, podría pensarse que disponen de medios suficientes para subsistir.,

Los caminos de admisión, siempre tienen un punto de contacto con los sectores que han mantenido o se han beneficiado del sistema politico de estos años.

Hay otra categoría. de residentes, las de aquellas personas que efectivamente no tienen medios personales, pero han tenido relación con personas influyentes. Se dan bastantes casos de porteros de fincas urbanas, de criadas, cocineros, que han estado sirviendo durante años en una misma casa, a menudo sin seguridad sodal, y que al llegar a una cierta edad se la recompensa con una plaza en la residencia, lo que, por otra parte, se pone un problema menos para sus antiguos señores.

Existe también un paternalismo más directo. Algunos ancianos sin medios, más audaces, escriben al presidente de la Diputación, explicándole su caso y pi diendo una plaza. En ocasiones, el presidente accede a la petición, tal vez por el hecho mismo de haber tenido noticia directamente, Y no a través de unas frías estadísticas elaboradas por el departamento correspondiente, aparte que así se tiene la sensación de «haber quedado bien ». Según un convenio entre la Diputación y los Ayuntamientos en cuyos términos se han construido, las residencias, los ancianos d e estos pueblos tienen, prioridad.a la hora debe ocupar plazas.

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