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Entrevista:

""Caperucita y Roja" es como un carnaval para eliminar frustraciones"

Entrevista con Luis Revenga realizador de la película

Caperucita y Roja, la tercera película de Luis Revenga, se estrena mañana lunes. Después de algunas dificultades de censura, y superadas las otras, Caperucita y Roja, llega con un aura de fiesta y cachondeo, de espectáculo divertido y abierto, que toca el carnaval, la broma y hasta el absurdo festivo, quizá desgarrado de las juergas pánicas. Basada en un entendimiento nuevo de la cultura española, Luis Revenga, su director, habla a EL PAIS de esta cinta y otras cosas.

Luis Revenga.-Se trata del cuento de Caperucita, puesto en un pueblo muy loco, Y contado como si fuera teatro de enredo, o esa revista tradicional, popular, de barriobajo y Latina. Creo que tiene mucho que ver con Lope y Perrault: cuenta las cosas, el cuento que todos conocemos, con su lobo, que es Patxi Andión, y su abuelita, y su síndico o alcalde, que lo hace un enano, pero de una manera no común en la comedia española.Creo que rompe los moldes. Además no es nada seria, se acerca al espíritu del carnaval y la fiesta, que es lo importante.

EL PAIS.- ¿Tiene implicaciones políticas?

L. R.- Claro, pero son como es la política de aquí, bastante pedestrillas. Creo que nos reímos de la historia esta con que nos han machacado tantos años. Nos tomamos en broma todo eso de la familia y el municipio y el sindicato. Incluso se da la vuelta a los actores mismos, tan serios siempre, o a su imagen. Es sorprendente ver a Lola Gaos, fantástica, apareciendo con una inmensa peluca.

EL PAIS.- ¿Qué quiere decir carnaval, para usted?

L. R.- Bueno, la película es un disfraz continuo, hasta en los diálogos. El carnaval se celebra siempre que uno quiera, y ahí vamos. Sin mirar el calendario. Y la Roy es la reina del carnaval, con mil trajes... El carnaval es la ilusión y también el echar frustraciones fuera. Es el soñar con lo que pudo haber sido y no fue, o lo que a uno le gustaría que fuera, o lo que algunas veces es. Es curioso que coincidan en esto Oriente y Occidente a niveles inverosímiles: el juez inglés lleva un pelucón, y los jefes africanos se visten de cortesano del XVIII. A nivel de cultura pop podía ocurrir lo mismo: Jimmy Hendrix, y sus trajes, o Tom Jones disfrazado espléndidamente de hortera. Bueno, aquí no hay por qué quedarse atrás.

E. P.- Pero hasta ahora, a niveles cotidianos, la originalidad en el vestir no llega mucho a la sociedad española.

L. R.- Sí, somos más comedidos. Es una deformación: y la deformación surge en la represión. El carnaval implica, antes que otra cosa, la libertad, Si se prohibió fue; por algo. En cuanto a la calle, es que la represión cotidiana hizo al español desear ser el hombre al que no se pueda notar, que llame la atención lo menos posible. Que el tipo de barbas era un espectáculo en el metro, y un homosexual no podía echarse un pañuelo al cuello, porque, por las señas, entraba en algo ya tipificado: peligrosidad social, creo que se llama. Hemos estado en manos de serenos y porteros, y, a más grisalla, menos posibilidades de ser interrogado de que entrasen en la vida privada de uno.

Que participe el espectador.

L R.- Esta película está a favor de lo privado. Y ojalá fuera un homenaje libertario. A mí me gusta pensar en una democracia libertaria, una sociedad libre de la lucha por la lucha del poder.

EL PAIS.- Se ha dicho que la suya es una película pánica.

L. R.- El lenguaje es inusual, enraizado en el pueblo, lleno de diálogos horteras y cotidianos, aunque no haya podido sustraerse de ciertas reminiscencias cultas. Sobre todo, en su sintaxis, en el modo dé narrar, que la separa de su género en España. Y desgraciadamente, de su público, o al menos de ese más masivo al que, realmente, va dirigida. En eso tiene la culpa, una vez más, el Ministerio de Educación y Ciencia y la Televisión. Creo, con todo, que no es ni pánica ni surrealista, porque para hacer eso hacefalta más dinero. Lo que sí ocurre es que, como la película es el resultado de la lucha entre lo que se ha sedimentado, lo aprendido, lo visto, lo vivido, y la manera de decirlo, pues puede resultar yo qué sé. En este caso, una especie de puzzle en libertad, que es lo apasionante. Una película sin terminar, en la que el lector debe completar los significados, y seguir historias que sólo se intuyen por algunas pistas, tal como en la calle.

Yo, esto de hacer cine lo comparo con lo de conducir bólidos: hay que andar, estiellarse alguna vez, y tener mucho dinero, por lo que cuestan las ruedas. Por eso hay tan pocos bolideros en España, porque en eso, como en el cine, estamos colonizados. Pienso, por ejemplo, que después de la censura -que es el último reducto de la obstinación franquista de Cruzada- el económico es el gran problema del cine español. Y va de estructuras: por ejemplo, lo caro que nos,sale a los hombres de cine españoles el oír doblados a Marlon Brando o al Nicholson. Lo incontrolado del control de taquilla, y esa siniestra situación que hace que las películas españolas sean sólo para cubrir la cuota de pantalla.

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