Autocrítica comunista tras los violentos sucesos que devastaron la Universidad de Roma
La dirección del Partido Comunista Italiano se ha hecho públicamente una «serena y rigurosa» autocrítica sobre los graves episodios de violencia que el viernes pasado devastaron la Universidad de Roma a raíz de un mitin organizado por la Confederación General de Trabajadores, comunista, y la Federación romana del partido. En un largo documento de la dirección publicado el domingo pasado por el órgano del partido, L'Unitá, se reconoce que a los comunistas les ha faltado «plena e inmediata comprensión del clima que reinaba en la universidad », e «iniciativas adecuadas para prevenir y aislar Ia provocación». Según el documento, la universidad se ha convertido «en un lugar de despilfarro, de parasitismo y de fuga del trabajo productivo». Los comunistas condenan el «nuevo escuadrismo» y la intolerancia. Su objetivo consiste, igual que antes, en integrar a la juventud en los proble mas del mundo obrero y sindical.
La respuesta de los jóvenes ha sido, sin embargo, muy elocuente. Y que no se trate solamente de grupúsculos lo confirma el hecho que el sábado por la tarde desfilaran por las calles romanas en perfecto orden más de 50.000. El secretario de la Federación Sindical Unitaria, el comunista Luciano Lama, con un servicio de orden del Partido Comunista de unas 1.500 personas, fue prácticamente expulsado del campus a pedradas. Los slogans decían: «En Chile, los tanques; en Italia, los sindicatos»; «Andreotti y Berlinguer, o la represión prosigue»; «Operación Checoslovaquia». Los comunistas acusaron en seguida a los estudiantes y a los activistas de Lucha Confinua, de extrema izquierda, de haberse aliado con los escuadristas fascistas para atacar a los estudiantes comunistas y a los sindicalistas de la Cámara del Trabajo, obreros de la construcción, tranviarios, y enfermeras de los hospitales vecinos, que se pretendían solidarizar con los estudiantes.
La realidad, no obstante, es más compleja. Un partido como el comunista, que se considera experto en movimiento de las masas, no ha sabido captar ni interpretar el empuje que viene del nuevo movimiento estudiantil. En 1968, bajo el lema «Obreros y estudiantes, unidos en la lucha», los estudiantes se rebelaron contra la sociedad del bienestar y también contra el comunismo. Hay se rebelan contra el malestar, la falta de futuro, la desocupación, y no les es suficiente, el modelo de sociedad que el partido y el sindicato les proponen, El último grupo aparecido -y el más pacífico- se denomina Los Indios Metropolitanos, que, vestidos de indios, cantan y bailan disfrazando de alegría su nihilisimo. Otros grupos más proletarizados quieren cambiar la calidad de la vida y «tomar día a día las cosas bellas que no han tenido nunca». De ahí, la teoría de la expropiación proletaria, que consiste, en la práctica, en saquear tiendas de lujo y grandes almacenes.
El insulto más popularizado contra comunistas y sindicalistas es, simplemente, el de idiotas. La lucha se extendió rápidamente a Milán, donde grupos de Vanguardia Obrera se enfrentaron también a los autónomos, con golpes de llave inglesa. Mientras se espera que esta semana el Gobierno responda a las interpelaciones planteadas por la izquierda, se observa que ha surgido en el país una nueva forma de anticomunismo.
El anticomunismo tradicional de derechas no admitía que el Partido Comunista entrara en el sistema democrático; el anticomunismo tradicional de izquierdas acusaba de reformista y poco revolucionaria la línea de la dirección y de la base del Partido Comunista y de los sindicatos.
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