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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No todo ha terminado

LA LIBERACION del señor Oriol y del general Villaescusa no pone punto final a las interrogantes que los españoles han venido haciéndose estos días sobre el origen de la campaña terrorista desatada en nuestro país. Con ser una brillante operación policial, que contribuirá a devolver a los ciudadanos la confianza, harto deteriorada, en los servicios de seguridad del Estado, muchas dudas quedan por aclarar en este asunto. Y quedan pendientes de explicación los temas del asesinato de Arturo Ruiz y la matanza de abogados en la calle de Atocha.Este periódico ha vivido muy tensas jornadas en los dos últimos meses junto a la familia del presidente del Consejo de Estado. Es quizá esta la hora de decir que, elegidos por los GRAPO como medio de depositar sus mensajes, junto con el diario Informaciones, redactores de EL PAIS han padecido numerosos riesgos físicos en esta misión y también afrentas morales hasta por parte de personas que presumen de tener la dignidad por oficio.

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Oriol y Villaescusa, rescatados por la policía

Ahora tenemos más fuerza moral para protestar por la detención -a punta de pistola- de nuestros redactores que acudieron a recoger una de las notas de los GRAPO, el registro increíble del domicilio de nuestro director, o las alusiones ofensivas vertidas contra nuestro colega Informaciones y contra nosotros mismos.

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No vamos a regatear elogios a los policías que han tomado parte en la operación. Vamos a decir también claramente que este hecho fortalece la figura más debilitada del Gobierno, la del ministro de la Gobernación, cuyos esfuerzo y dedicación por resolver el problema hemos podido conocer muy directamente. Como los del gobernador civil de Madrid, empeñado desde hace meses, en una remodelación efectiva de las fuerzas policiales y en la instauración de un concepto de «orden público» acorde con las necesidades de la democracia. Y vamos a felicitar, calurosa y efusivamente a los familiares de los dos secuestrados.

Pero, después, vamos a seguir preguntando por la verdad profunda de todo este embrollo. La alegría de la liberación de las víctimas y la detención de gran parte de los secuestradores no debe ocultar la gravedad política de los recientes acontecimientos. Y es preciso aclarar ante el pueblo español todos y cada uno de los pasos de este proceso: si hubo conspiración, quién la organizó y para qué.

Evidentemente no todo ha terminado, sino que comienza una nueva historia. Oriol ni Villaescusa han sido liberados el día en que los partidos políticos acuden en tromba a legalizarse para concurrir a las elecciones; el mismo en que regresa de Italia el Rey de España, ensanchando los horizontes europeos de nuestra política. Las cosas van deprisa ahora en nuestra tierra y la libertad de los secuestrados nos parece el símbolo de la libertad de todos. Atrás quedan nueve cadáveres, los cadáveres de nueve españoles de bien, abogados, trabajadores, servidores del orden público, acribillados a balazos, como tantas veces se ha dicho, por los enemigos de la democracia. Delante, un inmenso proyecto político de convivencia y reconciliación, una amnistía necesaria, unas elecciones en libertad. Y seguir barriendo esa basura que queda y que algunos se empeñan en no ver todavía. Pues la posibilidad de una democracia efectiva en España depende de que se descubran y hagan, públicos los autores y cómplices de todo este increíble plan.

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