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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Herboristería

Los males sagrados ya nos comen por do más pecados habíamos, mis queridos caraqueños, porque la sueca trajo mucha enfermedad, entre el amor y los travellers (no añoremos, pues, el turismo, señor Reguera), las enfermedades venéreas rebrotan como otro jardín de Venus y, por si fuera poco, los antibióticos ya no son lo que eran, que el bacilo, como el ultra, se ha hecho penicilino-resistente.¿Qué hacer, entonces? Iba yo a comprar el pan y me encontré al viejo Paracelso, muy puesto de túnica:

-La herboristería, hijo, la herboristería.

Efectivamente, de un tiempo a esta parte el personal está volviendo a las hierbas de la abuela, los remedios caseros y los productos naturales. Por ejemplo, la artemisa, que es estimulante, o el romero, que combate la debilidad. Pienso que, de igual modo, para los males venéreo-políticos del país, debemos olvidarnos de los grandes laboratorios multinacionales, de las violentas farmacopeas internacionalistas, y volver a las viejas hierbas que ya crecían en Grecia al paso de Heráclito y de Onassis: o sea, la democracia. Quiero decir que todo está inventado.

Lo peligroso, en política, son los curanderos, los iluminados, los grandes y falsos profetas que traenremedios nuevos y visiones milenaristas. Los grandes problemas tienen más bien soluciones modestas, como la democracia y así. Hubo un tiempo, los años treinta -la década ominosa- en que Europa fue un hervidero de fascismos y curaciones milagrosas. Aquello era tan espectacular como mortífero. Luego se ha visto que no. Que nos iba mejor con la moderna hierba de la democracia.

-A grandes males, grandes remedios -me dice Ruiz-Gallardón desde la otra acera, gritando por encima de los coches, mientras pasea su hidra marxista, como todas las mañanas.

No, José María. A grandes males, pequeños remedios. No sea que, como diría el quiosquero, sea peor el remedio que la enfermedad. (El quiosquero, como Sancho, habla en refrán y dice aquello de «Dios me entiende», que tanto le gustaba a Bergarnín, aunque los críticos apresurados sostienen que a Bergamín no le entiende ni Dios.)

-0 sea que la gente se está desengañando del antibiótico y del fascismo -dice el abrecoches, impaciente siempre por la síntesis.

Tampoco es eso. Los antibióticos han salvado vidas. Y las que salvarán. Los toreros le hicieron un busto a Fleming. Lo último que hubiera esperado el gran investigador era convertirse en una gloria torera y en una costa de pecado. Pero ya me decía Larra, cuando tomábamos chocolate a la española en el café del Príncipe, con Paco Nieva, que la fama es siempre un equívoco. Lo que pasa es que la gente, un poco desengañada de las soluciones espectaculares, celéricas y sangrientas, está volviendo a la humilde herboristería democrática, que tiene hierbas y soluciones para todo. No cura el cáncer, pero ayuda a vivir dignamente.

En Madrid y en Barcelona he visitado antiguas herboristerías perfumadas de abrótano y pasado, de belladona y anacronismo. Conmigo, del brazo y en el recuerdo, Joan Perucho, Alvaro Cunqueiro, los grandes sabedores del tema. Los que, por históricos y periféricos, repudian la violencia centralista y nos invitan al cantueso del federalismo, la acedera de la democracia y la hermosa mandrágora de la libertad.

Me lo dijo Paracelso cuando, como digo, iba yo a comprar el pan y él se me perfilaba como un Cunqueiro entre latín y galaico, con el gesto suave y antiguo de Tierno Galván:

-Todo está inventado, hijo.

Dejémonos de soluciones iluminadas, milenaristas y fanáticas. Volvamos, como las amas de casa están volviendo a las hierbas, a nuestra vieja herboristería política: democracia, liberalismo, federalismo, socialismo. Todo está inventado. Y bastante bien inventado.

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