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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La huelga de los PNN

DESDE HACE unas semanas la enseñanza secundaria está semiparalizada como consecuencia de la huelga de profesores no numerarios (PNN). El Ministerio Menéndez, qué se ha encontrado con un grave problema heredado del pasado, no ha podido hallar hasta el momento la solución a un problema que afecta a más de 12.000 docentes de los institutos nacionales de bachillerato y que padecen millones de familias españolas.Como sucede en toda sociedad poco transparente, los días pasan y las posturas se enconan sin que se llegue a comprender cuáles son las razones y las culpas que, como es lógico en todo conflicto, están a la base de las posiciones de las partes en litigio: el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC), los PNN y los licenciados actualmente en paro.

Para empezar, es preciso destacar la responsabilidad que al MEC incumbe en la situación presente. Esta se originó hace años, coincidiendo con la expansión del sistema educativo a nivel de bachillerato y la consiguiente demanda de profesorado. La respuesta de la Administración fue la más fácil. Se contrató-personal en condiciones que, de producirse en la empresa privada, la propia Administración hubiera perseguido: el contratado podía ser libremente despedido, no gozaba de seguro de paro, tenía los mismos deberes que el profesorado numerario, pero sin gozar de su sueldo y estabilidad...

Es más, al actuar así el MEC vulneraba doblemente el Estatuto de Funcionarios Civiles del Estado que, en su artículo 5, señala que sólo se pueden nombrar.funcionarios interinos por razones de necesidad y urgencia y entanto no se provean las plazas por-funcionarlos de carrera: así como el artículo 6. referente a la admisión de personal contratado. De esta forma. se ha convertido en normal un procedimiento para cubrir plazas que es absolutamente excepcional.

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¡Poderoso caballero es Don Dinero! -ustaba afirmar Francisco de Quevedo, Y con razón. A fuerza de justicia la responsabilidad última de la situación corresponde a Hacienda. Incapaz de hacer realidad la reforma fiscal, luchando con una estructura del gasto deficiente, y ahogado siempre por déficit escandalosos, Hacienda se lanzó a tumba abierta por el camino de contratar a un personal que. dadas las diferencias de retribuciones entre el profesorado de carrera y el no numerario, suponía un ahorro considerable. Como los cordones de la bolsa estaban en manos de Hacienda. Educación debió aceptar la bomba de relojería colocada en su parcela administrativa. Y esa bomba ha estallado en el año de gracia de 1977, probablemente con ocasión del decreto de plantillas aprobado el pasado mes de diciembre.

Dicho decreto busca solucionar, en la óptica del MEC, el problema de la estabilidad en el empleo de los PNN. Estos, sin embargo, no parecen muy de acuerdo con la Administración. En primer lugar, dicen, las plantillas seguirán sin adecuarse a la realidad al haber -¡maravillosa ficción!- interinos ocupando plazas oficialmente inexistentes. Pero, además, en el referido decreto saldrán a concurso de traslado y a oposición libre las plazas que, según los PNN, ellos vienen ocupando desde hace muchos años. Añádase a esto: el que un gran número de esos docentes han pasado ya la edad idónea para enfrentarse a una oposición en igualdad de condiciones con licenciados más jóvenes y con conocimientos más frescos; que temarios de la oposición y práctica docente están profundamente divorciados, con lo que la preparación de la misma exigiría un gran esfuerzo a quienes tienen ya unajornada de trabajo dura; que la valoración de los servicios docentes prestados se realiza mediante baremos que minusvaloran la capacidad pedagógica de los PNN.

Y los licenciados en paro, ¿qué opinan? Ante todo aputitan, y no sin razón, que los actuales PNN han sido nombrados discrecionalmente en su inmensa mayoría. Nadie que no gozara de la amistad de un director de instituto o de un delegado provincial ha podido saltar la barrera del paro que se alzaba ante los licenciados. No es menos cierto que, con sus muchos defectos, el sistema de oposición constituye una cierta garantía de objetividad; como tampoceí debe olvidarse que algunos PNN tuvieron en su día oportunidades de acceder a cátedras y agregadurías y que ni no las aprovecharon fue por temor al esfuerzo que su preparación exigía. ¿Qué hacer?

Cierto que la entrada masiva de los PNN como funcionarios de carrera perjudica a quienes pretenden incorporarse al sistema, pero parece que deben prevalecer los derechos adquiridos frente a las expectativas de derechos de los licenciados en paro, máxime cuando del problema planteado los PNN no son responsables sino víctimas.

En el futuro debe exigirse a la Administración que no nombre un solo PNN, salvo que circunstancias absolutamente excepcionales y probadas lo aconsejen. Como también ha de pedírsele que no adopte políticas miopes, diseñadas para salirde situaciones coyuntura!es a costa de retrasar la solución de los problemas y olvidar los intereses a largo plazo del país.

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