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Tribuna:La cuestión catalana / 5
Tribuna
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Cooperación desde la igualdad

El papel de los catalanes en la España que se está tratando de forjar debe estar en el mismo nivel que el de los restantes pueblos que configuran el Estado español, pero, por el bien de todos -señala Ramón Trías Fargas-, ha de respetarse la personalidad propia de Cataluña.

Lo que ha querido siempre Cataluña, y lo que Castilla nunca ha comprendido, es que se la llame a una tarea común a la que pueda aportar libremente y en pie de igualdad sus activos materiales y espirituales. Para eso hace falta que esos activos existan y para que existan y puedan ser aportados a una España de todos, Cataluña debe ser libre. Debe tener libertad para desarrollar su propia personalidad. Además, para colaborar dignamente como deseamos, los derechos de Cataluña han de ser previamente reconocidos. Sin esto no es posible la igualdad. Pero el entendimiento basado en la dignidad, que sólo la igualdad en el trato puede producir, no podrá obtenerse mientras mentes de excepción y liberales por añadidura, nos puedan gritar desde Castilla, como hizo el gran hombre que era Ortega, en su España invertebrada, excluyéndonos de toda tarea común, que «España es una cosa hecha por Castilla y que sólo los castellanos son capaces de comprender y que nada hay más conmovedor como reconstruir el proceso incorporativo que Castilla impone a la perifena peninsular. Desde un principio -dice Ortega- se advierte que Castilla sabe mandar. No hay más que ver la energía con que acierta a mandarse a sí misma. Ser emperador de símismo es la primera condición para imperar a los demás. Castilla se afana por superar en su propio corazón la tendencia al hermetismo aldeano, a la visión angosta de los intereses inmediatos que reinan en los demás pueblos ibéricos.» En este punto, sólo quieto hacer una pregunta. Me quieren decir ustedes ¿qué misión se reserva en esa España supuestamente de todos, a esos catalanes tan aldeanos, de visión tan angosta e interesada, tan herméticos y cerrados?Puesto constructivo

No, así no. Así no vamos a ninguna parte. Si se quiere alistar nuestra colaboración ha de ser por otras vías. Se nos debe hacer un puesto constructivo, estimulante, ilusionado, en el destino común. Y el mando y el imperio deben ser vo cablos proscritos. Esta es una de las cosas que más nos separa. El método. El método autocrático. El ordeno y mando. Esto en Cataluña no es de recibo y no porque se pue da pronunciar desde fuera de Cataluña contra nosotros, sino por que no lo aceptamos de nuestros propios dignatarios. Porque hasta Felipe V tuvimos libertades que defender. Y además de defenderlas para nosotros las queríamos de fender también para Castilla y para España entera. Privilegios de Cataluña es una expresión medie val que ha habido interés en que pareciera significar privilegios frente a, y por encima de, Castilla. En realidad, se trata de privilegios, o en lenguaje actual de garantías, del pueblo catalán, lo mismo que pudieran ser del pueblo castellano, frente a sus respectivos órganos de poder y sus posibles abusos. El catalán quiere ser libre y sufre en carne propia cuando otros pierden la libertad. Nos pareció siempre mal que las Cortes de Castilla dejaran de operar democráticamente mucho antes que las nuestras. En Villalar nuestro corazón estuvo con los comuneros y en consecuencia, cada vez que defendíamos nuestras libertades nos parecía, y nos sigue pareciendo, que asegurábamos las de todos los españoles. Cataluña no quiere nada que no quiera para los demás pueblos de España. Al contrario, Cataluña quiere su libertad con libertad para todos. Pedro III se dirigía a las Cortes de Monzón para decirles: « Si repasáis vuestros fueros, constituciones y privilegios, veréis que sois el pueblomás libre del mundo.» El rey ceremonioso se manifestaba así, con el legítimo orgullo de saberse al frente de un pueblo que le respetaba y seguía voluntariamente porque a su vez se sentía respetado en sus libertades. El ser libres y tener señor que tanto escandalizaba a Quevedo. No se olvide que en los grandes enfrentamientos con las tropas del Centro fue invariablemente el estamento popular del Parlamento Catalán, asistido desde la calle por los pequeños burgueses, los campesinos, los artesanos y en 1936 por las masas populares, el que tomó la delantera en defensa de la identidad catalana. Y es que todos tenían algo propio que defender y no sólo unas independencias estériles por sí mismas. No esgrimíamos nuestros privilegios. frente a una potencia extranjera, que tampoco esto sería ilícito, sino que se defendían las libertades individuales que disfrutaban los catalanes frente a sus propios poderes, cosa que entonces como ahora, era y es un auténtico, pero infinitamente legítimo, privilegio. Los defensores de Cataluña sabían que defendían un sistema político más democrático que el que estaba al uso por otras tierras de España. Y por eso creían que su lucha era también la lucha del pueblo castellano contra unas superestructuras opresoras. Sólo así tienen sentido las palabras del general catalán Antonio de Villarroel, jefe de la defensa de Barcelona frente a las tropas francocastellanas del duque de Berwick, cuando dijo: «Luchamos por nosotros y por la nación española. » Sentencia ésta que no es una exclamación, más o menos afortunada, pero accidental. Manuel Ferrer, del brazo militar, se lamentaba ante el Parlamento Catalán de la época, de que las libertades de Castilla se hubieran visto abolidas en 1520 y se compadecía de la desgracia recaída sobre la nación castellana.

Punto decisivo

Y con esto hemos llegado al punto decisivo de mi tesis. Cataluña está de acuerdo con aportar sus esfuerzos a una España moderna y libre, siempre que se le permita contribuir una parte auténtica de sí misma. Para ello, Cataluña debe poder ser libre, ya que de otra forma no puede ser creadora. Se trata de asegurar una Cataluña individualizada, que libremente y en pie de igualdad se sume a la tarea común. Si me permiten ponerme castizo por un momento, les diré que queremos estar juntos, pero que no podemos estar revueltos. Cataluña quiere una España de todos que pueda ser su España. Lo que no quiere Cataluña son unas estructuras estatales milagreras, de visión decadente y retrógrada, aconchaivadas con unas capas sociales opresoras y fanáticas, que son las que han privado al pueblo castellano de sus libertades, tanto o más que a los catalanes. No fue Castilla la que oprimió a Cataluña sino la Casa de Austria, primero, y después un nieto del rey de Francia, y así sucesivamente.

En definitiva, Cataluña está con el pueblo castellano y con todos los pueblos que cobija el Estado español que aspiren a una vida democrática y de soberanía popular. Esta es nuestra España y no otra.

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