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Grave atentado contra el Palacio de Congresos de Roma

El Palacio de Congresos de Roma ha sido prácticamente devastado por un incendio intencional. Una llamada telefónica a la oficina central de la radio y televisión atribuyó la paternidad del atentado al grupo «Nuevos Partisanos», que ya el 6 de junio del año pasado incendió un cine en vísperas de un mitin del Movimiento Social Italiano (MSI-DN, neofascista).También esta vez figuraba en programa para el jueves próximo la celebración del congreso del citado movimiento, de más actualidad política que nunca después de la reciente escisión del denominado grupo de «Democracia Nacional». En el mismo palacio se había concluido el domingo pasado el tercer convenio nacional de los «Cristianos para el socialismo», con la participación del alcalde Giulio Carlo Argan y de Alfonso Carlos Comín por los cristianos españoles. Se había criticado el proyecto de revisión de concordato de Andreotti y sobre todo se había concluido con una mezcla confusa de creencias y solidaridades cristianas en las luchas de liberación.

Nada tienen que ver estas luchas con el destino que ha sufrido el funcional palacio que tantos discursos de derechas y de izquierdas suele acoger. El incendio tiene evidentemente como destinatario el congreso político «missino»; no se trata, pues, de un episodio aislado de intolerancia y violencia política. La noche del domingo pasado, a pocos centenares de metros del hotel «Satélite» de Ostia, el puerto de mar de Roma, donde el comité provincial del partido neofascista iba a celebrar una reunión preparatoria, dos jóvenes resultaron heridos por dos tiros de pistola disparados por personas que lograron darse a la fuga. La noche anterior, en el bar-restaurante del mismo hotel, había estallado una bomba.

El mismo día las «Brigadas Rojas» se atribuyeron la paternidad de tres atentados contra centralitas telefónicas de la Compañía de Teléfonos, aislando en un caso los teléfonos del Ministerio del Tesoro e inutilizando otros miles de aparatos. La técnica en estos casos fue el coctel «molotov» o el rociado de gasolina, tan fácil como dañoso.

La cuestión de las responsabilidades se está haciendo un rompecabezas, tanto para la opinión pública como para la justicia.

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