Entre el avance de la izquierda y la clarificación de la derecha
Un obstáculo que tendrá que superar el presidente de la República no es precisamente su adversario político natural, la Unión de la Izquierda, sino el RPR, la sigla gaullista que, el último 5 de diciembre, inauguró la era del «chiraquismo». El propio Giscard d'Estaing ya anunció que, en su próxima conferencia de prensa, el 17 de este mes, clarificaría la situación política de la mayoría gubernamental. Esta clarificación no puede aludir más que a su antiguo primer ministro, Jacques Chirac, a su movimiento, a sus intenciones últimas: frenar en seco el avance de la izquierda, es decir, del colectivismo, según la bandera de combate de la derecha, y hacerle la cama, al mismo tiempo, a la encarnación de la gran burguesía liberal representada por Giscard en favor de la pequeña burguesía autoritaria cuyo símbolo sería un poder con Chirac al frente.De todas maneras la clarificación prometida no resolverá los problemas de coyuntura interna que divide al chiraquismo y al giscardismo. La cuestión europea en primer lugar: el reciente fallo del consejo constitucional, admitiendo la compatibilidad entre el Parlamento Europeo elegido por sufragio universal directo y la constitución francesa, facilitó la tarea europeísta del presidente, pero también fijó los límites estrechos en materia de supranacionalidad, al resaltar, a la luz de la constitución, el carácter inalienable de la soberanía nacional y la indivisibilidad de la República.
Chirac, por su parte, ya declaró que aceptará el sufragio universal europeo con tres condiciones: que el Gobierno se comprometa a no admitir ninguna extensión de los poderes del Parlamento comunitario, que el escrutinio no tenga ningún carácter regional y que se desarrolle simultáneamente en todos los estados, según las mismas reglas. Un grupo de gaullistas, minoritario, no sigue al presidente ni con condiciones. Se trata de los puros, con Alexandre Sanguinetti y Michel Debré a la cabeza. El primero ya anunció que llegaría a la ruptura con la mayoría gubernamental. Debré, el próximo día 20, lanzará un Comité por la Independencia y la Unidad de Francia para combatir a Giscard.
El modo de escrutinio, mayoritario, impuesto por De Gaulle en 1958, para favorecer el movimiento gaullista, constituye otro motivo latente de discordia entre chiraquistas y partidarios del presidente.
Desde hace algún tiempo se sospecha que el último recurso de Giscard contra la izquierda y contra el RPR de Chirac sería introducir el sistema proporcional: así, se supone, algunos diputados de la izquierda no tendrían necesidad del PCF y del PS para ser elegidos y abandonarían la Unión, al mismo tiempo que el escrutinio proporcional también, favorecería la elección de parlamentarios centristas y no gaullistas. Hace unos días, el delegado político del RPR, señor Guéna, ya se adelantó a las posibles intenciones del presidente: «Si se toca a la ley electoral, que nadie lo dude, nos opondremos de la manera más absoluta.»
La media Francia que representa la Unión de la Izquierda someterá al presidente al primer gran test de este año en el que, a juicio de la opinión general, va a jugar su septenato. Las elecciones de los días 13 y 20 del próximo marzo serán consecuencia, en gran parte, del resultado eventual del plan Barre y del giro que Giscard haya podido dar a las divisiones actuales de su mayoría.
Paralelamente, las municipales determinarán el futuro inmediato cara a las legislativas. A pesar de todos los desmentidos oficiales, nadie está seguro actualmente de que las elecciones generales se celebren al finalizar la legislatura, en la primavera del 78.
«Será el resultado de las municipales el que fijará con cierta claridad la suerte de Giscard y la fecha de las elecciones que pudiesen celebrarse después», advirtieron hace unos
días los gaullistas.
El presidente, para vencer el obstáculo decisivo que serán las municipales, cuenta de antemano con los resultados positivos, ya visibles para entonces, del plan Barre, con la solución, aunque sólo fuese provisional, de los problemas que dividen a su mayoría, y con las dificultades que no le faltan a la Unión de la Izquierda. La cuestión europea, a juicio de Giscard, no será dramática en la mayoría y, por el contrario, le favorecerá como consecuencia de los puntos de vista diferentes que sostienen comunistas y socialistas. Los primeros, igual que Debré y Sanguinetti, continúan rechazando categóricamente el parlamento por sufragio universal. Los socialistas, partidarios condicionales, intentan no dramatizar estas diferencias con sus aliados del programa común.
De todas maneras, para el presidente francés, con 1977, empezó un año de doce meses de invierno que darán con él en las penumbras mediocres de la historia o que le servirán para inscribirse en ella como el hombre que supo realizar el milagro.
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