Zahara,
una muchacha persa de dieciséis años de edad fue condenada a muerte por sus padres cuando se enteraron de que estaba enamorada de un imán mahometano llamado Yadola. Entre los tres métodos de ejecución que le propusieron -morir electrocutada, envenenada o arrollada por un automóvil- todos ellos muy «tecnológicos», Zahara escogió el último y aunque sufrió graves lesiones, sobrevivió a la ejecución.
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