_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Tercer Mundo, entre la guerra y las negociaciones

Para el Tercer Mundo, el año que ahora concluye había comenzado bajo el signo de dos guerras civiles. Angola y Líbano, cuyas secuelas permanecen aún manifiestas. Y queda cerrado con la perspectiva de una gran negociación, la de Oriente Medio y la continuación de otra Rodesia, que va a tener hondas repercusiones sobre el futuro de la parte meridional del continente africano. Precisamente, esos dos conflictos inciden de manera directa sobre el desarrollo de ambos diálogos internacionales; por otra parte han tenido también como consecuencia el ahondamiento de las divisiones en esa vasta zona que sólo tiene en común hasta ahora su subdesarrollo marcando mayores distancias entre los regímenes progresistas y conservadores del área. A esto ha contribuido también el contencioso saharaui que, nacido de una torpe descolonización por parte de España, ha suscitado una peligrosa tensión en el norte de Africa, donde uno de los países implicados. Argelia, ha institucionalizado una revolución que aspira a ser un modelo de socialismo para el Tercer Mundo.Ha sido precisamente el conflicto angoleño sobre todo la instalación en Luanda de un régimen socialista, lo que ha empujado a la negociación sobre el futuro de Rodesia, controlada por un régimen minoritario blanco cuyos dias se pueden contar ya. El secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger logró convencer al primer ministro rodesiano lan Smith de que la única manera de mantener su nación bajo la órbita occidental era la vía del diáloao con los nacionalistas africanos para llegar a la instalación de un Gobierno de la mayoría, ya que si éste se imponía por la fuerza de las armas el «contagio» angoleño y mozambiqueño sería inevitable.

Por su parte, la guerra civil libanesa ha dejado a la nación en un lugar similar, a nivel interno, al existente al comienzo del conflicto hace dieciocho meses, eso sí, dejando tras sí un cúmulo de muerte y destrucción. Pero se ha tratado de una guerra que forzosamente hay que incluir en el plano de la región, en el marco del conflicto de Oriente Medio, por eso hay que resaltar una primera consecuencia: la «arabización» de Líbano, impuesta por los 30.000 soldados sirios que ocupan su suelo. En segundo lugar ha representado un duro golpe para la resistencia palestina. Y es éste un factor de importancia cara a la reanudación de la otra conferencia de Ginebra, la que reunirá a árabes e israelíes, que debe tener lugar antes de marzo y con la presencia palestina, según resolución de la Asamblea General de la ONU, lo que ha supuesto un éxito para el movimiento palestino junto a otra decisión de la Asamblea de la organización mundial: la creación de un Estado palestino sobre terrenos ocupados por Israel. Pero los palestinos, quebrantados por el conflicto libanés, no están va en condiciones de explotar esos triunfos internacionales. Nuevamente han sido sacrificados por los países de la región, Egipto, Siria, Jordania, que bajo la égida de Arabia Saudita han saldado sus diferencias en aras a una «solución global» del conflicto en la línea trazada por Kissinger.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_