El PC francés, ante una violenta campaña anticomunista
La presentación en una popular emisión de la televisión francesa del filme La confesión, basado en la famosa obra de London y dirigido por Costa Gavras, ha servido como detonador para una polémica de claro contenido y que se adapta a las mil maravillas a la coyuntura política. En la emisión intervino, como representante del Partido Comunista Francés, uno de los intelectuales marxistas más conocidos y discutidos, Jean Kanapa.
Kanapa se distinguió en los años cuarenta y cincuenta como mediocre vulgarizador de la doctrina leninista, pasada por el filtro de Stalin, al igual que entonces su amigo y hoy adversario Roger Garaudy. Los panfletos de ambos autores y del señor Cogniot se publican en la editorial del PC Francés. Editions Sociales, y constituían una apasionada defensa de la vía stalinista. Garaudy, perdió poco a poco la fe en Moscú y terminó rompiendo con su partido, como todo el mundo sabe. Kanapa, se ha mantenido, por el contrario, fiel a la ortodoxia del PCF, que por avatares de la historia resulta ser contradictoria con la otra ortodoxia de las otras décadas.
Con la llegada del eurocomunismo, el señor Kanapa se ha convertido en el defensor a ultranza del socialismo en libertad y de la vía frentepopulista hacia el Programa Común. La utilización de semejante teórico en la defensa de una tesis que exigiría al menos hombres nuevos, no deja de ser una torpeza táctica de los comunistas franceses. No contentos con semejante error, han vuelto a colocar ante la opinión pública de todo el país al señor Kanapa, para que defendiera como mejor supiera por qué el PCF se calló durante tantos años mientras José Stalin ejecutaba a los veteranos de la guerra de España, promovía juicios a los dirigentes del KOMINTERN, «limpiaba» Checoslovaquia, Hungría, Polonia y demás países de supuestos «infiltrados contrarrevolucionarios», etcétera.
Kanapa volvió a repetir por televisión lo que tantas veces hemos escuchado de otros labios y que cada día que pasa resulta más difícil de justificar: « Nosotros no sabíamos. Nuestra fe en los destinos de la Unión Soviética y de los dirigentes de aquel país nos impedían sospechar lo que estaba pasando»
Ni que decir tiene que semejante declaración provocó inmediatamente las más violentas reacciones en casi todos los medios de comunicación de masas franceses. Y lo que comenzó como una anécdota parece que puede convertirse en una campaña anticomunista de envergadura. Campaña que la mayoría gaullista y giscardiana aprovecharía, sin duda, pero que puede implicar a los socialistas que con tanta vehemencia como sinceridad criticaron los crímenes del stalinismo.
Aunque parezca marginal, nadie puede sostener hoy en Occidente ni siquiera en los países del Este que lo que sucedía con dirigentes íntegros «militantes históricos» en Moscú o en Praga era un secreto. Ernst Fischer, el gran intelectual marxista austriaco, cuenta en sus memorias recientemente aparecidas en castellano (Siglo XXI. Madrid) que Togliatti y otros dirigentes comunistas exiliados en Moscú estaban al tanto de los juicios, deportaciones y «desapariciones». Dimitrov, santón de la Internacional, sabía también qué pasaba, porque algunas de las víctimas eran sus ni próximos colaboradores...
La cuestión no radica, por supuesto, en«saber o no saber», sino que las consecuencias que para un partido comunista como el francés pueden tener estas actuaciones, nada fantásticas por cierto. Es fácil de adivinar que tras la marejada está la mano de la derecha. Pero una alianza tan débil como la de la unidad de la izquierda en Francia puede naufragar estrepitosamente por la simple acumulación de pretextos. La confesión ha sido el primero. No será el último
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