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Strauss ofrece de nuevo su colaboración con la Unión Cristianodemócrata alemana

Cuando todo parecía decidido, cuando el divorcio entre la CDU de Helmut Kohl y la CSU de Franz-Josef Strauss se daba por hecho, el incontrolable político bávaro sorprendió a la opinión pública con un papel que se había sacado de la manga y que no era otra cosa que una nueva oferta de negociación con los cristianodemócratas para restituir la fracción parlamentaria conjunta con un leve retoque del reparto de funciones entre los dos partidos cristianos. Por voluntad de Strauss la CSU está dispuesta a volver al redil siempre y cuando la CDU acepte ciertas condiciones como la de conceder a la CSU una mayor independencia en algunos puntos disconformes, amén de concederla un trozo más grande del pastel financiero de la unión, Franz-Josef Strauss ha vuelto a demostrar su finísimo olfato político, su sensibilidad para registrar cambios de orientación en su partido. Strauss no tiene nada de Quijote, aunque sí bastante de Sancho Panza.El clima político en la República Federal se ha enrarecido de modo absolutamente desacostumbrado a lo largo de los meses pasados. A las desavenencias entre los partidos de la oposición ha seguido la incalificable torpeza política de la actual y futura coalición gubernamental en el asunto de las pensiones que ha restado mucha credibilidad al actual canciller Helmut Schmidt. Once millones de jubilados no constituyen un sector insignificante de la población, un sector al que puedan hacerse promesas y más promesas sin intención de su cumplimiento. De seguir por el sendero que tanto los socialdemócratas y liberales como cristianodemócratas y cristianosociales señalan, la democracia y la concepción de Estado de los ciudadanos podría sufrir daños de consecuencias incalculables. Unos y otros han tratado en las pasadas semanas al electorado como si se tratase de un menor de edad, un menor de edad de quien dependen, sin embargo, sus mandatos.

Las andanzas de Strauss, las incomprensibles decisiones de Schmidt han hecho perder a muchos alemanes la fe en la calidad de sus votos. O, como me decía hace algunos días un modesto trabajador: El problema consiste en que la estructura interna de los partidos alemanes. ha impedido el relevo a tiempo, hacen falta nuevas caras. Lo que padecemos son los viejos de siempre, cuyos trucos, conocidos en exceso, se han hecho ya insoportables.

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