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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jardín umbrío

«En Santiago de Galicia, como ha sido uno de los santuarios del mundo, las almas todavía conservan los ojos abiertos para el milagro.»Con estas palabras concluye don Ramón del Valle-Inclán, quizá el escritor más vivo hoy de la generación del 98, uno de los relatos que han servido de argumento para este filme de aparición reciente entre nosotros. Junto con el que le da título: Beatriz forma parte de su libro Jardín umbrio, jardín de la memoria infantil repleto, según propia confesión, de historias de santos, de almas en pena, de duendes y ladrones. Si el estilo del escritor camina habitualmente por el sendero de la pura metáfora, en esta serie de cuentos se vuelve más escueto, incluso más sincero, quizá debido al tipo de recuerdos que evoca. Son cuentos que por entonces relataban las viejas criadas, antiguas doncellas como la real o inventada Micaela la galana, historias -nos dice Valle-, de un misterio candoroso y trágico que le asustaron de noche muchas veces y por ello inolvidables. Es decir, una especie de tradiciones orales, cuentos para no dormir cuando el cine no existía. rescatadas para la pantalla por la vigencia actual de lo fantástico, de la mano de Gonzalo Suárez.

Beatriz

Argumento de Ramón de Valle-Inclán. Guión, Gonzalo Suárez y Santiago Moncada. Fotografía, Carlos Suárez. Dirección Gonzalo Suárez. Intérpretes, José Sacristán, Jorge Rivero, Carmen Sevilla, Sandra Mozarowsky, Nadiuska. España. Color. Dramático. 1976. Local de estreno: Carlos III y Princesa.

Aunque basado el guión en las dos mencionadas, el realizador y Santiago Moncada, se han servido de diversos personajes y secuencias del libro, centrando la acción en torno a las figuras de Beatriz y la madre, recreando otros como el de Máximo Bretel, muy bien interpretado por José Sacristán, que a través de los diálogos sobre todo, trae resonancias acusadas del autor de las Sonatas. Todo el filme, en su primera parte, fía su interés a la doble corriente erótica y fantástica en la que el diablo anda por medio. Quizá el hecho de no elegir una obra fundamental del autor, aparte de permitir mayores libertades, haya venido a resultar un acierto en definitiva, pues en el caso de anteriores adaptaciones, el mayor escollo a salvar era, fundamentalmente, el del lenguaje. El estilo, en lo que a diálogos, ambiente y paisaje se refiere, se halla dado aquí acertadamente, sobre todo, en la parte primera; no exactamente el del libro, más cerca de las Sonatas con sus condesas refinadas, atormentadas por la fe y el amor en sus jardines señoriales sino el de las comedias bárbaras, rural y crédulo, cruzado por ráfagas de lujuria soterrada, clérigos y frailes pecadores, canónigos, saludadoras y penitenciarios.

No sabemos si el hecho de que la historia se vuelva confusa a ratos debe cargarse a la cuenta del guión, a autocensura o a censura posterior, dado el breve montaje de la película. De todas formas, es preciso decir que el reparto, en extremo comercial, ha sido utilizado con inteligencia, sin vaciarse en los excesos habituales y que tanto José Sacristán como Jorge Rivero y Carmen Sevilla llevan a cabo una labor excelente, aunque ésta última resulte demasiado hierática. Salvo algunas escenas en la segunda parte de la historia, servidumbre más o menos velada a la moda por el desnudo vigente todavía, la película se halla muy bien realizada, con una espléndida fotografía.

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