Las mismas caras
Todo parece indicar que los 511 escaños de la próxima Cámara Baja del Parlamento tras las primeras elecciones de la llamada «época Lockheed», serán ocupadas por las mismas personas que lo han venido haciendo hasta el presente. Es casi seguro que los liberal demócratas seguirán imponiendo su hegemonía sobre la arena política japonesa. Una mínima campaña de descrédito ha sido montada por los cuatro partidos de la oposición. Su base, los sobornos de la Lockheed. Sin embargo, la opinión pública sabe que la corrupción no es exclusiva de un solo partido, y por ello nadie se sorprendió cuando los liberaldemócratas contraatacaron y expusieron diversos escándalos concernientes a la oposición. A través de todos los medios de información, se ventilaron los asuntos del gobernador de una provincia situada al norte de Tokio, que se había visto envuelto en ciertas transacciones para la compraventa de unos terrenos: los socialistas -grupo al que pertenecía el citado político- bajaron la cabeza. Siguieron después revelaciones acerca de una de las más importantes figuras del comité central del Partido Comunista, de quien se dice que participó en un interrogatorio de otro miembro de dicho partido, y del que nunca más se supo. Aquello ocurría en Pekín en la década de los cincuenta. Las respuestas siempre son las mismas: «Calumnias».Las encuestas son taxativas sobre la credibilidad que merecen al público japonés los políticos. Aproximadamente un 60 % de la opinión responde tajantemente: todos los políticos, sean de la tendencia que sean, se corrompen de una u otra forma. Se aducen como causas la necesidad de recaudar fondos para financiar las costosísimas campañas electorales, la facilidad que implica el actual sistema al poner en contactó a políticos y grupos financieros, etcétera. Como muy bien apuntaba un comentarista de prensa norteamericano, «a los grandes cambios se llega, en este país, no a través de una revolución, sino por medio del consenso general de las oligarquías». Por ello sorprendió un artículo en el que se relataban algunas irregularidades en el pago de los impuestos del, por entonces, primer ministro, señor Tanaka. Era la época del Watergate en Estados Unidos. La polvareda levantada por el citado, artículo, que apareció en un semanario de circulación media, conmovió a la gente que se lanzó a la calle pidiendo responsabilidades. La corrupción alcanzaba a todos los estamentos nacionales. Las mismas campañas fueron utilizadas por los diversos grupos que luchaban por acercarse más aún al poder. Para los japoneses, el escándalo del Watergate fue un espectáculo divertido mientras concernía solamente a los norteamericanos. Cuando los primeros rumores sobre la situación nacional empezaron a circular, una ola de estupor al principio, de rabia e indignación después, se apoderó del país. Todos los medios de información, incluso el más conservador, la Radiotelevisión Nacional (NHK), se lanzaron a descubrir escándalos. El director general del citado organismo fue destituido de su cargo por visitar al antiguo primer ministro Tanaka, al serle otorgada, a este último, la libertad provisional. En Japón han comenzado a suceder cosas que antes parecían imposibles. Un grupo de jóvenes parlamentarios, pertenecientes al Partido Liberaldemócrata, se escindieron, creando una nueva plataforma alejada de la corriente de corrupción que envuelve al país. Su líder, el señor Kono, perteneciente a una familia de larga tradición política, ha empezado a recaudar fondos por las calles: donaciones mínimas para evitar la corruptela de las grandes compañías y de los políticos demasiado profesionales. En una de sus primeras apariciones en público, llevada a cabo desde lo alto de una camioneta en la ciudad de Kioto fue objeto, el señor Kono, de un ataque suicida por un ya kutza -miembro de algún grupo mafioso que, tradicionali-nenteen este país, financia la extrema derecha).
De todos modos, el panorama político se irá siendo el mismo.
La oligarquía económica y política que domina el país desde hace más de cien años, continuará. Tanaka, un desconocido, confirma la regla. El, por su extracción campesina, ha sido el chivo expiatorio de la corrupción del partido. Hoy se perfilan las coordenadas de una nueva lucha por el poder en el Imperio del Sol Naciente. Se apunta como perdedor, ya desde su nominación, al señor Miki, actual primer ministro y hombre bueno del partido, pero que, según los delfines de su grupo, ha llevado demasiado lejos las investigaciones acerca de la Lockheed, lo que le ha permitido seguir en el poder durante este largo período. A nivel popular se dice que, posiblemente, Miki morirá de cáncer de hígado, forma utilizada para explicar el harakiri.
Sin pecar de pesimista, se puede vislumbrar un totalitarismo que viene orquestado desde hace mucho por las mismas esferas que durante muchos, muchísimos años, han dominado la realidad nipona.
El escepticismo del electorado es muestra clara de que la familia japonesa se ve impotente ante las maniobras de los políticos en el poder. Ese poder que sólo permite la publicación de ciertos escándalos Y no deja, bajo ningún concepto, llegar a la base misma del escándalo.
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