"La entrada en Europá será una consecuencia logica de la reforma política"
Aunque la negociación sobre las doscientas millas -iniciadas ayer en la capital belga- y la pendiente adaptación del acuerdo comercial de junio dé 1970 discurren por cauces distintos, sobre Raimundo Bassols ya pesan dos responsabilidades: su bautismo diplomático ante los medios comunitarios (las negociaciones marítimas deberían concluir en diciembre de este año) y un cierto ataque de negligencia al Gobierno español por comenzar a actuar, quizá demasiado tarde. Hay otros métodos aparte de los cauces diplomáticos.«No estoy de acuerdo en este último punto, pues tengo la completa seguridad de que fuimos el primer país que presentó la nota verbal para solicitar la apertura de negociaciones por los perjuicios que implica la decisión del Consejo de Ministros comunitario de 30 de octubre. Después de las fiestas del largo fin de semana de primeros de noviembre, el día"3, a la una de la tarde, la misión española ante la CEE presentaba la citada nota verbal. La víspera de la apertura de negociaciones preparatorias, el día 5, todavía completamos ese primer paso con otra nota de carácter jurídico sobre nuestros intereses de pesca en la zona atlántica. Tengo la conciencia tranquila porque España es absolutamente consciente del gran perjuicio que esta medida causa a la flota pesquera nacional. España no podía actuar hasta que la CEE no tomara definitivamente la decisión de ampliación de sus aguas jurisdiccionales a doscientas millas.»
Los objetivos españoles
«Yo no creo que la Comunidad Económica Europea nos trate con distinto rasero que a otros países, pero hay intereses históricos, por ejemplo con las antiguas colonias, que la CEE ha de tener en cuenta. », Raimundo Bassols tampoco cree que las dilatadas negociaciones Madrid-Bruselas para la adecuación del acuerdo de junio de 1970 se deban mezclar con aspectos políticos. Los comunitarios tienen bien claro que para negociar, sustituir o adaptar un simple acuerdo comercial no hace falta ser democrático y ni siquiera europeo. A pesar del bloqueo de las conversaciones España-CEE por las ejecuciones de septiembre de 1975, a pesar de la gira europea de Areilza, como ministro de Asuntos Exteriores, ofreciendo la imagen de una España protodemocrática en febrero de este año..., Bassols puntualiza:
«Es cierto que ha habido cierta confusión en el marco de las relaciones hispano-comunitarias. Pero es evidente que nuestro plantea miento es claro. Existen dos objetivos a cumplir en el futuro y que no hay que confundir. El primer objetivo a largo plazo es a la vez político y económico y fue enunciado en el primer Gobierno de la Monarquía por José María de Areilza y ratificado por el actual ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, en el curso de los viajes que de hecho derecho en las comunidades europeas a partir del momento en que lo permita nuestra evolución política interna.
Pero mientras tanto, y desde el 1 de enero de 1973 -con la entrada de tres miembros en la CEE-, el texto jurídico que nos vincula a la Comunidad ha quedado desfasado y los intentos para paliar ese vacío jurídico han sido nulos.
«Es precisamente en este punto donde se centra el segundo objetivo español. La adaptación del acuerdo comercial por medio de la extensión de los efectos económicos que produce el acuerdo a los, tres nuevos países de la CEE: Dinamarca, Gran Bretaña e Irlanda. Es evidente que la situación actual crea un claro desequilibrio, ya que la Comunidad de los nueve está manteniendo un acuerdo que sólo es válido para la primitiva Europa de los seis. Situación paradójica y anormal a todas luces y que las dos partes negociadoras están dispuestas a solucionar para eliminar las discriminaciones que se producen respecto a los tres nuevos miembros. Extensión, por tanto, del acuerdo de 1970 a la Europa de los nueve, en tanto no se solicite la integración de pleno derecho. Entonces intervendrán los factores políticos; es decir, los requisitos y las condiciones democráticas establecidas en el Tratado de Roma que instituyó la CEE. »
Raimundo Bassols es un hombre optimista que cree en la reforma. Porque España no se trasforma en régimen democrático por necesidad imperiosa de engancharse en el carro europeo, sino que la refor ma política se hace porque así lo desea el país, sin que la evolución interna esté condicionada por la entrada en Europa. « La entrada en Europa será una consecuencia lógica de la reforma. política que pensamos hacer los propios españoles. »
El nuevo embajador ponía los puntos sobre las íes mientras el teléfono directo enviaba felicidades, enhorabuenas, despedidas, invitaciones, cenas apretadas en los escasos y largos veinte días que median hasta el traslado definitivoal 25 de la rue de la Loi.
Raimundo Bassols, a caballo entre el palacio de Santa Cruz y el edificio anodino y uniforme de la Misión de España ante la CEE, saludaba casi siempre con un «¿Cómo estás, embajador?».
-¿Y cuáles son sus previsiones para la adhesión?
-Nosotros pediremos la solicitud de integración -en las comunidades después de las elecciones de la pnirnavera de 1977. Calculo que por la experiencia de otras negociaciones (Gran Bretaña, Irlanda, Dinamarca) nuestro proceso de integración podrá durar unos tres o .Cuatro años. Es decir, más o menos para 1980 podremos ser miembros de pleno derecho de las comunidades. europeas.
Cuando llegue esta fecha, España podrá llenar un amplio capítulo de desencantos en sus llamadas a la puerta del Mercado Común. La carta incontestada, de 1962 solicitando, la apertura de conversaciones, la inclusión en la política global mediterránea junto con los países árabes ribereños e Israel, las acusaciones contra los aceros españoles por penetrar mediante la técnica ¡legal de dumping, el aceptar las reglas de la política agrícola común, designo claramente proteccionista, las discriminaciones de los trabajadores españoles por proceder de países terceros, el acercamiento a veces más próximo y más directo- entre la oposición y las autoridades comunitarias, que entre la Comisión de la CEE y la Misión española... Raimundo Bassols no llega a una embajada atractiva, después de los once años de negociaciones condicionadas y difíciles de su predecesor, Alberto Ullastres.
«Efectivamente, no es un puesto fácil. Pero para mí, sí resulta atractivo, precisamente por ¡a dificultad y la complejidad que encierra el tema de las relaciones España-CEE.»
Los viajes de Bassols
Para Raimundo Bassols, el edificio Berlaymont -sede de la Comisión-, la Grande Place de Bruselas, o los aspectos más fríos y contradictorios de los europeos liberales resultan familiares por sus cargos de subdirector general de Organismos de Integración de. Europa y director general de Relaciones Económicas Internacionales. -Todavía un último viaje desempeñando su anterior cargo.
-La gira por las nueve capitales europeas que realizaron el embajador Ullastres y usted en septiembre pasado fue calificado de inoportuno en medios comunitarios e, incluso, se habló de escaso eco. ¿Por qué se realizó aquel viaje, casi de forma precipitada?
"Es cierto que en aquel momento esta visita a los Gobiernos de los países de la CEE no fue acogida favorablemente en todos los medios. Pero ahora pienso que aquellos viajes fueron necesarios para que España dejara bien claro que no estaba de acuerdo con el proyecto de mandato presentado por la Comisión el 6 de julio. El objetivo del vieja era honesto y lógico. ¿Por qué teníamos que esperar a que el Consejo de Ministros de la CEE aprobara un mandato sobre el cuando estábamos dispuestos a negociar?
-¿Cree que el documento de trabajo interno elaborado por la Comisión recientemente -y que al parecer modifica sensiblemente el proyecto inicial de mandato mejorando las ventajas para España puede ser fruto de esos viajes?
-Yo no soy triunfalista, pero soy realista y creo que precisamente las últimas reacciones de los orgánismos comunitarios se pueden calificar de realistas. De lo contrario, las negociaciones podrían seguir aún en punto muerto. Entiendo que no hay nuevo mandato, puesto que para que adquiera la forma de tal necesita la aprobación definitiva del Consejo de Ministros. Pero he oído que el grupo técnico de la Comisión y el Comité de representantes Permanentes (Coreper) están elaborando la nueva propuesta sobre la base de un documento de trabajo que naturalmente, por ser un documento interior de la Comisión, no puedo comentar. Aunque me, han llegado algunas noticias por la prensa, el contenido del citado documento no puede ser analizado todavía por parte española.
-Se habla incluso de un cierto apoyo a la Monarquía. ¿No cree que hay cierto triunfalismo anticipado al mezclar estos pequeños avances en el terreno de la negociación comercial con el acercamiento a Europa, según nuestra evolución a la democracia?
-Repito que tanto por parte española como por parte comunitaria estos dos aspectos están suficientemente claros, pero también cabe pensar que desde Bruselas se mire con cierta simpatía los pasos españoles hacia un régimen democrático.
Las lágrimas agrícolas
Durante la etapa de transición de los tres nuevos miembros del Mercado Común su arancel ha permanecido congelado y España, mediante la fórmula de stand-still, ha disfrutado de este estancamiento en las tarifas aduaneras. Pero a partir del 1 de enero de 1978, Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca tendrán que aplicar la Tarifa Exterior Común. Esto podría producir daños a los productos españoles pues deberán pagar aranceles más elevados para penetrar en los mercados de los tres.
-¿Cuál es la postura española ante este nuevo sacr0cio?
-España lucha por obtener ventajas que compensen estos perjuicios. De ahí, que la dificultad principal de la negociación haya residido siempre en el capítulo agrícola. De hecho, cuando se intentaba negociar la sustitución del actual acuerdo por una zona de libre cambio, el caballo de batalla residía en el equilibrio agrícola-industrial. El primer Gobierno de la Monarquía se dio cuenta que había que abandonar el objetivo del libre cambio, pues a España no le interesaba en absoluto rebajar sus aranceles a cero y sin ningún tipo de protección, hacer frente a la fuerte competitividad de los productos industriales de la CEE, con escasas o nulas ventajas en el capítulo agrícola y lo que es más grave, sin participar en el proceso de decisión de las comunidades con todo lo que ello implica: ser miembro de pleno derecho y disfrutar de las ayudas del Feoga (Fondo Europeo de Orientación y Garantías Agrícolas), Fondo Regional, libre circulación de personas, bienes, capitales y servicios, etcétera.
Y además, a esta difícil situación hay que añadir la oposición de los países comunitarios con producciones agrícolas similares a las españolas -Italia y Francia-, las tensiones entre naranjeros, siderúrgicos, industriales y los distintos ministerios que intervienen en la negociación España-CEE.
Raimundo Bassols no tiene en su nombre ni la C de catalán, ni la T de técnico («Yo no soy político»), que equivale a algo así como tesón y trabajo. Raimundo Bassols tiene una gran R de reforma y de realista.
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