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Cuando la sociedad y el Estado respetan a la prensa

"Todos los hombres del presidente", película sobre el Watergate

Ángel S. Harguindey

A las 2.30 de la madrugada del 17 de junio de 1972 cinco hombres forzaron la entrada en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata, en el Watergate Office Building de Washington: aquello fue el principio del fin. Nixon perdería paulatinamente su sonrisa.Woodward y Berstein, del Washington Post, comenzaban un trabajo profesional cuya culminación sería la caída del presidente. Entrevistas, llamadas telefónicas, revisiones de archivos, toda la tramoya imaginable en pos de una información.

Alan J. Pakula rodó la historia de los reporteros en mayo de 1974. Con un guión de William Goldman y una intepretación de Robert Redford y Dustin Hoffman, Todos los hombres del presidente plantea cuando menos una seria reflexión sobre el trabajo de la prensa en uno de los países más desarrollados del mundo.

La película de Pakula muestra el quehacer cotidiano de la prensa y lo que a nuestro juicio es más importante, un comportamiento social ante la función del periodista que resulta encomiable. Que dos periodistas poco conocidos comiencen una investigación sobre un asunto turbio en el que surjen implicados personajes de la Casa Blanca y que lo desarrollen sin otras complicaciones que las que exige un concepto de la profesión en el que las especulaciones no tienen ningún valor si no están, acompañadas de pruebas y hechos, no sólo resulta lógico sino absolutamente inimaginable para los profesionales de la información en España.

Si usted llama por teléfono a un ministro de Justicia para notificarle que al día siguiente publicará un artículo en el que su nombre se verá envuelto en una de las historias más sórdidas del año, puede ocurrir de todo, pero lo más probable es que la información no salga a la calle.

La Casa Blanca, a todos los niveles, desmentía con constancia las informaciones del Post, pero el diario continuaba su trabajo. Los colaboradores del Comité de Reelección se negaban a hablar, pero Wooward y Berstein conseguían nuevas pistas. El poder de la prensa, que no es otro que el poder de la información de los hechos, demostró sobradamente su eficacia

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