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Editora Nacional: los contratados contestan

Un grupo de contratados despedidos de Editora Nacional vinieron a EL PAIS a mostrar su perplejidad ante la nota publicada en este periódico y firmada por Tomás Zamora, director de Editora Nacional. Su intención era, además, completar con algunos datos lo que se decía en el Informe publicado el pasado día 26 en estas páginas y «responder a los agravios gratuitos que en nada contestan a cuanto se decía en el informe». Todos ellos -sus nombres los damos al final- se responsabilizan de cuanto se dice aquí.

Yo soy la ley

El señor Zamora afirma que su conducta ha sido «de la más rigurosa legalidad», y que «otra cosa es que no agrade la ley a quienes desde EL PAIS pretenden desvirtuar un estado de hechos perfectamente sancionados por aquélla». La legalidad, efectivamente, no puede consistir en dejar unos contratos administrativos sin renovar en períodos que oscilan entre los tres y los nueve meses. El despido de los directores, redactores y colaboradores de varias de las colecciones sensatas de Editora Nacional se hizo con todos los contratos caducados, llevando los contratados alrededor de cuatro años de trabajo con la editorial, y existiendo. en la mayor parte de los casos, un contrato laboral previo.Vor otra parte, los despidos se produjeron de manera violenta e insólita, dando a los contratados cuatro horas para abandonar sus despachos. Y esto, legal o no, es algo inusitado en cualquier comportamiento laboral. En cuanto a la inexistencia de despidos, dicen los contratados, «no nos pronunciaremos porque es una cuestión subjudice. Actualmente está pendiente de Magistratura del Trabajo, es decir, en manos de la autoridad competente. Cualquier pronunciamiento -siguen- podría parecer un intento de presión sobre el Magistrado».

Vagancia e incompetencia

En las palabras del señor Zamora hay párrafos que insultan gravemente la profesionalidad y dedicación de los despedidos. Despedidos que, en su mayoría, son profesionales del mundo del libro, que lo eran con anterioridad a su trabajo en Editora Nacional y que, como tales, fueron llamados por aquella casa para llevar a cabo la vasta labor de edición que se pretendía. La prueba, dicen, está en los títulos, en las publicaciones que llevaron a cabo, reconocidas por la crítica y por los lectores.La paralización de Editora es, desgraciadamente, un hecho. Las dos colecciones B-100, fueron al día -es decir, con un título de cada una al mes- hasta enero. Desde que el señor Zamora entró en funciones de director, al cese de José Antonio López de Letona, y dos meses antes de su propio nombramiento, no aparecieron ni los que fueron a imprenta. Y de mayo acá -y basta darse una vuelta por las librerías- llevan cinco meses de atasco por lo menos.

De la colección Alfar han aparecido cuatro títulos, que su director despedido dejó en imprenta, y tenían que haber sido, como mínimo, uno al mes. De Ediciones del Centro hay un solo título nuevo en las librerías. Y en cuanto al Proyecto B, ha sido virtualmente cancelado.

Los gastos son «numerosos»

Los profesionales despedidos, con sueldos que iban -congelados desde 1973- desde las 17.000 pesetas a las 35.000 mensuales (en el caso de dos directores de colección), se pagaban con aproximadamente seis millones de pesetas anuales. Y respecto a los presupuestos, en la Intervención Delegada de Hacienda para Organismo Autónomos se informó a los contratados de que el presupuesto para personal contratado era el mismo que el del año anterior. actualizado de acuerdo con el coste de vida. En cifras: 14.145.000 pesetas para 1975 y 14.847.00 pesetas para 1976.Y ya, el último punto. El que se refiere a «las dificultades heredadas» por el señor Zamora. «Nosotros -dicen- mantenemos y hemos mantenido siempre, que los anteriores directores fueron unos caballeros. Su comportamiento fue correcto y cordial siempre y con ellos iniciamos y mantuvimos nuestro trabajo en Editora».

Firman esta declaración: Jerónimo Gonzalo, Diego Jesús Jiménez, Angel Sánchez Gijón, Adelina Pagés, Juan Antonio Senra y Eusebio Pedraza.

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