Aumenta la virulencia en la campaña electoral alemana
Cuando faltan menos de dos semanas para el cierre de la campaña electoral alemana, las estimaciones más solventes consideran probable una pérdida de votos por parte de la coalición actualmente en el poder -integrada por socialistas y liberales- de hasta un 3 por 100 en relación con las elecciones anteriores. Incluso se piensa ahora que la oposición democristiana podría alcanzar la mayoría absoluta al haberse complicado la campaña socialista con una acusación de soborno a la Administración socialdemócrata de Frankfurt, junto con una machacona utilización del slogan «Vote libertad en vez de socialismo» por parte de los democristianos.
Con el presunto soborno -que afectaría, en caso de ser cierto, a los socialdemócratas de Frankfurt por haber aceptado un millón de marcos a cambio del permiso para construir un hotel norteamericano- la campaña electoral ha cobrado una extraordinaria virulencia. El Instituto de Opinión Pública Infas, consultado por periodistas españoles que siguen esta campaña, ha transmitido la impresión de que los dos bloques (socialistas y liberales de un lado y democristianos de otro) se encuentran prácticamente igualados tras el último sondeo.A su vez, fuentes del equipo asesor de los diputados del Parlamento Federal, estiman que el Partido Socialdemócrata (SPD) obtendrá el 43,5 por 1.00 de los votos -45,7 en las últimas elecciones-, mientras los liberales lograrían porcentajes similares a los de la anterior ocasión, en que alcanzaron el 8,4 por 100. Otras estimaciones son aún menos optimistas para la coalición en el poder.
En una campaña electoral casi vertiginosa, Schmidt procura grabar en las memorias de los electores unas cuantas ideas claras. Invariablemente ataca a Kohl, líder del CDU (Partido Socialdemócrata), considerándole un tonto útil, al servicio del reaccionario Strauss, dirigente de la CSU (ala socialcristiana del CDU, implantada en Baviera). Invariablemente asegura que la socialdemocracia implica seguridad en el crecimiento económico y garantía de altas prestaciones sociales y, en fin, defiende la continuación de la Ostpolitik, atacada por los democristianos, como medio de obtener la paz exterior para un pueblo «que ha perdido dos guerras mundiales y lo que necesita ahora es vivir en paz con todos sus vecinos».
Schmidt, el último cartucho
También Willy Brandt defiende especialmente este tema, así como el de la unificación europea a través de gobiernos socialdemócratas, en los distintos países del continente. En esta cuestión, el presidente del SPD utiliza entre otros argumentos, el de que «no falta mucho para que en España, ese gran país, haya también un Gobierno surgido de elecciones libres, y allí nuestros amigos políticos tienen un importante papel a jugar, si no ganan los que quieren volver a sacar al general Franco de su tumba».El último cartucho de la socialdemocracia para ganar estas elecciones es, sin duda, el canciller Schmidt, que goza de un notable prestigio en el país. Suele terminar sus mitines con esta frase: «Y a la hora de votar no olviden que el corazón está en el centro, pero un poquito a la izquierda.» Estas palabras suelen arrancar grandes ovaciones en los auditorios. Cada día parece más claro que Schmidt goza de la confianza de una mayoría de alemanes. Lo que no está tan claro es que esa confianza se extienda atoda la socialdemocracia. Y no por excesivo derechismo en buena parte de los casos, sino por demasiado radicalismo. Aunque bien es verdad que también la izquierda tiene reproches que hacer, esencialmente en vista de los pocos avances logrados en la cogestión empresarial y en una legislación más progresiva respecto del aborto, que son dos de las cuestiones más espinosas que actualmente se plantean en este país.
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