Más de mil muertos, 60.000 familias sin hogar y 100.000 millones de dólares en pérdidas
Estos movimientos de tierra fueron precedidos, durante la noche del lunes y la madrugada del martes por otros tres terremotos de intensidad menor de cuatro grados de la escala de Richter, también en Friuli. Los temblores se produjeron con intervalos de una hora, y la mayor intensidad anotada fue de 3,9 grados.En los medios científicos italianos reina el pesimismo. El director del Centro de Sismografía de Trieste, Luigi Mofinetti, declaró que los seismos continuarán en la región durante por lo menos ocho o diez meses más. «Se trata -indicó- de «asentamientos de tierras en las profundidades». Tales «asentamientos» han provocado, desde el pasado 6 de mayo, 217 seísmos en el nordeste italiano, y han dejado sin hogar a 70.000 personas, que en parte han optado ya por trasladarse a otras provincias o emigrar al exterior.
Se desmorona un monte
El 14 de mayo, al comienzo de esta tragedia, se desmoronó nada menos que el monte Brancot, en cuyas inmediaciones se asentaban los pueblos de Braulins, Avasinis, Trasaghis y Peonis. Unos días antes del derrumbe, Braulins había sido desalojado, pero muchas personas se obstinaron en permanecer en los alrededores y en los pueblos vecinos. En 24 horas se contaron 910 cadáveres y el número de heridos llegó a 1.500. Otras 200 personas desaparecieron.Sin embargo, la catástrofe no sorprendió del todo al país. El 7 de mayo, 24 personas habían perecido en diez minutos en las localidades de San Panlele de Friuli y en Gemona. El pueblo de Buia, de 7.000 habitantes, situado en el Udine, quedó completamente destruido.
Ya en ese instante se advirtió que se trataba de un vasto movimiento de tierras, que no sólo afectaba el norte de Italia -aunque en esa región tuviera su epicentro-, sino también ciertas zonas de Holanda, Suiza, Alemania Federal y Austria.
Escasea el agua y los muertos son enterrados en fosas comunes
Durante los cinco días siguientes se sucedieron otros 50 temblores. Uno de ellos, el producido a la una de la mañana del 8 de mayo, de 6 grados de la escala Ricliter, destruyó numerosos edificios y causó algunas víctimas en Artegna. La provincia de Udine empezó a presentar un aspecto tétrico y desolador, como si sus pueblos y villas hubieran sido bombardeados. No quedó allí ni un solo habitante, y no se permitió siquiera la presencia de las familias de los muertos. El uso de mascarillas o pañuelos se hizo obligatorio, hasta para la policía de carreteras. Soldados y bomberos llegados de toda Italia levantaron los primeros puestos sanitarios, donde se aplicaron, obligatoriamente, vacunas a todos los voluntarios que acudieron a remover los escombros, y también a los periodistas. Veinticuatro horas más tarde-fueron enviados técnicos y equipos especiales para delectar el menor signo de vida entre los escombros. Cincuenta mil personas habían huido ya despavoridas. Entretanto, medios políticos y periodísticos de todo el país comenzaron a denunciar la pesada burocracia italiana, que dificultaba las tareas de socorro. Se llegó a dar el caso de una pequeña aldea, a la que llegaron, a las dos de la mañana del mismo día 8.350 tiendas de campana para los refugiados, por no encontrarse en el lugar el coronel encargado de la operación, que debía firmar el recibo del material, las tiendas tuvieron que almacenarse. Al mismo tiempo, otras 1.500-fueron destruidas por los huracanes y las lluvias que durante la semana siguiente azotaron la provincia. Las pérdidas para la economía italiana se estimaron, a fines de ese mes, en más de 100.000 millones de dólares.Paralelamente, entre el 10 y el 20 de mayo, otros terremotos, de intensidades de 3 a 7 grados, sacudieron el Uzbekiskán soviético, los Andes peruanos, Gran Bretaña, Japón, Canadá y los Estados Unidos. Ya no era sólo Europa, sino la mitad del planeta la que comenzaba a temblar al mismo tiempo.
Desde entonces, la ola de seísmos se ha ido multiplicando, sobre todo el área de su origen. El subsecretario del Interior del Gobierno italiano, Giuseppe Zaberletti, responsable ahora del estado de emergencia decretado en la región, declaró el lunes pasado que Italia tendrá que «imponerse pesados sacrificios» para ayudar a los siniestrados del Friuli, entre ellos también los presos de la cárcel de Venecia y de Gorizla, que han organizado rebeliones y fugas a causa de los terremotos.
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