_
_
_
_
Reportaje:LIGERA

Locales "pop": otras voces y otros ámbitos

Cualquier tiempo pasado fue casi igual en la música ligera, sobre todo cuando se comienza a hablar de fenómenos populares cuidadosamente lanzados al gran público y ya alejados del instante y el círculo que los crearon. El rock, el pop, el underground..., todos fueron sistemáticamente pasados por el tamiz de la industria, y convertidos en florecientes negocios en los que la música pasaba a ocupar un lugar secundario.Lo que está pasando ahora es sin duda la disco music. Nada más fácil de definir: «la música que se escucha en los locales llamados disco». Estos locales, llamados disco, son sencillamente discotecas, o, más sofisticadamente, discothèque, inventados en París en los años sesenta recién comenzados.

Desde el nacimiento del rock, los negociantes volanderos a su alrededor intentaron prolongar el fenómeno discográfico que supuso la espectacular salida de Elvis Presley. Evidentemente, el rock en aquella época no tenía salida en los escenarios de Las Vegas o en los elegantes clubs de Londres y París. Aquellas pistas relucientes no eran el sitio ideal para bailar el rock. Dos hombres ofrecieron soluciones: uno fue el disc-jockey y creador de la palabra rock. Alan Freed, y el otro el presentador de televisión, Dick Clark. El primero propugnó las grandes reuniones al aire libre o en estadios de fútbol, que acogían a las multitudes de jóvenes. A pesar de que el rock ya era una locura, las giras eran terribles porque la organización no era adecuada y se contrataban actuaciones en ciudades demasiado alejadas, con el consiguiente riesgo y cansancio. Ambos diezmaron las huestes del rock de aquellos tiempos. Varios de los más famosos murieron y otros quedaron inutilizados físicamente o demasiado impresionados psíquicamente para continuar manteniendo un estrellato. La siguiente fórmula, la de Dick Clark se basaba en la popularidad arrasadora que da la televisión, y, aunque mantenía los mismos lugares de actuación, estadios y locales al aire libre, cambiaba la fórmula de organización. La gran caravana de la música se desplazaba en cómodos autobuses y llegaba pueblo a pueblo, cercanas distancias, complaciendo al ya absolutamente mayoritario público del rock y el pop.

Evasión

Esta evasión de los grandes centros de población por parte de las estrellas del público juvenil hizo surgir la reacción. Allá donde no se podía presentar una gran figura, cara al público, o donde los desconocidos no llenaban en local, comenzaron a pensar en nuevas formas de distraer y atraer al público. La fórmula fue descubierta en Francia y tomó el nombre de discothèque. El artista se presentaba en mil lugares al día, gracias al disco; sobre todo gracias a la perfección de los equipos de reproducción sonora, que ya alcanzaban unos grados de perfección extraordinarios. Nueva York acogió inmediatamente la fórmula francesa y su primer local de este tipo, allá por el año 1961 fue el local titulado, homenaje o referencia, Le Club. En aquellos instantes, la locura del twist convocaba ya, en el famoso Peppermint Lounge, a toda la nueva aristocracia del beautiful people (Tennessee Williams, los duques de Bedford, Elsa Maxwell, Margot Fontenyn, etcétera). Los intelectuales y oficialmente famosos se acercaban, por vez primera, al mundo de lo pop más suave y menos agresivo que el violento rock and roll.La discoteca era círculo de elegidos y gente bien, pero que con la vista del buen negociante se iba ampliando con vertiginosa aceleración a todas las capas sociales. Hoy día en España, pueblos que no tienen su farmacia o su cine, no echan en falta su discoteca. En Estados Unidos en 1964 había ya más de 5.000 discotecas, de las que las más famosas fueron Cheetah, Electric Circus, Arthur... En Londres tenían tirón el Speakeasy y Scene. Por su parte los parisienses inventores, frecuentaban Chez Regine, Castell, Le Billboquect, etcétera. A España llegó algo más tarde la invasión, pero fue perfectamente orquestada, y, unida al movimiento turístico, se convirtió en uno de los lugares del mundo donde la discoteca alcanzó niveles de mayor éxito popular y de mayor alcance ornamental. En Madrid, Piccadilly y J. J. cubrieron los años 67 al 71 en olor de multitud, mientras ocurría lo mismo en Barcelona con el 2.000 y el Boccaccio. En la costa se movían la serie de Barbarellas, y sobre todo, en Benidorm el Cap 3.000 era la discoteca más espectacular de Europa.

Muerte

La propia ansia de expansión y crecimiento mató a la discoteca, haciéndola olvidar su fórmula ideal: público exclusivo, y música pretendidamente sofisticada. Ya en las discotecas cabían 3.000 personas, el trato era socializado y el afán de grandeza y de ganancias de los propietarios les llevaba a solicitar de nuevo la presencia de grupos que actuaran en directo. El negocio ha continuado, porque queda mucho público por pisar el lugar donde hace años estaban sus ídolos, pero la sensación, la inquietante actualidad fue desapareciendo. Y había que inventar nuevas fórmulas.Pero eso no es nada fácil y, como decíamos, cualquier tiempo pasado fue casi igual en la música ligera, así que se decidieron a repetir el hallazgo de principios de los sesenta, volviendo a las fuentes, eliminando las impurezas que ellos mismos habían añadido al descubrimiento, y simplemente cambiando el nombre de los locales. Pero tampoco había que cambiar mucho. Bastó con reducir su longitud, lo cual eliminaba también la dificultad de su pronunciación, sin perder la raíz francesa y su esnobismo. En resumen, a los viejos locales con caras nuevas les llaman disco (pronunciado en francés, con acento en la o). El sonido Filadelfia, entonces en boga, fue usado como slogan musical, algo así como el twist en los viejos tiempos. La semana próxima nos ocuparemos de esta nueva fórmula y de su repercusión actual en el mundo de la música ligera y el espectáculo. Sólo querría, antes, recordar una cifra: sólo en Estados Unidos las disco mueven una cantidad aproximada de 250.000 millones de pesetas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_