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El hombre, jamás descorazonado...

A menudo ignorados, sin embargo desde nuestra Edad Media, los temblores de tierra han causado en el mundo muchos millones de muertos. En 1556 el seísmo de Chan-si, en China, provocaba más de 830.000 muertos, y el de Japón, en 1703, 200.000. Pero más cerca de nosotros, en 1755, la terrible catástrofe que destruyó Lisboa (más de 150.000 muertos) hizo meditar a toda Europa sobre «la cólera de Dios» y convenció a Voltaire y a su Cándido de que «no vivíamos en el mejor de los mundos posibles». Entre 1895 y 1905, Japón conoció 257 temblores de tierra. En 1908, hay 90.000 muertos en Messina (Italia); en 1960, 15.000 en Agadir (Marruecos) y más de 1.000 en SkopJe (Yugoslavia), en 1963. En los últimos veinte años se, han producido más de 50.000 víctimas en Irán. En los últimos seis años, Perú (67.000 muertos en 1970), Managua (Nicaragua) (20.000 muertos en 1972), Lice (Turquía, 5.000 muertos en 1975), Guatemala (1976, 20.000 muertos), China y Filipinas (con cifras, tragicas, pero sin precisar), el mundo ha padecido las devastadoras consecuencias de múltiples terremotos. España, país de escaso peligro sísmico, tiene sin embargo en su costa sur una zona del radio de posibilidad de temblores, aunque siempre de previsible escasa magnitud. Sin embargo, en las zonas frágiles (Japón, California, Anatolia, mar Egeo, etcétera...), el hombre -especie, como se quiera, olvidadiza u obstinada- no se descorazona nunca. La pequeña isla griega de Santorin -donde los palacios abatidos guardan las huellas de la gran catástrofe de la época minoana (alrededor del siglo XVI antes de J.C.)- ha sido muchas veces modificada de arriba a abajo por su volcán: en el 236 y en el 156 a. J.C., después en 1570, 1770, 1886, 1925, 1926 y 1928, antes de que en 1956 un temblor de tierra devastara todo el archipiélago. Pero casi 200.000 griegos viven todavía hoy sobre esta caldera explosiva. Y en estas islas despedazadas, sobre escorias, lavas, azufres y basaltos, florece siempre el gusto de vivir.

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Tiembla la tierra

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