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Por decisión de El Viti se suspendió la corrida de Bilbao

La tormenta se desató sin excesivo aparato a las seis de la tarde, o sea, media hora antes de que comenzara esta nonata octava de abono. A las 6,30 empezó a clarear en el cielo. Una pizarra anunció demora de 15 minutos. La arena del ruedo absorbía perfectamente la lluvia, y algunos charcos pequeños afloraban en espacios aislados. A las siete de la tarde había dejado definitivamente de llover. Los areneros desparramaron serrín en los lugares menos arenados. A las siete y cinco, con los tendidos ocupados y el ruedo en condiciones perfectamente idóneas, aunque algo mojado, Santiago Martín (El Viti), primer espada del cartel y, por ello, director de lidia, salió a la arena, tanteó el ruedo con los pies, dijo que no toreaba y se marchó al hotel. Sus compañeros de terna, Paquirri y Angel Teruel, se limitaron a adherirse con más o menos convencimiento a la decisión del de Vitigudino.Anunciada la suspensión, el público permaneció en sus localidades por espacio de media hora, protestando ya con silbidos, ya con palmas de tango, ya con lanzamiento de almohadillas esta suspensión intolerable. Este cronista bajó hasta el ruedo, metió sus pies entre la arena, y afirma que no le ha salpicado el barro. En Bilbao se han lidiado corridas con el piso de plaza infinitamente peor de como hoy se encontraba. Sin necesidad de remontarnos a viejos tiempos, ahí está la corrida-concurso que abrió feria hace siete días. El ruedo estaba en muy malas condiciones, por supuesto peor que ayer, y tres modestos torearon bajo una lluvia torrencial.

El público quería presenciar a todo trance la muy seria corrida del conde de la Corte, y un par de carros de serrín tan sólo hubieran puesto en evidencia la injustificada e inexplicable actitud de un torero que -le ha pegado a la empresa -ejemplar en su comportamiento-, a los asilos y a la afición de Bilbao, un bajonazo que no debe olvidarse. Los toros «condesos» se van de Bilbao por un puro capricho.

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