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Los partidarios de monseñor Lefebvre dan su primera gran batalla a la Iglesia francesa

Por primera vez, el cardenal Marty, arzobispo de París, pronunció ayer la palabra cisma al evocar los peligros que corre la Iglesia Católica como consecuencia de la campaña desencadenada por los tradicionalistas, capitaneados por monseñor Lefebvre, el obispo que fundó y dirige el seminario de Econe (Suiza), destinado a restablecer las costumbres de la Iglesia antigua, en contra de la Iglesia postconciliar

, El día de la Asunción fue, para los seguidores de monseñor Lefebvre, la primera «gran batalla», después de la suspensión «a divinis» (prohibición de celebrar) del obispo, decidida por el papa Pablo VI no hace aún dos semanas. Varios «comandos» de sacerdotes tradicionalistas, fueron destacados a diversas regiones francesas, en donde celebraron misas en latín, con cantos gregorianos. Paralelamente, media docena de prelados, en París y en provincias, respondieron a los «integristas» con condenas explícitas a lo que ya se ha calificado abiertamente de «desafío al Vaticano», por parte de monseñor Lefebvre y de sus adeptos.Monseñor Marty, como los demás purpurados, hicieron un llamamiento a la unión de la Iglesia. El arzobispo de París resaltó que «los católicos no se dejarán arrastrar hacia un cisma anacrónico e inútil». Los discípulos de monseñor Lefebvre, en sus sermones y en las reuniones y debates que tuvieron también lugar a lo largo del día de la Asunción, se manifestaron intratables: «Aunque se nos sancione, no haremos caso y , esto, no porque despreciemos a la autoridad, sino porque a través del aspecto jurídico se toca a la fe y, en este terreno, no transigiremos».

Las declaraciones y actitudes, de unos y otros, se revelan concordantes para subrayar la «gravedad » del problema: el arzobispo de Avigñon abundó, ayer también en tal sentido: «Monseñor Lefebvre y quienes favorecen su acción cometen una falta grave, que va más allá de los problemas que conciernen al latín, el gregoriano, la sotana. Se trata de un rechazo global del Concilio y de sus orientaciones fundamentales».

El padre Moureaux, sacerdote de Nancy, que celebró una misa en latín, asistido por dos seminaristas venidos de Econe, tomó parte después en un debate sobre la crisis que atraviesa la Iglesia, y concluyó: «Se trata de una lucha titánica, de un duelo a muerte, entre la Iglesia Católica y la Iglesia Conciliar». El "asunto" Lefebvre empieza a tomar cuerpo en este país. Para unos, se ha «exagerado» la importancia de los tradicionalistas, «que son al conjunto de la Iglesia, lo que los conservadores, en política, al resto de la sociedad». Las tomas de posición, múltiples, de los prelados que predican «la unión en torno al Papa», están descubriendo que, numerosos o no, los católicos integristas, partidarios del Concilio de Trento y de la liturgia de San Pío V están ejerciendo una influencia entre los católicos.

Los institutos de la opinión pública, ya se han ocupado de la cuestión: el último sondeo, conocido anteayer, decía: el 24 por 100 de los católicos franceses aprueban a monseñor Lefebvre. Y están encontra el 28 por 100. El 52 por 100 restante, o se manifiesta «indiferentes» o no se pronuncia. Quizá convendría tener en cuenta que, de creer las últimas estadísticas sobre la cuestión, sólo el 22 por 100 de los católicos franceses practican de manera más o menos regular. De aquí, los sociólogos del catolicismo infieren que, en efecto, la crisis de la Iglesia existe y que el caso Lefebvre es un elemento más.

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