Sin masa, élite mediocre
Cuando hace unos días unos entusiastas muchachos organizaron la olimpiada de la zona norte de Madrid, muy pocos repararon en la verdadera trascendencia del hecho. Organizadores y participantes no expresaron sólo su deseo de practicar deporte, sino que fueron más allá; era la sana protesta juvenil por la incapacidad mostrada hasta ahora para estructurar el deporte español.La misma protesta lanzada desde la vaguada del Barrio del Pilar, sobre improvisadas pistas de atletismo, es la que podrían lanzar a los cuatro vientos miles de muchachos españoles, a los que todo intento suele resultar vano, ante la imposibilidad de encontrar los mínimos factores favorables para practicar deporte. El deporte no es sólo un modo de adquirir prosperidad o fama, el deporte es una necesidad social ante la que no se responde adecuadamente. Un deporte que como el español vive de la limosna, suculenta pero limosna, de las quinielas, no puede aspirar, por el momento, a cubrir sus necesidades.
No existe a nivel estatal una planificación adecuada. No existe la debida coordinación entre los sectores de la Administración sobre los que recae, directa o indirectamente, la responsabilidad de proporcionar a la juventud española los medios necesarios para satisfacer una afición que, en el fondo, es, además, un medio educativo.
El español ha sido siempre mero espectador. El español ha sido deportista de grada más que de cancha. Ahora que se reclama el derecho a participar, existe la obligación de proporcionar medios. Sin masa de deportistas, a los Juegos Olímpicos sólo podemos llevar élites mediocres.
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