Angel Teruel, en torero
Unos pablorromeros decepcionantes por su desigualdad, porque no estaban en el tipo de la casa, poco serios de cara, flojos algunos. Tenían kilos, eso sí, y el cuarto fue una mole demasiado grandón, además muy destartalado para que embistiera bien. Ese toro y el segundo presentaron problemas; los demás se dejaron torear en líneas generales. Tres de ellos mostraron una alarmante tendencia a la mansedumbre y buscaban tablas o el salto al callejón. El quinto lo d lo dos veces, con lo cual se ganó la patente de manso con todo merecimiento, pero resultó que inmediatamente después tomó un buen puyazo, recargado y fijo. Quizá les sobraron kilos a los pablorromeros, se asfixiaban,y en conjunto, ofrecieron un juego vulgar, con los altibajos que ya señalamos en la ficha de la corrida. Muy bueno el tercero, se agotó en un tercio de varas excesivamente duro.Al primero, algo quedado pero noble, le dio Palomo docenas de derechazos aburridos. El cuarto, el torazo dicho, que pesó 675 kilos -incómodo de cornamenta, por otra parte- causó sensación de salida. Palomo acudió a recibirlo, mas al segundo lance perdió el capote y tuvo que escapar por pies y saltar al callejón. Nuevo lance y nuevo enganchón. No hubo más que ver en el primer tercio. Bueno, sí; como Alcalde, por ejemplo, permanecía totalmente ajeno a la lidia, en el lado opuesto de donde se desarrollaba. Mientras Palomo, Teruel y las cuadrillas trabajaban de firme para poner al manso en suerte, Alcalde mordía capote en un lejano lugar, a solas con sus meditaciones. Estaría estudiando al toro, digo yo. Pensaría que si tan manso era y con querencia a toriles, el lugar adecuado para banderillearlo sería cualquiera menos ése. Sin embargó, tan lejos de la acción estaba que no pudo pasar recado a los banderilleros de Palomo, los cuales hicieron la suerte, qué cosas, precisamente a cuatro pasos de los chiqueros. Como es natural a la salida del primer par el peón hubo de saltar a toda prisa al callejón, y el toro pegó un brinco tras él para quedar basculando en las tablas.
Ayer se celebró la penúltima corrida de los sanfermines con toros de Pablo Romero
Palomo Linares: Cuatro pinchazos, estocada caída y descabello (bronca). Estocada caída (vuelta al ruedo con protestas). Angel Teruel: Pinchazo, otro hondo, rueda de peones, media atravesada y dos descabellos (gran ovación y saludos). Paco Alcalde: Estocada corta (dos orejas). Estocada contraria y atravesada, rueda de peones y nueve descabellos (silencio). Los toros: Gordos, desiguales de presentación, escasos de cabeza. El primero cabeceó en dos puyazos al relance y un picotazo; dobló las manos, noble y algo apagado. El segundo intentó saltar la barrera, cabeceó en tres encuentros; derrotó en banderillas; probón, se quedó corto. El tercero tomó un puyazo de mucho castigo con gran fijeza y acudió alegre a otra vara y un picotazo; cayó varias veces y llegó a la muleta por moribundo, sangrando a borbotones; fue muy noble y quizá de no haberle castigado tanto habría sido un gran toro. El cuarto, aparatoso por su corpulencia, buscó tablas; derribó una vez y cabeceó; se fue suelto en una vara y dos picotazos; buscó por el izquierdo, huido por el derecho. El quinto saltó dos veces al callejón; recargó con fijeza en un puyazo trasero y dos encuentros más se simularon; descolocó por el izquierdo, noble por el derecho. El sexto romaneó fijo en una vara con la salida tapada y se dejó pegar en otra; cayó varias veces; sin otras dificultades que su agotamiento.
No era el grandullón pablorromero toro de lucimiento, no era fácil. Inició Palomo su faena de muleta de rodillas y resultaron angustiosos los dos pases que logró dar, para perder el trapo en el tercero. Siguió de pie con derechazos deslucidos, sin mandar. En los naturales se vio que la res tenía peligro. Optó entonces por continuar el trasteo en terrenos de sol, pues las peñas son agradecidas y los toreros acuden a su vera y allí instrumentó unos derechazos horribles, la tela quedaba siempre prendida y hasta liada en los pitones, más unos cuantos molinetes. Una faenita de novillero valiente, eso fue.
En cambio Teruel tuvo una tarde torera. Bregó bien con el capote en sus dos enemigos, e hizo faenas de muleta ajustadas y de buen gusto. La primera, muy medida, importante por técnica, a un toro probón que se quedaba corto. La segunda sobre la mano derecha, acoplada a la buena embestida que por ese pitón tenía el animal. No hubo, es cierto, ningún destello de calidad y eso es lo que faltó. A la pulcritud de los muletazos le habría venido bien la chispa fulgurante del arte, que estoy por creer no tiene Angel Teruel. Es un torero de oficio, falto de inspiración. Pero en estos tiempos de crisis de figuras verdaderas está llamado a ocupar un puesto relevante, pues son muy pocos los que saben construir un muleteo de dominio sin violencias, con temple, perfectamente ajustados en la variedad y en la cantidad de los pases. Y así fue la faena de Teruel al quinto pablorromero, ligada y coherente de principio a fin.
Las dos de Alcalde diríamos, por el contrario, que fueron incoherentes. Como lo suyo no es torear sino el alarde y el alarde enardece a las peñas, le fue muy bien. Ya se sabe que Alcalde se gana los aplausos desde las banderillas, que no coloca a ley. Pero es el atleta del garapullo, bullidor, un palo cae al suelo y, qué más da, ahora pongo los tres ¿se caen de nuevo?, pues es lo mismo, y así. En el sexto le dio banderillas a Angel Teruel y se vio que Teruel es aún más vulgar banderillero que Alcalde. No así muletero, claro, que Alcalde este menester lo entiende poco, aunque siempre le queda el recurso de pegar molinetes y manoletinas, y tirarse de rodillas y alborotar, con lo cual, a lo mejor, se lleva dos orejas, como ocurrió ayer en Pamplona.
Babelia
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