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Francia y Alemania pese a sus disputas en la creación del "eje" europeo

Un triángulo cuyas bases se llamarán, Alemania Federal, Francia y Gran Bretaña, parece va a cerrarse con la visita el lunes inmediato del presidente francés, Giscard d'Estaing, a la República Federal Alemana, a Hamburgo concretamente, en donde se entrevistará con el canciller Schmidt. Esta cumbre franco-alemana se inscribe en el contexto de las visitas semestrales institucionalizadas por el acuerdo que, en tiempos del general De Gaulle, firmaron los dos países.Aunque Schmidt se ha negado siempre a la formalización de esta especie de directorio de la Comunidad de los nueve, los hechos, cada día más, convencen a los observadores de que los asuntos europeos, en el estado actual de la Comunidad, tienden a pasar a manos de los tres grandes. Hace menos de dos semanas, Giscard, en Londres, con el premier británico, Callaghan, convino en que las cumbres entre los dos países se celebrarían, por lo menos, una vez al año. Pocos días después, el 30 de junio, el primer ministro británico fue a Bonn para regularizar, también, «con mucha frecuencia», las entrevistas entre los dirigentes de ambos países.

Es decir, en la práctica, el triángulo es un hecho: los contactos políticos bilaterales, entre París, Bonn y Londres, perfectamente establecidos, no pueden más que influenciar la política de la CEE. Los franceses, muy particularmente, manifiestan gran interés en no soltar a la Alemania prepotente. Y, por su lado, los ingleses, según se desprendía de la última entrevista, Giscard-Callaghan, no quieren que la comunidad esté dominada por el eje París-Bonn. «Será necesario que Italia se rehaga y que una España verdaderamente democrática pueda entrar en el Mercado Común, para que la Europa de los nueve se libere de los intereses del triángulo», se comenta, en vísperas de la cumbre de Hamburgo, en los medios diplomáticos de los países del Benelux, que también sufren el peso de los tres grandes.

Las conversaciones Giscard-Schmidt, se supone servirán para afinar el tono de las relaciones franco-alemanas. Recuérdese que, hace un par de meses, un conflicto serio opuso a los dos Gobiernos. El canciller Schmidt llegó a acusar a París de «incapacidad,», para superar el gaullismo y para adaptarse, económicamente, a las situaciones del mundo actual. El primer ministro galo, Jacques Chirac, no se mordió la lengua al calificar tales propósitos de «irreflexivos».

Fricciones

En vísperas del viaje de Giscard, fuentes oficiosas declararon que «las ligeras fricciones entre París y Bonn no comprometen la política exterior del eje franco-alemán». Estas mismas fuentes, en su día, vieron en tales fricciones un choque «muy serio». El canciller alemán, abundando también en el mismo sentido, afirmó anoche, en la TV francesa: «Las relaciones de los dos países se encuentran en muy buen estado.» Y se explicó sobre el «mal entendido». de sus declaraciones, cuando comparó al gaullismo con el salazarismo y con el franquismo.

Los observadores piensan que el interés del eje París-Bonn es mutuo. Pero los malentendidos no se dan por disipados. De Schmidt se sospecha juega a la victoria de Mitterrand en las legislativas francesas. Y de Giscard se piensa que no le desagradaría una victoria del presidente de la Democracia Cristiana, señor Kohl, en las próximas elecciones. En todo caso, el presidente francés, después de entrevistarse con el canciller, visitará a Kohl, que le hablará de su gran ambición europea: crear una fuerza política liberal, a escala continental, para cortarle el camino al comunismo. Nadie duda que Giscard lo escuchará con ilusión.

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