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Polémica clausura del Congreso de la Emigración Gallega

Hasta los pies mismos del Apóstol llegó la enconada polémica que se originó en el seno del Congreso de la emigración gallega clausurado ayer en Santiago. Las palabras oficialistas de su presidente, Higinio Expósito, o del alcalde de Santiago, breves y cautelosas no apagaron siquiera mínimamente los rescoldos que llegaban de Vigo con los emigrantes peregrinos. «Hubo un claro intento de manipulación del Congreso por parte de la derecha, que podía considerarse promovido por el Centro Gallego de Buenos Aires y apoyado por los centros gallegos de Barcelona, Madrid, Sevilla y Gijón, en coincidencia con determinados sectores de la Administración española», declaró a EL PAIS Xose Lois García, representante del departamento de Cultura gallega de la Asociación Onu de Barcelona. Los sectores más contestatarios (representados por la Hermandad Galega de Ginebra, el Centro Galego de Londres, la Casa de Galicia de París, la Federación de Sociedades Gallegas de Buenos Aires, y el departamento de Cultura Gallega de la Asociación Onu de Barcelona), coincidieron en la opinión de que el Congreso partió de una visión irreal del significado actual de la emigración y de los problemas que tiene hoy Galicia. De hecho, consiguieron influir decididamente en la colaboración de las conclusiones y lograron modificar sustancialmente la ponencia socioeconómica del Congreso que abordó, finalmente, los temas de la amnistía política, los montes de mano común en Galicia, la industrialización y otros.Cuando ayer se reunían buena parte de los congresistas para comer en Santiago, en el aire seguían aún las palabras inaugurales del representante del Instituto Español de Emigración. En el rechazo a su discurso coincidían unos y otros. «Cuando lo que queremos es acabar con la emigración, se nos dice que de lo que se trata es de buscar nuevas vías para que emigren nuestros hijos, Canadá, Latinoamérica, etc.»

Se acusaron unos a otros sind emasiada preocupación. Los términos de «truhán» o de «fascista» eran dirigidos en los cenáculos del Congreso como dardos certeros de un sector, a otro de los participantes.

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