"Soy escéptico sobre la entrada de España en la OTAN"
-La «Teoría bélica de España» parece ahogar por que el esfuerzo defensivo español desemboque en un esfuerzo europeo, no exactamente atlantista. ¿Cree que la disputa europeísmo-atlantismo tiene significado para España? ¿Es posible que Europa se salve sola, militarmente hablando?-Ante esta su primera andanada, diría yo que su entrevista pretende romper el frente mediante un decidido y contundente ataque frontal. Va en ella implícita a mi modo de ver la ambiciosa pretensión de que, como respuesta, se ofrezca todo un tratado de estrategia, de eso al menos que hoy se conoce con ese equívoco nombre.
Creo, sin duda y en primer lugar, que lo que usted califica de «disputa europeísmo-atlantismo» tiene significado para España, sencillamente, porque España es Europa y es Atlántico al mismo tiempo, y lo es, primordialmente, en estrategia y, consecuentemente, en política y en historia.
La «idea europea» frente a la
«idea atlántica» -o la disputa que usted recuerda-, implica, en realidad, alternativa de solución difícil, que lleva tiempo, probando capacidades de cancillerías y de políticos con preocupación internacional, de esos que, por desgracia, desde hace casi doscientos años, están por aparecer entre nosotros con ánimo real de juego transfronterizo, impulsado por iniciativa propia.
-Europa hoy no puede autodefenderse
Lo único que aparece claro, relativamente, es que la incógnita no se resolverá más que por decisión europea, y que esa decisión es, o ha de ser, función del ánimo inteligente que Europa ponga en la realización práctica de esa idea, que se resume mediante el vocablo unidad. La realidad es que hoy día Europa dispone de suficientes recursos para, organizándose, conseguir disponer de eficaz defensa armada propia. Con referencia a su pregunta concreta de si es posible que llegue a salvarse sola militarmente hablando, yo le respondería que en mi irresponsable opinión, hoy mismo, no. Creo que para salvarse sola todavía es Europa -la no-Europa de los,días que vivimos- dependiente, en franco modo, de su aliado nominal potente: los Estados Unidos. En un mañana no muy lejano -digamos, quince años, para hablar con parámetros de generaciones orteguianas-, y siempre que se diera en lo pragmático, aquella conciencia de ser una antes sugerida, el problematismo podría dejar de serlo en gran medida.- Según «El español ante el mar», «la particularidad estratégica de nuestra tierra» «hace posible que Europa se proporcione a sí misma el lujo de ignorar una vez más a España, porque tiene la doble convicción de que España estratégicamente, está ya en Europa, pese a todo, y de que, además, nuestra nación no puede, en cambio, darse el gusto de ignorarla a ella». ¿Cree que esto sigue siendo así, a la luz de los testimonios que aseguran que una España democrática podría encontrar de inmediáto, si quisiera, su puesto, en la OTAN?
-Decididamente, sí. Creo, claro está, que eso que usted cita ha sido así. También creo que, durante bastante tiempo, imposible de acotar, seguirá siendo de ese modo. Ello es así porque tanto los conceptos estratégicos como los politicos, -esas impresiones profundas que el acontecer histórico acaba grabando con fuerza en la mente de los pueblos- poseen una estupenda inercia al cambio. Pueden variar con rapidez las situaciones, pero no las formas de pensar que han de analizarlas y resolverlas. En fa esfera en la que ahora, estamos, esa Europa que así juega con España es, por paradójico que parezca, la misma Europa que olvidó a España en 1815, la que la ignoró en 1898 y la que resintió su neutralidad -o su no comprometerse en guerra- en 1914 y 1939. A esa Europa -y el problema es mucho más complejo a mi modo de entenderle cuesta todavía superar su subconsciente y admitir, en estrategia y en política, a España a secas, venga ésta con aires de absolutismo o de dictadura, venga cubriéndose apresuradamente con clámide de democracia. La incorporación de España a la NATO, si se produce pronto personalmente, soy escéptico-, será natural en estrategia, pero resultará forzada en política. Y, sobre lo de encontrar su puesto en ella, conviene que no, se hagan demasiadas ilusiones los optimistas.: el «puesto» en esa organización no se escoge a voluntad ni por créditos de valores reales; viene impuesto, como en todas las alianzas de la historia, por «sugerencias»de quien, por preponderancia material, manda realmente en ella.
-¿Por qué es el esfuerzo naval la mejor contribución que España podría hacer a una alianza?
-Sencillamente, porque esa alianza, a la que supongo que se refiere usted, y España son de condición idéntica, ambas son marítimas por excelencia. Sobre esto no cabe extenderse; ya es sabido, empero, que entre nosotros -y no está muy claro si en la alianza esa- no andan acordes condición y mentalidad. Ese esfuerzo naval, posible contribución positiva de España, no debe entenderse sólo en el sentido de fuerza material, sino también en el de las componentes geoestratégica y logística, porque además de la tan aireada geografia, puede España aportar una industria naval de guerra que, sí no autosuficiente, tampoco es despreciable. Y esto que le contesto a usted, aunque nadie aquí vaya a creérselo, no es intento partidista de arrimar el ascua común a mi profesional sardina; pretende ser enjuiciar objetivo.
El átomo «dinamizaría» nuestra Marina
-¿Qué puede hacer el átomo por la Marina española?-Jugando al chiste fácil, yo diría que «desintegrarla», aunque de eso, al pensar de nuestros detractores, que no faltarán de seguro, podríamos encargarnos con facilidad nosotros mismos, pero, intentando hablar ahora con seriedad, mi impresión es que puede hacerlo, que está haciendo con las Marinas avanzadas: dinamizarla. El vocablo aquí quiere ser ambicioso; implica fuerza, potencia, movilidad, permanencia.. .; eso en lo material. También en lo del espíritu y del ánimo de una corporación armada puede hacer mucho: estímulo, confianza, seguridad, eficacia, en suma. Creo que todo esto está en la mente de los influyentes responsables, y no digo nada que no haya dicho la prensa. Lo que pasa -y esto sí puede tomarse por quien quiera como cosa mía- es que para que el átomo pueda hacer todo eso por la Marina española, no basta con que la Marina lo persiga, sino, sobre todo., que los españoles verdaderamente lo deseen, y, si me apura usted mucho, que lo exijan.
-¿Encajan en sus concepciones navales- los conceptos clásicos que en inglés se llaman «sea denial», «sea control» y «projection of power»?
-Esos conceptos bélicos, acuñados en inglés, pero no ingleses en exclusiva, sino históricos en realidad, es decir, de todos y de nadie, son algo de lo que forzosamente tiene que hacerse cuestión todo aquel que se disponga sinceramente al conocimiento de la guerra, a estudiar la estrategia naval y, por tanto, a formular una teoría bélica de España. No creo que haya fuertes objeciones a admitir que esos tres conceptos por usted nombrados, sean realmente partes o facetas de otro más amplio referido como «dominio del mar». Si se piensa y se habla en absoluto, no tiene pleno sentido la expresión «dominio del mar» o la de «sea denial», por ejemplo, ya que falta en ambas el sujeto de relación, es decir, la ¡dentificación de aquél frente al que se pretenden esos logros. En mi opinión, y en función de las características de una-guerra o de un conflicto en los que España pudiera verse envuelta, no está nuestro país en condiciones de pretender y ejercer todo eso por sí solo -es muy difícil señalar una sola potencia hoy que pudiera hacerlo-; tendría que limitarse, y es lo que persiguen las alianzas, a ser parte proporcional de un conjunto. Respecto a señalar el concepto verdaderamente imprescindible de realimación para España, para su idea naval, yo diría, primero, que lo nuestro no puede vivir si pertenece a un bando que no domine el mar; después, que el «sea control», éste sí, ejercido, con sus propios medios y en proporción de fuerza y de responsabilidad debidas, es lo que antes que nada requeriría para seguir viviendo y poder así aportar al todo, con cierta eficacia, su esfuerzo de guerra.
Distribución proporcionada de gastos
-Usted, en sus libros, critica la distribución del gasto de defensa que se hace en España. ¿Cómo que darían mejor atendidas las necesidades navales españolas que, según su tesis, una vez satisfechas, son las que mejor remuneran la seguridad global de España?-El mejor modo de responderle es el bíblico, es decir, el que preconiza la distribución proporcional entre lo divino y lo cesáreo. La proporcionalidad entre nosotros, si honradamente se busca, habrá que convenirla partiendo de la, condición del país -no sé a estas alturas si habrá consenso nacional sobre el que es marítima- y progresando luego, poco a poco nedesariamente, hacía una configuración racional de las armas de España. Con cierto tiempo podría lograrse una distribución relativa de los presupuestos de defensa que estuviera más acorde con la condición de nuestra tierra. Temo, empero, que eso no se conseguirá si no se produce, aunque ligera sea, una alteración en la mentalidad, ya que, en ésta, la mentalidad, la luz que con mejor brillo se refleja en la forma en que las arcas de un Estado se vacían para atender a las necesidades de sus ejércitos y de sus arma,das navales.
-Señala usted en «El español ante el mar que la mentalidad continental de España hace que no esté previsto el acceso de cualquier oficial general de los ejércitos a ciertos puestos elevados de responsabilidad militar. ¿Cómo se podría corregir esta aparente injusticia? ¿Qué reformas podrían sugerirse?
-Corrección, realmente, ya la ha habido en parte en tiempo reciente. La causa la ignoro; el factor ha podido ser, entre otros, el tiempo. Cuando se escribió «El español ante el mar» sólo podía ser jefe del Alto Estado Mayor quien fuera teniente general del Ejército de Tierra. Hoy -el decreto se ha publicado hace tan sólo semanas- puede serlo ya cualquier teniente general o almirante. Otra cosa es que lo sea. El resto de la problemática -llamémoslo así- continúa. No sé si se resolverá algún día. Yo creo que la teleología nos llevaría a terrenos con los que Benavente estaba sobremanera familiarizado.
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