Calvo Serer y García Trevijano,

protagonistas pasivos de la accidentada cena organizada en torno suyo, consumieron el mismo menú que el resto de los comensales: espárragos (de lata) revueltos; rosbif con pimientos fritos y, milhojas con bolita de helado. Hubo también café pero no copa, y aunque se especuló con que al final, vendría Felipe González con los puros recién importados de Cuba, quien apareció por enésima vez fue el delegado gubernativo. Precio unitario -y democrático- del menú: 500 pesetas, incluido el show, un notable tete á tete en voz alta entre la autoridad y algunas de las más brillantes cabezas de CD.