Los anabolizantes, hormonas modificadas
El doping y los anabolizantes son dos palabras puestas en tela de juicio desde hace bastante tiempo. Más quizá la primera que la segunda. En realidad los productos dopantes son fácilmente detectables y buena prueba de ello la tienen los «sufridos» ciclistas. Por esta razón, su utilización dentro de las leyes es mucho más complicada. Precisamente una de las acusaciones hechas a la RDA es que utiliza productos dopantes que no dejan residuos en la orina. El problema es cómo lo hace. Cualquier rastro de anfetamina o doping similar deja siempre residuos, porque el producto ha sido absorbido antes de que el esfuerzo se lleve a cabo. Otra cosa muy distinta sucede con los anabolizantes y este es el tema que parece más ligado a los éxitos de la RDA.¿Qué son los anabolizantes? Partiendo de la base de que el anabolismo consiste en la transformación de las materias nutritivas en tejido viviente dentro del organismo humano, podemos decir que el anabolizante favorece la producción de este fenómeno. Se porta como el vehículo más apropiado para la absorción de los ácidos más fundamentales para la vida celular, los amínicos, y justamente en las células de la fibra muscular. En otras palabras, lo que favorecen los anabolizantes es el aumento de peso y volumen en la masa muscular del individuo.
Los más utilizados por los deportistas, en principio, fueron los hormonales. Se trata de las llamadas hormonas andrógeno-proteicas, formadas por la segregación de un tercio del testículo y dos tercios de las glándulas córtico-suprarrenales. En resumidas cuentas, hormonas masculinas modificadas. La idea era que no repercutieran sexualmente y sí muscularmente, aunque su ingestión pudiese provocar efectos negativos graves. El principal afecta al aparato genital y al hígado, pero también produce lesiones musculares y artrosis. La explicación a estas últimas es bien sencilla: por el efecto del anabolizante el músculo se hipertrofia y al igual que en el doping el cuerpo se encuentra «animado» a sacar reservas de donde no las tiene, el ligamento muscular se ve obligado a unos esfuerzos para los que no está desarrollado al ritmo normal. Lógicamente, cuanto más volumen y peso alcanza la masa muscular más peligro existe de que surja la lesión. Los nombres de los productos anabolizantes a base de hormonas pueden ser el androstadieno, androsteno, la androsterona, actiocolanona, isooandriosterona y otros.
Existen, sin embargo, otros anabolizantes no hormonales, que tienen una estructura química distinta y que también se utilizan en la actualidad. Sus ventajas, desde luego parecen mayores, pues no son tan tóxicos, y entre sus contraindicaciones no está -como en los de hormonas- la posibilidad de tumores de próstata.
De cualquier forma, el gran problema de los anabolizantes es su dificultad para ser detectados. A finales de 1973, el doctor Roger Bannister, presidente del Consejo Deportivo de Gran Bretaña, anunció el descubrimiento por un equipo de médicos británicos de un nuevo sistema. Bannister, quizá lo recuerden, fue el primer hombre que bajó de los cuatro minutos, barrera fatídica, en la carrera de la milla. Declaró que el equipo dirigido por el profesor Brooks, del hospital Saint-Thomas de Londres, podía detectar hasta una dosis de cien mil millonésimas de esteroide anabólico.
La cuestión, sin embargo, es en qué momento, porque los anabolizantes desaparecen completamente del cuerpo humano en pocos días. Basta con que se tomen ciertas precauciones en el plazo de tiempo del tratamiento para que, al hacer el control en la orina, no haya ningún rastro de ellos y en cambio continúen siendo eficaces en el cuerpo del individuo. Este es el fallo de un método que si se utilizara en el momento oportuno parece perfecto. Consiste en exponer una muestra de sangre o de orina a un anticuerpo. A continuación se pone en contacto esa mezcla con un isótopo radiactivo. Si hay vestigios de anabolizantes, se produce una reacción en el isótopo que da lugar a un precipitado y a la consiguiente radiactividad en toda la mezcla. Teóricamente muy bien, pero difícil de aplicar con éxito total en la práctica. Bannister y Brooks comentaron a este respecto que si el fallo resultaba evidente, era de esperar que al menos Ia existencia de un método antianabolizante frenaría algo la utilización de estos productos por los atletas. Loable esperanza, pero utópica, claro. Por ejemplo, en este caso concreto de las nadadoras de la RDA. Si se han batido diecisiete records mundiales, supuestamente establecidos con anterioridad a base de esos productos, lo lógico es que las «ayudas» hayan vuelto a existir, porque está claro que los anabolizantes en el cuerpo humano superan al simple cuerpo humano sin ellos.
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