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Canarias, tierra fronteriza

Digámoslo formal y solemnemente: las islas Canarias se enfrentan ahora mismo -desde la descolonización del Sáhara- frente al reto más importante y difícil de su historia desde que, hace cinco siglos, se incorporaron a la Corona de Castilla. Los canarios tienen clara conciencia de que su circunstancia geo histórica ha sido modificada de raíz y para siempre. Canarias ha pasado de la condición de tierra interior española a la de frontera. Y qué frontera... No hay que ser estratega profesional para comprender que el archipiélago se encuentra, a partir de ahora, abocado a los mayores riesgos por su casi antigüedad a una de las zonas más conflictivas del planeta, en la que las superpotencias tenderán a meter baza a la menor oportunidad. Están los fósfatos, producto básico en un mundo con una creciente penuria de alimentos; está la pugna entre el socialismo (Argelia) y el feudalismo (Marruecos), por imponerse en la orilla africana del Mediterráneo occidental, decisiva para el futuro de Europa, y que condicionará grandemente el despertar del magma islámico, al que estamos asistiéndo desde hace varios lustros; están los intereses estratégicos de los Estados Unidos y la Unión Soviética (ahí está, sin que se haya desmentido convincentemente, la pretensión militar norteamericana de formar un triángulo militar en la zona, con vértices en Rota, Kenitra y Tenefife) y last but not least, está el pueblo saharaui, dispuesto a vender cara la derrota frente a quienes le niegan su condición de pueblo que aspira a la libertad.Las islas no tienen ya las espaldas cubiertas

La historia de Canarias ha discurrido hasta ahora sin sobresaltos exteriores, si se descuentan los episódicos ataques de los corsarios británicos y holandeses. La tierra más cercana -y bien cercana que está- es el Sáhara, y este territorio ha estado durante estos siglos en manos de los españoles. Precisamente ésta fue la justificación histórica de la presencia de España en la «orilla de enfrente de Canarias. Las islas, pues, ya no tienen las espaldas cubiertas. Hasta ahora el archipiélago ha vivido fuera del protagonismo conflictivo internacional. A partir de ahora no se sabe. Esto hay que decirlo, porque pienso, con Ricardo de la Cierva, que la «España canaria ha llegado a una encrucijada histórica, sin que el resto del país se haya enterado».

Y no es que hasta ahora la vida canaria fuera idílica. Contrariamente a lo que Se proclama en una estúpida y narcisista propaganda turística, la efectiva realidad de que la existencia del, canario se ha desenvuelto den tro de unas condiciones de vida muy distintas de ser afortunadas. Canarias ha estado siempre sumergida en el subdesarrollo, y su economía sometida a una dependencia colonial del exterior, tanto del extranjero como de la España peninsular.Y como lamentable corolario de esta situación, la emigración como constante atroz de la historia insular. Pocos canarios no han tenido en, el entrañable cuerpo familiar propio el desgarrón de seres queridos que han tenido que abandonar el terruño en busca de un protagonismo y un bienestarespiritual y material que leg vedaban las injustas estructuras semicoloniales imperantes en el archipiélago,

No se trata, pues, de que la descolonización del Sáhara ya arrojado a los canarios del paraíso. Los isleños no tienen añoranza alguna de ningún paraíso perdido, porque, la vida en las islas nunca ha sido paradisíaca. Pero es que ahora la historia puede arrojar a las islas al infierno, Esta indeseable. posibilidad, que tan justamente atemoriza a las gentes de Canarias, hay que ahuyentarla a todo trance. Y no precisamente con exorcismos mágicos, ni con desmeduladas retóricas políticas, sino con la acción comunitaria, racional y sostenida de los canarios. De todos los canarios. Porque a todos los habitantes de las islas les corresponde el derecho y el deber de participar activamente en la propuesta y puesta en ejecución de las posibles soluciones al grave problema canario. Se trata de iniciar una nueva navegación histórica acorde con el radical cambio que ha modificado el retorno efectivo de las islas. Este nuevo rumbo canario ha de trazarse sobre dos supuestos básicos e irrenunciables: democracia y regionalización. Es decir, representatividad. En la España democrática que se avecina, el «caso canario» sonará, y mucho, y será una llamada a un replanteamiento del reparto de protagonismos en la vida nacional.

Los canarios, como el resto de los españoles, han padecido cuarenta años de ausencia de democracia y libertad. Los resultados están ahí, en nuestra región: atraso económico, injusticia social, dependencia estructural, analfabetismo, y encima una presión demográfica casi insoportable. Junto a estos males, y para empeorar las cosas, ha habido casi continuos enfrentamientos entre Tenerife y Gran Canaria en luchas fratricidas y estériles, que han obstaculizado la necesaria acción regionalizadora. Pienso que el reto histórico inaplazable que la descolonización del Sáhara plantea a la sociedad canaria es de tal índole que exige que la respuesta, para que sea válida, incluya como ingrediente fundamental la efectiva regionalización del archipiélago. Una regionalización que habrá de efectuarse de abajo arriba, con la participación democrática de todos los canarios. En esta empresa regionalizadora, han de tener voz y voto los sectores sociales, economicos y políticos.

Una forma de ser española, definida por la vocación americanista

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En esta hora difícil del archipiélago es preciso que se vuelque sobre las Canarias la solidaridad nacional. A fin de cuentas, la solidaridad entre las regiones y las gentes de España es la justificación moral de la existencia misma de la nacionalidad española. Esta solidaridad ha de manifestarse activamente mediante la prestación de todas las ayudas, en todos los órdenes, que exija la actual coyuntura de Canarias. Pero esta solidaridad incluye también que los poderes centrales de la Nación no obstruyan, como en muchas ocasiones ha acontecido hasta ahora, el camino de las islas Canarias hacia su propio camino, hacia su propio y genuino papel en el conjunto del destino nacional.

El destino geo-histórico del archipiélago viene definido por su condición de encrucijada de tres continentes: Europa, América y Africa. Su incorporación a la Corona de Castilla en el siglo XV supuso su adscripción irreversible al mundo y la cultura de Occidente como parte de una gran nación europea -España- de un pasado azaroso e importante, que ha dejado su impronta en las cinco partes, del mundo. Canarias se siente solidaria de este legado histórico, pero quiere enriquecerlo dinámicam ente mediante un estilo propio de acción, que es, en definitiva, lo que se entiende en las islas por canariedad: una forma de ser y actuar española, que vene definida y exigida por su propia vocación americanista, el archipiélago fue el laboratorio y campo de experimentación de la empresa americana y por su proximidad a Africa, donde Canarias puede constituirse en factor de estabilidad y prosperidad de la zona que la circunda.

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