Los curas de semana de "Reflexión"
Ahora sólo hay dos espacios televisivos con curas: El Padre Brown y Reflexión. El primero nos ameniza las tardes de los miércoles, y por méritos propios y deméritos ajenos se está convirtiendo en lo más visible de la actual programación, lo cual es todo un síntoma; los otros, nos hacen sufrir con bastante premeditación, algo de alevosía y mucha nocturnidad, momentos antes de dormirnos, recordándonos diariamente nuestra innata perversidad de humanoides. Al lado de los curas que suelen salir en RTVE, el Personaje de Chesterton ha logrado ser el más liberal, aperturista, moderno y posconciliar de los muchos que desfilaron en estos últimos lustros por Prado del Rey, incluido el padre Mudina, el de las flores. Y es que desde monseñor Guerra Campos hasta doñ Javier de Santiago hay una larga tradición de sotanas a cada cual más alejada de la realidad espiritual del país. Sólo el padre Sobrino, por medio de sus psicoanalizables recursos a la sociología y a la psicología empíricas, se afanaba por acercar sus sermones a la calle, no dudando en ocasiones en aparecer en un bar suburbial tocado con. una agresiva boina añoveriana. Pero el hombre casi siempre se delataba por su tonillo, sus gestos y sus preguntas de confesor de clases medias antiguas. En cualquier caso, justo es reconocer que el padre Sobrino tuvo su mérito: andaba a caballo entre el padre Brown y el padre Muñoz Iglesias. Del anglosajón tomaba su afición por la encuesta, aunque su metodología detectivesca fuera completamente distinta, más materialista; del incansable viajero por las sendas de San Pablo, su reconocible estilo campechano. Conviene recordar que nuestra cultura popular es tremendamente rica en tratos con curas y monjitas llanotes, y ahí están, a disposición de los finos analistas, el padre Pitillo, fray Escoba, sor Citroen y fray Dólar. Pues bien, tanto el padre Sobrino como el padre Muñoz Iglesias pretendían conectar en sus programas religiosos con esta ilustre saga, ora por los caminos de las ciencias sociales, ora por la ruta más vieja del mundo.Se observa un trascendental cambio de tácticas. Los que se turnan todas las semanas en Reflexión abandonan el populismo, las sonrisas, el desenfado y la campechanería para asumir , gravemente, con ese tono circunspecto producto de muchos siglos de incontestada autoridad sobre los cuerpos y las almas, el papel de terribles directores espirituales a la moda de la Era del Racionamiento. Se acabaron las bromas amables, el lenguaje liso y llano, las flores o los adelantos de la psicología experimental. El cura de semana de las noches españolas se emplea a fondo para restaurar el perdido temor al Infierno; y lo hace, y yo diría que lo consigue utilizando, todas y cada una de las más prestigiosas figuras de la arcana y eficaz oratoria sagrada. Recitación dogmática, gesto ortodoxo, mirada tridentina, ademanes apocalípticos e ideas escatológicas con el fin de inyectar en el telespectador los viejos espiritualemas de nuestra santa infancia. Ya lo decía el Eclesiastés: hay un tiempo televisivo para cada cosa. Tiempo de reír con el padre Brown y tiempo de penar con el exótico trío de Reflexión.
Babelia
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