El barroco, recreado por el dúo Rampal- Veyron
De gran atractivo era el penúltimo concierto de los organizados por los Amigos del Teatro Real. La primera parte del programa reunía tres grandes sonatas barrocas de Vivaldi, Haendel y Leclair.La sonata en Sol menor de Vivaldi, sexta de la Opus 13, Il Pastor Fido, se separa de las cinco precedentes, de estructura menos sólida, aunque tal vez de, mayor encanto e ingenuidad. En ella tenemos un buen ejemplo de la transposición que realiza Vivaldi de la técnica violinística, ya muy desarrollada, a los instrumentos de viento, ya que el A llegro ma non presto está tomado del Allegro inicial de su concierto Opus 4, nº VI, perteneciente a La Stravaganza.
La sonata en Si menor de Haendel (una de las once dedicadas a la flauta) pertenece a la magnífica Opus 1, que reúne sonatas para flauta, violín y oboe con continuo, muy próximas todas ellas al estilo italiano.
Jean Pierre Rampal, flauta
Robert Veyron-Lacroix, clave y piano. Obras de Vivaldi, Haendel, Leclair, Poulenc, Bartoky Prokofleff. Teatro Real.
La sonata en Sol mayor de Leclair es buena muestra de la escuela de flauta francesa del siglo XVIII, de la que Rampal es en definitiva heredero.
La interpretación de la música barroca de J. P. Rampal no es ni puede ser de tipo arqueológico, en primer y fundamental lugar porque el instrumento que toca es absolutamente diferente del que existía en el siglo XVIII. La flauta travesera barroca era instrumento de madera, con una sola llave y generalmente de tubo cónico, mientras que la actual flauta Boehm es metálica, con un mecanismo complejo y tubo cilíndrico, y varían, por tanto, la técnica y el sonido. Sería, pues, absurdo pretender una interpretación purista; lo que hace Rampal es aprovechar'los datos proporcionados por la musicología sobre barroco para hacer una recreación de enorme belleza, pero desde el punto de vista de un músico de nuestro siglo.
Aclarado esto, se puede afirmar que la interpretación del barroco ,de Rampal es una auténtica delicia: por la elegancia de fraseo y articulación, por su riqueza de timbres y matices y por la hermosura de su ornamentación. Esta es exuberante, aunque sin salirse de la línea melódica, ya que no,es de tipo glosado, y está apoyada por la esencia de todo adorno: el «estar dicho» de modo improvisatorio.
La segunda parte estaba compuesta de tres obras contemporáneas.
En primer lugar, la extraordinaria sonata de Potileinc, obra profundamente francesa, con no pocas influencias de Stravinsky,y del impresionismo (Poulenc fue discípulo de Fauré). La hermosa Cantinela (espléndidos los pianísimos del agudo) constituyó uno de los momentos cumbres del concierto.
A continuación la Suite campesina húngara de Bartok -obra transcrita para flauta y piano por Paul Arma de las «Quince canciones campesinas húngaras»-, para terminar con la sonata-Opus 94, de Prokofieff. Esta obra, escrita originalmente para flauta, fue transcrita para violín por el autor a instancias de David Oistrakh (quien, por cierto, tocó esta sonata en su última actuación madrileña). Se trata de una hermosa obra, de gran virtuosismo, con el característico «clasicismo» del autor en el andante.
Rampal demostró en todo momento su musicalidad y virtuosismo. Su articulación -sus legatos, su doble y triple picado- es sorprendente. De su formidable sonido cabría decir que es absolutamente francés. Aunque sería difícil explicar en qué consiste esto, es evidente que si pensamos en el sonido de unos cuantos grandes músicos franceses -Ferras, Gendron, Pierlot, André, el mismo Rampal, y tantos otros- encontraremos un algo común a todos ellos.
Rampal posee una magnífica técnica de diafragma y un vibrato puesto siempre al servicio de la expresividad (¡qué modo de recrearse en la cumbre de una frase!) que unidos a un fiato perfecto, hacen de su sonido una línea de extraordinaria continuidad.
Robert Veyron-Lacroix, además de buen pianista y elavecinista excepcional -sus realizaciones de bajo cifrado son excelentes-, es un acompañante seguro, atento, que se para a escuchar «lo que está pasando» en todo momento (magnífica la manera de «sujetar» a su compañero). En resumen: un auténtico músico de cámara.
El éxito fue arrollador.
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