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Paula y el presidente se cargaron la corrida

La llamada «corrida del arte», que transcurría interesantísma, se rompió por la desconsiderada actitud de Rafael de Paula y una decisión presidencial que será polémica. Fue en el cuarto de la tarde, un toro de trapío, espléndidamente armado, serio. Salió manso y Paula no lo quiso ni ver. Ni un capotazo le dio, no se acercó jamás a menos de veinte metros, andaba por el ruedo como si en lugar de director de lidia fuese el puntillero.Naturalmente, el toro se hizo el amo, porreteaba, embestía a oleadas. En una de ellas derribó y cuando huía del caballo, se le cruzó el picador, que acababa de incorporarse de su caída, y le arrolló. La gente estaba indignada. En aquel momento tomó el mando de la lidia quien menos estaba llamado a hacerlo, el tercer espada, Roberto Domínguez. Demostró ser el más torero de la terna del arte. El público gritaba «¡fuera, fuera!», auténticamente soliviantado contra la intolerable inhibición de Paula. Y he aquí que ante la sorpresa general el presidente, sacó el pañuelo verde.

El domingo se celebró la décima corrida de feria, con cuatro toros de La Laguna y dos del Jaral de la Mira, para Rafael de Paula, José Mari Manzanares y Roberto Domínguez

Paula. Se inhibió totalmente de la lidia. En el primero, faena a la defensiva. Pinchazo y media delantera y bajísima. En el sobrero, corrido en cuarto lugar, se confió y sacó numerosos muletazos por la derecha, de los que pocos fueron buenos. Pinchazo, rueda de peones, nuevo pinchazo (aviso) otra rueda de peones y tres descabellos (bronca en los dos). Manzanares. Muletazos impecables en el segundo. Hubo un gran pase de pecho. Media estocada (oreja). El quinto fue un inválido que no tenía faena. Estocada corta tendida y dos descabellos (palmas). Domínguez. Estuvo muy torero toda la tarde. Sacó buenos pases al tercero, que tenía poco recorrido. Pinchazo y estocada volviendo la cara (vuelta). El sexto negó agotado al último tercio y apenas. embestía. Estocada baja (palmas). Los toros. Los de La Laguna, muy bien presentados, mansurronearon en varas y llegaron nobles, aunque agotados, a la muleta. El segundo fue muy boyante. Al cuarto, manso y difícil, se le devolvió al corral. Los dos sobreros del Jaral, mansos. El corrido en cuarto lugar acabó pastueño. El quinto fue un inválido. Otros factores. Se llenó la plaza. El presidente, señor Corominas tuvo una actuación desconcertante. Muy bien en los cambios de tercio y en la concesión de trofeos, fue inexplicable que devolviera al cuarto y discutible al quinto, que no parecía cojo.

Se armó un escándalo mayúsculo, cayeron a la arena almohadillas y botes de cerveza, porque nadie, absolutamente nadie, a excepción del matador en sus jaculatorias, había pedido que cambiaran al manso. Sencillamente, el señor Corominas, el gran presidente de tantas tardes, se equivocó de a medio y literalmente se cargó la corrida. El sobrero del Jaral, también resultó manso en varas y nuevamente asistimos a la inhibición de Paula, quien se colocaba allí donde creía que no habría el menor riesgo. Pero no le salió bien porque en una ocasión el manso escapó por donde menos se esperaba y le arrolló. Cuando el artista se incorporaba, la tez no tenía color.

El jaral fue pastueño para la muleta, tanto, que el artista de muchos romances le quiso hacer faena. Dio unos derechazos y un ayudado soberbios, pero el resto fue repetirse, cada vez peor, se aliviaba con el pico. Pases por todos los terrenos, sin temple, monótono. La postura aflamencada, que en otras tierras levantará clamores, aquí no le valió para tapar su escasísimo fundamento torero.

El quinto, hermoso ejemplar, también se devolvió al corral por una dudosa cojera. Otro sobrero del Jaral, era inválido y el público se lo tomó a chufla. El sexto, de presencia impresionante, se quedó sin recorrido y tampoco admitía faena.

La Corrida acabó así mal y a las tantas. Pero hasta aquel cuarto toro, si salvamos un trasteo a la defensiva de Paula en el primero, el festejo marchaba por cauces interesantísimos. En el segundo los tres espadas compitieron en quites, por verónicas del delantal. Era el mejor de la corrida y Manzanares lo aprovechó en una faena exquisita. No la redondeó, aunque la calidad de la res lo admitía, pues tuvo altibajos, faltó armonía y ligazón; y le faltó también, al torero convicción para centrarse en los naturales y en ocasiones arranque para suprimir la ventajilla del pico. Sin embargo consiguió derechazos de sensación, prendía el animal en la muleta y lo llevaba en un recorrido largo y suave, hasta el remate que consumaba con precisión y mando.

El tercero se vino abajo en la muleta. Domínguez, construyó la faena en el tercio. Quizá debió llevarle al centro del ruedo y en todo caso no plantear el cite tan de cerca, como hizo, pues ahogaba la embestida. Pero estuvo valiente, sacó muletazos impecables. Sobre todo estuvo torero. Y no sólo en ese toro: siempre permaneció en la plaza con sitio y responsabilidad, pendiente de la lidia, cuya dirección tomó cuando quien tenía la obligación de ejercerla perdió los papeles y se dejó ganar por el miedo y la desvergüenza.

Los dos solos, Manzanares y Domínguez, sin los escándalos que provocaron Paula y la inexplicable decisión presidencial, habrían podido ofrecer una gran tarde de toros.

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