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Nuevo intento de tregua en el Líbano

El presidente electo libanés, Elías Sarkis, y varios dirigentes de la alianza izquierdista musulmana mantuvieron conversaciones en la madrugada del viernes que podrían conducir al próximo anuncio de un alto el fuego en la guerra civil libanesa.Sarkis y Kamal Jumblatt, el más importante líder izquierdista, se habían entrevistado previamente durante dos horas el miércoles por la noche. Al término de la reunión, Jumblatt manifestó que Sarkis le había hecho algunas propuestas «que merecen estudiarse y ser respondidas».

Mientras tanto continúan los combates en todo el país. Las víctimas producidas en las últimas veinticuatro horas se estiman en 65 muertos y 150 heridos. El fotógrafo francés Arnaud Borrel, de veintiún años de edad, fue ingresado ayer, gravemente herido, en el hospital de Beirut, tras ser alcanzado por un proyectil de mortero, en las montañas del noroeste de la capital libanesa. Fuentes sanitarias informaron que Borrel tuvo que ser operado para extirparle fragmentos de metralla incrustados en el estómago y en la espina dorsal. Su condición, después de ser operado, se describió como «satisfactoria». Borrel trabajaba para la agencia francesa «SIPA».

Por otra parte, el primer ministro libio, Abdel Salam Yalud, regresó el jueves por la noche a Trípoli, después de mantener «fructuosas y útiles» entrevistas con dirigentes izquierdistas iraquíes, sirios y libaneses, según anunció la radio libia.

Los periódicos libaneses señalaron ayer que Yalud podría visitar próximamente Argelia, con el fin de presentar una propuesta para la formación de un «frente de rechazo árabe», formado por Libaño, Irak, Argelia y, probablemente, Libia. Este frente, que incluiría también el movimiento guerrillero, palestino y a la izquierda libanesa rechazaría toda clase de soluciones de «capitulación» en el conflicto árabe-israelí.

El presidente egipcio, Anuar el Sadat advirtió ayer contra los intentos de partición del Líbano o de debilitación del movimiento de resistencia palestina y añadió que si alguna de estas dos cosas fueran llevadas a término, Egipto no permanecería «con las manos cruzadas».

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