La autopista de las divisas
Cuando comenzó a_tomar cuerpo la autopina que enlazaría La Junquera con el Reino de Valencia -y su proyección hacia Murcia, hacia Andalucía- una publicación valenciana empezó a llamarla la Autopista de las Divisas. Ello sin la menor intención dítirámbica, sino sencillamente para dejar bien sentado, desde un principio, la significación nacional, -no simplemente territorial- de la citada vía de comunicación ultrarápida. Y de la substanciosa franja geográfica- de playas y huertos a la que iba a servir, hacia o desde Europa. El término divisa, en su acepción de valoren moneda extranjera producido por el comercio exterior de un país, es de uso moderno. Pero la aptitud, la propensión, el gusto -más vocación que naturaleza- de esa franja, particularmente desde el Ebro al Segura, más sus flecos, andaluces, para crear riqueza de exportación, tiene una tradición de siglos. Y no sólo en agricultura; también sus artesanías, hoy industria; incluso en bienes que fueron y son, a la vez, cosecha campesina y manufacturera, como la seda. En la España contemporánea esas exporta ciones mediterráneas -esas- divisas para el Estado, en general, y para alguna región en particular-, se han realizado por vía triple: inicialmente-, por mar; luego, en crescendo aleccionador, por ferrocarril; en las últimas décadas y en fulgurante auge, por carretera. (Convendría hablar más adelante de la lección viva que nos suministrá, vista -principalmente desde, Valencia, la mentalidad patriótica que ha presidido y preside la vida del ferrocarril español, desde el famoso. «ancho» numantino hasta la prelación en los tramos electrificados).Los españoles, en inmensa mayoría, no concebimos la inserción -de los factores regionales en el conjunto nacional sin la intervención de una. desmedida dosis de folklore: pintoresco o treniendista. Con ello, la, la conjuntada variedad. regional se «ve» más como un fin de fiesta -zarzuelero o camorrista-, que como organismo vivo, funcional. Saludable esfuerzo, pues, todo aquel que se dedique a destrivializar, al respecto, esa mentalidad española.
En el caso de Valencia, tan frecuentemente asociada sólo a las inevitables apoteosis coloristas y estruendosas, con sus lógicas y no menos lamentables, resacas iconoclastas, de propios y extraños, saludable será enriquecer ese clisé barato con alusiones enjundiosas y esclarecedoras, como estas de las divisas levantinas, reduciendo así el terreno expresivo Señoreado por los tópicos quincalleros. Con mayor razón, por resultarle a España esas divisas, ese oro, enteramente gratis, en contraste con tantas otras, las turísticas, las náuticas, las industriales, necesitadas de materias de importación, de primas, de promoción, de... etc. .
Divisas, pues, limpias (le polvo y paja, a las que se impone añadir gran parte de las turísticas, de las que igualmente eran y son esas vías costeras mediterráneas su más animado cauce, desde el Pirineo al Estrecho.
Ahora bien mientras la autopista mediterránea iba avanzando hacia el sur, desde el Pirineo, estimulando la imaginación exportadora de estas geografías y estos hombres conquistadores de divisas, otra vía decepcionante y entorpecedora subía de sur a norte, en dirección contraria, al ver que, tras La Junquera una alarmante muralla, con una puerta cada vez más estrecha: el Mercado Común y el progresivo endurecimiento, allá, de sus mecanismos proteccionistas; y aquí, los ídem numantinos...
Por un lado se nos ofrecía más llano el camino para nuestros envíos a los mercados europeos tradicionales y nada sustituibles. Para el transporte por carretera se nos desplegaba, incitante, la autopista. También por ferrocarril, merced a las mejoras de la tracción y a las unidades de ejes intercambiables. Pero por otro lado, autopista y ferrocarril nos subían y suben a una frontera de acceso cada día más difícil y problemático. Nuestro comercio exterior ansió durante muchas décadas vías altrarápidas de penetración europea. Y cuando comenzábamos a tenerlas empiezan a existir -.ahora sí- los Pirineos...
Sarcasmo tragicómico. Más doloroso todavía, psicológicamente al menos., por su coincidencia con otro sarcasmo singular; pues en tanto que nuestras exportaciones sufren tantas angosturas, las importaciones de consumo, consumidoras de divisas, gozan, por lo que se ve, de expeditivas anchuras.. Importaciones previsiblemente evitables si se estimulara su producción nacional, con una política menos cicatera para nuestra agricultura, importaciones tan apetitosas por lucrativas y nada arriesgadas; «importaciones sangrantes», como las calificara, sin consecuencias, una personalidad sindical hace pocos meses.
Sin una cabal coincidencia de la ciudadanía española sobre ese doble bromazo que la descrita situación representa ¿cómo podrá ser entendida nacionalmente Valencia?
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