Las propuestas ejemplares de Juan Navarro Baldeweg
La ilusión de la luz en la Galería Buades
El tiempo, el espacio, el movimiento, la luz, el color y el sonido, congregados por Juan Navarro Baldeweg en perfecta unidad, en un solo acto creador, en el tacto y ejemplo de una experiencia singular, en la manera inmediata de ser, de actuar y aparecerse una obra única.En un ángulo de la Galería Buades, y al lado de otras muchas propuestas espaciales y temporales, Juan Navarro Baldeweg propone a los ojos del visitante un experimento absolutamente original y altamente ilustrativo en la elementaridad misma de su mecanismo: una vela encendida, transmisora de su paulatino decrecimiento a un hilo de acero, que a su vez comunica un movimiento armónico a dos ruedas situadas en sus extremos respectivos e insensiblemente impelidas a ascender por respectivos planos inclinados.
Siempre que en el arte de la pintura se habla de la «luz», se hace, naturalmente, de forma figurada, en el sentido de imitación o «ilusión». En el experimento de Juan Navarro Baldeweg, la luz, por el contrario, es «real», tan real como la llama de una vela que se extingue y revela y explica las infinitas variaciones o facetas de su propio tránsito.
Otro tanto ocurre con el color. No hay aquí (en este admirable artilugio de Juan Navarro Baldeweg) ilusiones cromáticas ni simples alusiones a los colores de las cosas; la luz sólo de esa llama en perpetuo derroche.
Tampoco el espacio obedece a ninguna representación o ficción óptica. El espacio es la realidad misma de ese hilo de acero que se distiende en el lugar, ocupa gradualmente el lugar de su pertenencia y él mismo constituye un lugar, presidido centralmente por la llama de la vela, extendido, punto por punto, a lo largo del cable armónico, y consumado, en sus extremidades por el giro, apenas perceptible, de las ruedas que van coronando, instante tras instante, sus respectivos planos inclinados.
El tiempo
El tiempo, por su parte, excede, con creces su habitual consideración de «proceso elaborador» o «recorrido contemplativo» en el hacerse o manifestarse de la obra. El tiempo aquí es duración real y medida («medida del movimiento», de acuerdo con la definición de Aristóteles). La llama de la vela se va consumiendo en su propio fulgor (duración en cuanto que duración, puro acontecimiento) al tiempo que se traduce en medida sutil del movimiento que el cable recoge, transmite y convierte en rotación apenas perceptible. Haya o no, en ella, traslación de la cualidad o la cantidad o confusión entre lo espacial y lo durativo, la definición aristotélica del «tiempo» se me reveló, ante el singular experimento de Navarro Baldeweg, como realidad próxima y comprobable, empíricamente explicada en el transcurso de un acontecer en el espacio, desplegado con movimiento y sumiso a una intransigente e insensible medida temporal.Y el sonido. Si lo apenas perceptible de la medida temporal provocaba, en su minimidad, la explosión contenida del asombro, éste venía a acentuarse ante el pálpito, ante la tensión, de aquel hilo de acero, de aquella llama levemente trepidante y de aquella rotación con sordina. El sonido era tenue vibración entre silencio y silencio, «paréntesis tímbrico» entre una soledad que pasó y otra a punto de llegar. La «soledad sonora» dejaba de ser metáfora, si alguna vez lo fue, para incorporarse al auge de un suceso tan complejo y tan elemental.
El milagro diario
¿Cómo es posible que una tan simplicísima experiencia (un artilugio tan primario) tenga la virtud de explicitar «realmente», y hasta el asombro, aquellos «fenómenos» (el espacio y el tiempo) que Goethe llama «originales» por preceder a todo y seguir a todo, y hacer tangible el milagro diario y enigmático de la luz, y de concitar, al mismo tiempo y en un lugar único, el concierto de la luz y del sonido?
Meditación y práctica
Aun a sabiendas de que Juan Navarro Baldeweg es un hombre dedicado de lleno al estudio, a la meditación y a la práctica del universo artístico («es una de las mentes más lúcidas -escribí de él en reciente ocasión- en la interpretación de la moderna y en la práctica del arte contemporáneo»), no pude evitar, en el enfoque de la contemplación y en la participación del experimento, una exclamación admirativa que ahora comunico sinceramente al lector.He elegido la manera de ser de una sola de las propuestas de Navarro Baldeweg por razón de claridad, o en vez de englobar todas en un comentario ocasional y disperso. Cualquiera de las otras (el papel vegetal que incorpora la «luz» como realidad, en la propuesta titulada «Fuente y fuga», el «sonido metálico» que incluye en su rotación indefinida la conciencia del «tiempo», la presencia del «color» como signo evocador del lugar..., y el «espacio» en general, entendido y propuesto como ideación o imaginación del hombre hablan de ser igualmente ilustrativas y más recomendables, desde luego, para la contemplación y participación del ciudadano que para las trazas de una crónica eventual.
Galería Buads.
Claudio Coello, 39.
Babelia
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