El tenis se arrodilla ante el cheque infinito de Arabia Saudí: “Están ganando la batalla...”
Pese a las reticencias iniciales de los dirigentes y las jugadoras, el país oriental se establece en un deporte que presume de pureza y que ahora sucumbe al dinero


La número uno del mundo, Aryna Sabalenka, desfila por la pista de Riad con una sonrisa de oreja a oreja. Atrás quedaron las preguntas, el cuestionamiento, cualquier atisbo de crítica. Amnesia colectiva. ¿Arabia? Eso es, Arabia Saudí, uno de los estados en los que la vulneración sistemática de los derechos humanos es más sangrante y donde durante los próximos días, las ocho mejores jugadoras del curso se batirán por convertirse en la última maestra. A la vencedora le aguarda un cheque de 2,5 millones de dólares (1,7 de euros), por los 15,5 (13,4) del reparto total. Todo es, pues, felicidad. Ni rastro del antiguo recelo o el miedo al qué dirán. Oro ingente sobre la mesa, así que adelante, opinan dirigentes, actores y actrices. ¿Por qué no?
“El año pasado estuve en un japonés que estaba realmente bien, e ir de compras por ahí está genial. No jugué muy bien, pero lo mejor estuvo fuera de la pista”, afirma la bielorrusa, quien no escatima en elogios —“es increíble lo que están haciendo por el deporte, el proyecto es una pasada”— mientras los informes de diferentes organizaciones humanitarias inciden en la cruel realidad: “aumento de ejecuciones” y de las “restricciones de los derechos civiles y políticos”, pese a que la Unión Europea reconozca “los avances realizados en materia de derechos de las mujeres”. No parece importarle excesivamente al tenis, buscado de lejos, hace tiempo. Demasiado grande la tentación. Finalmente, también ha acabado pasando por el aro.
Hace poco más de una semana, la ATP —el organismo que rige el circuito masculino— y el Fondo de Inversión Público (PIF) del país oriental oficializaron el paso final: la inclusión de un Masters 1000 árabe en el calendario a partir de 2028. Misión cumplida para unos y otros. “El acuerdo marca una nueva era para el tenis mundial y una importante transformación deportiva en Arabia Saudí, trayendo al país a los nombres más célebres del deporte y ofreciendo una experiencia inolvidable”, proclamó la ATP, al tiempo que su presidente, el italiano Andrea Gaudenzi, sacaba pecho: “Es orgullo para nosotros y el resultado de varios años de trabajo”. “Creemos que los aficionados y los jugadores estarán encantados con lo que viene”.

Efectivamente, el empecinamiento árabe por el deporte de la raqueta nace de lejos, teniendo en cuenta su naturaleza global, el engranaje económico y la proyección de valores. La pureza: el deporte blanco, se le llama. Es decir, una maniobra estratégica para ir completando un puzle del que ya formaban parte el fútbol, el golf o la Fórmula 1, entre otras disciplinas, amén de un buen puñado de estrellas. “Les está funcionando”, señalan a este periódico desde Amnistía Internacional. “El fútbol abrió paso y luego han ido comprando a otros deportes populares para reforzar el blanqueamiento, hasta el punto de que nosotros, como sociedad, vamos normalizándolo. Cada vez nos escandalizamos menos y se informa sobre ello como si fuera una competición más. Están ganando la batalla”, denuncian.
La alerta del golf
En diciembre de 2019 se celebró por primera vez la Diriyah Tennis Cup, una exhibición empleada como estilete y que precedió a la negociación formal. A partir de ahí, una y otra parte emprendieron los contactos y se produjo un primer amago de asociación, cuando después de haberse alcanzado un acuerdo para la celebración de las Finales de la Copa Davis en Riad, según publicó el diario The Telegraph, finalmente se suspendió. Desde entonces, Arabia Saudí puso el foco sobre el tenis, de la misma manera que éste se dejó seducir; pese a las reticencias éticas de los inicios, el millonario horizonte que se le plantea prevaleció y en los despachos de la ATP y la WTA (organismo femenino) se llegó a una conclusión: comprobada la experiencia, mejor con ellos que contra ellos. Abundancia y practicidad a la par.
Como trasfondo, el temor a una maniobra similar a la del golf, en donde se creó un circuito paralelo (LIV) al tradicional (PGA) y se produjo una fuga de figuras; entre ellas, la del español Jon Rahm. Con el objetivo de preservar la estructura moderna y evitar alteraciones, el tenis ha ido abriendo la puerta de manera soterrada, primero, y sin tapujos, después.

De entrada, se acordó que Yeda acogiera la Copa de Maestros de las promesas (oficialmente Next Gen ATP Finals) a partir de 2023; posteriormente (enero de 2024) se anunció el fichaje de Rafael Nadal como embajador, un símbolo amable para sentar las bases y suavizar el desembarco; más tarde (febrero) se formalizó una “asociación estratégica de varios años”, traducida en forma de patrocinios y distintivos promocionales en torneos de prestigio, a cambio de una inyección financiera para la ATP por parte de SURJ Sports Investment —bajo el paraguas del PIF—; y tan solo un mes después, el tenis femenino pronunció otro sí decisivo, pese al rechazo de campeonas como Chris Evert o Martina Navratilova. “Qué será lo siguiente, ¿Corea del Norte?”, se preguntaba esta última con ironía.
Entre medias, poco a poco ha ido diseñándose un tejido cada vez más reconocible, con la adhesión de más tenistas de renombre —como la catalana Paula Badosa—, el escaparate del Six Kings Slam —una exhibición que recientemente ha concedido el mayor premio en la historia de este deporte, 13,5 millones de dólares (11,5 de euros)— y la confirmación definitiva de un Masters 1000; esto último, una cuestión de sí o sí. Lo perseguían, lo querían y ya lo tienen. A pesar de que los jugadores y las jugadores protestan por la saturación del calendario, dentro de tres años se añadirá un décimo mil —solo masculino, por ahora— que probablemente se programe en febrero, con el perjuicio directo que conllevará para los torneos de menor rango que se organizan durante esa franja, especialmente en Latinoamérica.
633 euros por segundo
“Los honorarios serán enormes. Esto será como el Salvaje Oeste”, expuso el exnúmero uno Andy Roddick. “Hacer más fuertes a nuestros mejores torneos nos está llevando a un crecimiento récord y a una transformación del circuito”, subraya Gaudenzi, satisfecho y, en el fondo, aliviado por la línea escogida en este caso por los saudíes. En lugar de la agresiva ofensiva ejercida sobre el golf, Arabia ha optado (por ahora) por alinearse con los principales estamentos del tenis, a los que el curso pasado, según The Telegraph, el PIF llegó a proponer una oferta en torno a 1.000 millones de dólares (867,5 de euros); el objetivo, multiplicar su rol como inversor y la idea, fusionar el circuito masculino y el femenino para terminar así con la fragmentación de hoy.

“Mentiría si dijera que fui allí solo por diversión o para jugar. Me encanta el tenis, pero hay que ser realistas. Así es la vida, ¿no?”, reconocía Carlos Alcaraz en el contexto del Six Kings Slam de 2024. Entonces, Jannik Sinner repelió el fin económico —“no juego por los millones, sino porque están los seis mejores del mundo”—, pero este año se sinceró: “Mentiría si dijera que no había una motivación relacionada con el dinero”. Cada tenista ingresó 1,5 millones de dólares (1,3 de euros) solo por participar en la cita de Riad, y con el triunfo de hace un año y el del actual, el italiano se embolsó 12 millones de dólares (10,4 de euros). En concreto, la estimación señala que facturó 633 euros por cada segundo que estuvo sobre la pista en esta segunda edición.
“El deporte es un chollo para ellos, y el tenis es otra vía más; otra baza dentro de esa estrategia que tienen. Intentan diversificar para ganar alcance y llegar a la máxima gente posible. Arabia busca transmitir que es un país moderno y confiable, pero nada más lejos de la realidad. Eso es ficción”, sentencian en Amnistía Internacional (AI). “Tienen muchas herramientas de relaciones públicas, para orquestar campañas. El relato ha cambiado por completo y ahora, cada vez que un deportista se suma o acepta el dinero saudí, no recibe las críticas de antes porque la sociedad simplemente dice: ‘otro u otra más’. Esto va así”, finalizan, al tiempo que el tenis se arrodilla ante la fuerza emergente.
SABALENKA REPITE COMO NÚMERO UNO
Aryna Sabalenka cerrará por segundo año seguido el curso en lo más alto de la lista mundial. La bielorrusa, de 27 años, recibió este sábado en Riad el trofeo que acredita su liderazgo y dominio actual. Destronó a Iga Swiatek en octubre de 2024 y desde entonces se ha mantenido al frente sin fisuras, consolidada como una competidora muy regular.
Así lo refrenda su trayectoria este año, en el que ha conquistado cuatro títulos, tres de ellos de prestigio: Miami, Madrid y US Open, además de Adelaida. Asimismo, cedió en dos grandes finales (Australia y Roland Garros) y también en las de Indian Wells y Stuttgart. En total ha sumado 59 victorias, el mejor registro de su carrera.
Sabalenka encadena 55 semanas como líder (63 en el global, por las ocho acumuladas entre septiembre y noviembre de 2023) y es una de las 13 jugadoras en la historia que ha finalizado la temporada como número uno en más de una ocasión. Recibió el premio con motivo del inicio de las WTA Finals y posó ante el isotipo del PIF, patrocinador del ranking femenino.
En los dos primeros cruces de la competición, Swiatek y Elena Rybakina se impusieron a Madison Keys (6-1 y 6-2) y Amanda Anisimova (6-3 y 6-1) de manera respectiva. Este domingo se disputarán los cruces del segundo grupo: Sabalenka-Paolini (15.00, Tennis Channel) y Gauff-Pegula (16.30).
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