La paradoja del tenis femenino: bajas por maternidad... patrocinadas por el dinero saudí
La WTA lanza un fondo de ayuda a las jugadoras de la élite, financiado por Arabia y que contribuye a la estrategia de “blanquear” al país, según Amnistía Internacional


Continúa Arabia Saudí expandiendo sus redes sobre el deporte de élite y, en ese sentido, más que jugoso el pastel del tenis, plataforma ideal para la proyección: globalidad, non-stop y constructor de leyendas y relatos históricos, amén de la envidiable estructura económica que lo articula. Es decir, dinero llama a dinero, y ahí que está el país de Oriente Medio profundizando y ganando cuota de mercado en uno y otro circuito, el de los chicos y el de las chicas, de la ATP a la WTA. Por mucho que se haya resistido, esta última también ha terminado sucumbiendo a los encantos petrolíferos que proceden del Golfo Pérsico y, en consecuencia, abriendo progresivamente la puerta a la entrada del capital árabe. Anuncia ahora una “iniciativa pionera” que “que brinda apoyo financiero y recursos integrales a las jugadoras para comenzar o ampliar sus familias”. Tiene nombres y apellidos: Fondo de Maternidad PIF WTA. Y he aquí la clave de las primeras siglas, el Fondo de Inversión Pública de los saudíes.
Según transmite el organismo, las tenistas “recibirán por primera vez una baja de maternidad pagada de hasta 12 meses y tendrán acceso a subvenciones para tratamientos de fertilidad para formar familias, así como otros beneficios”. Al mismo tiempo, precisa que ofrecerá beneficios a 320 profesionales y que el programa es “el primero y único en el deporte femenino que está totalmente financiado y respaldado por un socio externo”. Esto es, el PIF, cuyo logotipo luce bien grande por algunas de las pistas más importantes del mundo desde los últimos tiempos. El año pasado, la ATP y el fondo de inversión saudí anunciaron un acuerdo “estratégico” de varios años con el objetivo de “acelerar el crecimiento del tenis mundial”, lo que supuso tan solo el punto de partida para un plan soterrado que va cobrando más y más forma —Rafael Nadal como embajador, la Copa de Maestros de las promesas en Yeda, patrocinio del ranking masculino, exhibiciones millonarias en Riad o presentación de la entrega del número uno a final de curso, entre otras fórmulas— y que ahora sigue promoviendo la WTA.
El organismo femenino se alió con Arabia tres meses después que lo hiciera el masculino, en mayo de 2024, y expresa hoy su orgullo por ejercer un “papel transformador”, reforzado con un programa que “empodera a las tenistas” y que también tiene por objetivo la “equidad en el deporte de élite”, así como “inspirar a más mujeres y niñas de todo el mundo a practicar el tenis y ayudar a abordar algunos de los desafíos que a los que se enfrentan las jugadoras”. En esa línea, pretende que la iniciativa permita a las tenistas “regresar al mismo nivel hasta tres años después de haber dado a luz, o hasta dos años después de otro medio de paternidad, como la tutela”. Es decir, recurrir al ranking protegido, algo que en realidad lleva aplicándose en la WTA desde 2019 para que las profesionales (sin salario fijo) no pierdan estatus durante el periodo de baja y pudieran acceder hasta a 12 torneos a su regreso. Hoy día hay 25 jugadoras integradas en la WTA que son madres, entre ellas figuras de primer nivel como la japonesa Naomi Osaka.

En su momento, sin embargo, la estadounidense Serena Williams no pudo beneficiarse de esa protección y a su retorno después de haber sido madre por primera vez (2018) había perdido más de 400 puestos en la lista mundial. Su caso fue determinante para que se maniobrara. Lo mismo le sucedió a la veterana Victoria Azarenka, quien a sus 35 años sigue en activo y por entonces tuvo que enfrentarse a un mayúsculo desafío deportivo para reengancharse. Ahora es la principal representante del Consejo de Jugadoras y bendice el acuerdo entre la WTA y los saudíes bajo el soporte económico del PIF. “Es una oportunidad increíble para nosotras”, afirma. “Esto marca el comienzo de un cambio significativo en la forma en que se apoya a las mujeres en el tenis, haciendo que sea más fácil para nosotras continuar con nuestras carreras”, prolonga la bielorrusa. “Crea un entorno más inclusivo y se alinea con la visión, el propósito y los valores de PIF”, sostiene el director de eventos y patrocinios del fondo árabe, Alanoud Althonayan.
“Puro ‘marketing”
Desde Amnistía Internacional se pone en valor la iniciativa, “bienvenida sea”, pero se cuestiona el fondo de la misma al considerarla una herramienta más en la estrategia de blanqueamiento que lleva a cabo Arabia Saudí por medio del deporte (sportswashing). “Si de verdad hubiera una voluntad real de cambio, deberían empezar por cuestiones estructurales, medidas serias y reales. Si hay que empezar por algo es por reconocer la situación real de la mujer allí; siguen siendo ciudadanas de segunda y maltratadas, supeditadas a las órdenes del varón y confinadas en las casas, encarceladas por defender los derechos humanos. Esto no alivia la situación de discriminación”, transmiten fuentes consultadas por este periódico. “Es puro marketing, otro intento más de lavar su imagen. No dejan de ser gotitas en el desierto. Tratan de exhibir una imagen de progresismo que no es tal, sino falsa. El deporte es un gran amplificador del mensaje y lo están utilizando. Están consiguiendo que se hable del país con normalidad, y no es así. Se les está comprando el mensaje”, agregan.

Amnistía Internacional define a Arabia Saudí como uno de los estados más sanguinarios del mundo y señala que “la WTA debería preocuparse también por la situación de las mujeres saudíes, que ni siquiera pueden, por ejemplo, abandonar un centro de acogida contra la violencia de género sin el permiso de un tutor legal, que incluso puede ser el mismo que la ha agredido”. La organización no dispone datos sobre bajas por maternidad ni la cifra de mujeres trabajadoras en el país árabe, dada la “opacidad informativa” de sus autoridades y que las fuentes “no son fiables”; en cualquier caso, asegura que “es fácil suponer que las mujeres saudíes no cuentan con una baja por maternidad remunerada”. Incide en el poder persuasivo y enmascarador del deporte, y recuerda a la vez que “en su día ya se vendió como un avance el hecho de que de que se instalaran baños públicos para las mujeres” en el estadio de cara a la Supercopa española de fútbol.
Son ya unos cuantos deportes los que han aceptado el cheque árabe y, después de eufemismos y rodeos durante un lustro, el tenis definitivamente ha decidido nutrirse de los millones saudíes. La puesta en escena femenina la simbolizó la última edición de la Copa de Maestras, celebrada por primera vez en Riad después de varias mudanzas. Allí, en la burbuja en la que suelen moverse las jugadoras durante los torneos —generalmente del club al hotel y del hotel al club, salvo alguna salida esporádica para experiencias gastronómicas o turismo—, las ocho participantes subrayaron el buen trato y una aparente situación de normalidad, pese a que antes de su aterrizaje predominaban entre ellas la incertidumbre. Ninguna crítica. Agradecimiento incluso. Gradas semivacías.
Espíritu e incompatibilidad
“Me encanta jugar aquí, están haciendo un gran esfuerzo por mejorar la vida de las mujeres”, indicó la actual número uno, la bielorrusa Aryna Sabalenka. Antes del desembarco de la WTA en Arabia, las tenistas rehuían hablar del tema, o bien emitían respuestas vagas o neutras. “Yo solo he escuchado cosas positivas y aquí estamos. Es un país nuevo para nosotros, un nuevo mercado que nos está dando una gran bienvenida”, concedía a la agencia AFP la directora de las WTA Finals, la española Garbiñe Muguruza. “No tenemos ningún poder de decisión”, lamentaba la polaca Iga Swiatek. Tan solo la rusa Daria Kasatkina se desmarcó, aunque participó en el certamen debido a una baja: “Es más fácil para los hombres porque se sienten bastante bien allí, digamos. Nosotras no nos sentimos igual. El dinero manda en nuestro mundo ahora mismo, pero para mí no todo dependa del dinero; por desgracia, no todo depende sólo de nosotras, ni particularmente de mí”.

La WTA defiende su presencia allí como una aportación más para favorecer el cambio, bajo el argumento del factor integrador del deporte y de que el aislamiento no ayuda, en la línea de lo que esgrime Nadal. La icónica Billie Jean King, histórica activista en pos de la igualdad de género y artífice fundamental en la fundación del organismo junto a otras ocho representantes, en 1973, predica esa idea y define como “inevitable” el nexo con Arabia por la tendencia actual, a la par que reclama “compromiso” e “inclusión”. En cambio, otros dos emblemas del tenis como Chris Evert y Martina Navratilova han expresado una oposición frontal en todo momento, con la publicación de un texto en The Washington Post en el que denunciaban el vínculo al ser “incompatible con el espíritu del tenis femenino”. Y deslizaba con ironía la última durante la acogida de los Premios Laureus en Madrid: “¿Qué será lo siguiente, ir a Corea del Norte?”.
EL POLÉMICO REGRESO A CHINA
En 2021, la etiqueta #WhereIsPengShuai recorrió las redes sociales a raíz del caso de la tenista china, después de que denunciase a un alto cargo del Partido Comunista por haberla violado y de haber desaparecido luego durante tres semanas. Entonces, la WTA decidió cancelar todos los torneos en el país asiático hasta que se esclareciera el asunto y obtuviera la garantía de que la deportista estaba bien.
Se supo testimonialmente de Shuai, pero poco más. Ni rastro de la deportista en el plano mediático, más allá de que trascendiera la videollamada que mantuvo en 2022 con el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach. Tras 17 meses de boicot, la WTA decidió retornar a China, soporte económico esencial: nueve torneos anuales, casi 30 millones de euros en premios al año.
“Nos han asegurado que está a salvo”, alegó en abril de 2023 el presidente del organismo, el estadounidense Steve Simon. Hoy día, el calendario señala seis citas en suelo chino, a las que se añade las Finales de la Billie Jean King Cup, en Zhenzhen hasta 2027; la organización de esta última competición, no obstante, no depende de la WTA, sino de la Federación Internacional de Tenis (ITF).
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