Ruud se hace con Barcelona y, ahora sí, por fin, se desbloquea
El nórdico, que había perdido las siete finales de relevancia que había disputado hasta ahora, se impone a Tsitsipas (7-5 y 6-3, en 1h 29m) y eleva su primer 500
Quizá, tenía que ser así. Sobre arena y en la central de Barcelona. “A partir de ahora, esta pista y este torneo serán mis favoritos”, dice el bueno de Casper Ruud, haciendo el esfuerzo en español. Difícil no apreciarle: buen tipo, dicen. Afable, educado, respetuoso con el rival, metódico en el trabajo diario y comedido en la victoria. Poco importa que esta (7-5 y 6-3, en 1h 29m) sea la más importante de su carrera, que por fin le haya permitido quitarse de encima en sambenito de que se arruga en las finales —o bien de que no sabía jugarlas— y que además haya batido a un magnífico rival como Stefanos Tsitsipas, quien venía de rendirle hace solo una semana en el desenlace de Montecarlo. “Ojalá estemos pronto en la final de Madrid, por qué no. Sería perfecto”, se dirige al griego, alicaído porque son ya cuatro las veces que se ha quedado a un paso de la victoria en el Godó.
Pero esta vez, tenía que ser para Ruud. “Hoy he tenido un buen despertar, hoy era el día para ganar”, comenta a TVE nada más finalizar el partido, liberado porque hasta ahora había perdido las siete finales de relevancia que había disputado: Miami, Roland Garros, US Open y Copa de Maestros en 2022, París de nuevo en 2023 y el reciente episodio del Principado. Agua en todos los casos. Tenía que ser, entonces, Barcelona; en la pista Rafa Nadal. Y quizá no sea casualidad. Ruud, 25 años, se ha formado en la academia del mallorquín y pese a que su repertorio haya crecido de manera significativa y ya sea un notable competidor sobre rápida —así lo demuestra la secuencia citada anteriormente, a pesar de las derrotas—, la tierra es su hábitat natural. Así que, dadas las fechas, se posiciona. Si recientemente se inclinó en Montecarlo, esta vez es el quién mueve ficha y Tsitsipas, gesto resignado, el que levanta la bandera blanca.
El griego ya sorteó una situación terminal en los cuartos, frente a Facundo Díaz Acosta —dos bolas de partido—, y sufrió para deshacerse de Lajovic en las semifinales. Justo ya de gasolina por el desgaste continuo efectuado durante el último medio mes, sin tregua, vuelve a caer en la resolución otra vez. No pudo con Nadal en las de 2018 y 2021, ni tampoco con Carlos Alcaraz el curso pasado. Y ahora es Ruud el que posa victorioso, pero siempre contenido. Lleva su nordicismo a rajatabla y, guaperas él también, festeja con elegancia. Sin duda, lo merece. Le aplaude y le reconoce la grada de Barcelona, ciudad de tenis. “Ni en las victorias se alegra de más, ni las derrotas le afectan tanto, pero seguro que lo celebraremos bien”, dice el técnico que le perfila desde hace cinco años, Pedro Clar.
Agrega el entrenador que el “convencimiento mental” ha sido clave y que el triunfo puede influir de manera determinante en el porvenir de su jugador. Los diez títulos que poseía hasta ahora Ruud correspondían a la cuarta categoría (250), de modo que el salto puede reforzarle de cara a lo que se avecina: Madrid, ya mismo, y después Roma y Roland Garros. “Te quitas un peso de encima, porque ya iban unas cuantas finales perdidas y eso está ahí, en la cabeza. Rompes la dinámica y encima la ganas a un jugador de la talla de Tsitsipas, así que para él puede ser muy importante. A nivel mental le puede liberar y a lo mejor de aquí en adelante podemos ver a un mejor Casper”, apunta en la retransmisión televisiva el preparador, aliviado y optimista. Su chico, que había perdido este año las finales de Los Cabos, Acapulco y Montecarlo, ya tiene un 500.
Terrícola de raza, Ruud. A excepción del laurel obtenido en San Diego en 2021, todos tenían rastros de arcilla. Pero esta vez, en Barcelona, eso es, no falla. Superior en el tramo delicado en el primer parcial, pilota con autoridad el segundo —definido, en gran parte, por su acierto con el revés paralelo— y cierra este Godó sin ceder un solo set. No convendría subestimarle. Al fin y al cabo, esta temporada nadie contabiliza más victorias que él, 29; ni siquiera el efervescente Jannik Sinner (25). Y en el segundo plano de este domingo se lamenta Tsitsipas, quien quiere y no puede todavía. Se le resiste el barrio de Pedralbes. Primero al azote de Nadal, después el castigo de Alcaraz y ahora, el buen hacer de un noruego que desde hace tiempo va reuniendo méritos para lograr un premio mayor. De momento, un 500. Y más adelante, ya se verá, pero seguro que ahí estará.
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